Por Pedro Pierre

Terminamos el año en medio de una situación nacional bastante catastrófica. Las luces navideñas no logran dispersar muchas tristezas, pero sí, nos quieren dar algunas esperanzas. El niño de Belén nos abre un camino de vida y fraternidad que supere las dificultades. Confirmémonos en la decisión de construir un futuro mejor para nosotros y para todos.
LUCES EN MUCHA SOMBRA
En este tiempo de Navidad, ¡cuántas luces en muchas casas, cuantas luces en las calles, cuántas luces en los almacenes! Todo un mundo de belleza y de sueño. Lastimosamente, en estas luces, en esta belleza, en estos sueños hay mucha fantasía, mucho engaño, mucho vacío, mucho robo, mucha tristeza, mucha desesperanza. ¿No será que nos estamos equivocando y que nos están engañando?
Hace poco hemos salido de la pandemia que ha sido una masacre en muchos lugares nacionales. Mientras morían decenas de miles de víctimas, otros se enriquecían descaradamente, creando más pobreza y desigualdades en nuestro país. Los cuatro años del morenismo ha sido la destrucción de las instituciones de la nación, provocando desempleo nunca visto antes. El actual gobierno se dedica principalmente a la acumulación de riqueza de en manos de unos pocos, a la evasión y a la mentira a costa del empobrecimiento creciente de la mayoría de las familias ecuatorianas. En este fin de año hemos llegado a un nivel de violencia poco común: femicidios, asaltos, robos, extorsiones, sicariatos… a pesar del toque de queda, de más policías y militares patrullando en las calles de nuestras ciudades. Las protestas y los levantamientos se soldaron por una docena de muertos entre los indígenas y centenares de heridos y presos. Las negociaciones están terminando en una gran farsa y mucha rabia acumulada. La migración se dispara. En estos 6 últimos años, por una consulta mañosas y aprobaciones de leyes desfavorables a los sectores medios y pobres, muchísimas personas fueron desalojas de su trabajo. Para sobrevivir, el sistema neoliberal imperante las obligó a robar, a vender droga, a extorsionar, a matar: Allí están las causas de tanta violencia y desgracia. Así llegamos a un nueva Navidad con muchas luces artificiales que esconden una desesperanza real.
La actual situación se parece en muchos aspectos a la de la época de la primera Navidad de hace 2,000 años. Los campesinos y los artesanos vivían en la extrema pobreza por la explotación de los terratenientes, las deudas impagables, los impuestos de las autoridades y la extorsión implacable del imperio romano invasor del país. La situación era catastrófica cuando un tal Jesús nació en una provincia aledaña de la de sus padres y en una gruta para animales del campo. Además, a los pocos días de nacido en la pequeña ciudad de Belén, sus padres tuvieron que salir corriendo del país para escapar a una matanza de niños, yéndose a Egipto… Los pastores de Belén se quedaron con la sorpresa de una noticia sorprendente en medio de la oscuridad: ¡Les había nacido un salvador!
Dentro de unos pocos días vamos a volver a cantar la misma proclama que hace 2,000 años: “¡Gloria Dios en el cielo y en la tierra paz!” ¿No será más que una mentira piadosa y una ilusión desesperada para la gran mayoría de nosotras y nosotros? ¿Nos aportarán la novena de Navidad y las posadas con sus alegres villancicos una verdadera alegría y una esperanza certera? Eso depende de nosotros y nosotras poque Dios no deja de visitarnos, encender pequeñas luces, enviarnos señales de esperanza y abrirnos nuevos caminos.
Se trata de repetir entre nosotros las actitudes y vivencias que realizaron los que descubrieron en Jesús un salvador que los enrumbó hacia una nueva manera de vivir, esperar y construir una realidad que los hizo hermanos felices. María de Nazaret supo entrar en la dinámica del proyecto de Dios que decidió cumplir sus promesas de renacimiento de un pueblo nuevo y una humanidad reconciliada. Segura de ella misma y del Dios de sus antepasados, María decidió compartir esa buena noticia con su prima Elizabet: Las dos, embarazadas, explotan de alegría por la encarnación en sus hijos del proyecto de Dios. Juan Bautista salta de felicidad en el vientre de su madre. El carpintero José, compañero de vida y de fe de María, decide también colaborar en esa empresa con su esposa y el niño que va a nacer.
Hoy: ¿tenemos nosotros las mismas decisiones y actitudes que María, José, Elizabet, Juan Bautista, los pastores y Jesús? Si, contrariamente al caso de María, no creemos que Dios continúa de nacer entre nosotros, porque estamos ocupados y ocupadas en cosas más importantes, no va a pasar nada relevante en nuestra vida. Si, contrariamente a José, no colaboramos con quienes buscan y trabajan para una vida mejor para ellos y para los demás, Navidad seguirá siendo una fiesta pagana por su consumismo desenfrenado. Si, contrariamente a Elizabet, no sabemos abrir nuestra casa y reunirnos entre familiares para hablar de Dios y reconocer su presencia entre nosotros, seguiremos de indiferentes e individualistas que han perdido el rumbo de una vida verdaderamente feliz. Si, contrariamente a Juan Bautista, no nos sacudimos en el ‘vientre’ de esta nuestra sociedad materialista, nunca tendremos el valor de entender la realidad de un mundo perdido ni el valor de hablar de conversión y esperanza. Si, contrariamente a los pastores que aceptan como salvador a un recién nacido en medio de mucha pobreza, nos somos capaces de reconocer en los pobres de hoy el camino hacia Dios, seguiremos perdidos en un mundo de fantasía y derroches, cómplices de la explotación de los demás. Si, contrariamente a Jesús que nace en la incomodidad de una gruta de pastores pobres, dejaremos que la comodidad, el egoísmo y la indiferencia sigan fortaleciendo un sistema que nos deshumaniza y nos destruye. Nos falta decisión o miedo para emprender un camino de salvación.
“¡ME QUITARON TANTO…!”
Mientras tanto unos se cansaron de esperar y tener miedo: “¡Me quitaron tanto que me quitaron el miedo!” Escribo esto pensando en Palestina porque año tras año desde 1948 Israel le quita su territorio. Estoy pensando en Irán donde las mujeres, a pesar de la represión la más cruel, siguen protestando y levantando todo un país contra su gobierno. Estoy pensando en Perú donde las protestas se han generalizado para exigir el regreso del presidente Castillo, elecciones y nueva Constitución. Estoy pensando en Ecuador donde el miedo nos paraliza frente a la arremetida del gobierno que quiere repetir la misma Consulta engañosa y nefasta del gobierno anterior, para mantenernos sumisos y arrodillados, mientras nos regalan pollos y gorras para cerrarnos la boca y amarrarnos las manos.
Navidad es el comienzo de una nueva vida, de una nueva fe, de una nueva sociedad. Nos quieren engañar al sustituir al niño Jesús por un papanoel bufón y consumista, que ya ha entrado en grande en muchas de nuestras casas, de nuestras parroquias y hasta de nuestras iglesias. Quieren desaparecer el proyecto de Belén que es el arranque de una nueva humanidad desde los pobres. Este proyecto divino no es sólo religioso sino también económico y político tal como lo era el proyecto de Abraham y Sara retomado por Moisés y Mirian, confirmado por los profetas y los sabios, y asumido por Jesús.
“¡Gloria Dios y paz a los hombres!” Tal es el lema que sigue resonando año tras año con la Navidad. Pero “la gloria de Dios es que el pobre viva” y viva digna y organizadamente, decía monseñor Oscar Romero de El Salvador. La Biblia proclama en el libro de Isaías y el papa Francisco no cesa de repetir que “la paz es fruto de la justicia”. El salmista sueña: “¡Haré derivar hacia Jerusalén como un río la paz!”, una paz que se extienda a todas las naciones.
¿Cómo vamos a celebrar la Navidad? Con cantos piadosos, luces multicolores, chocolate caliente, pavo hornado… Con regalos a unos niños hambrientos, que no quitarán la tristeza de sus ojos. Con abrazos de conveniencia y un sonriente “¡Felices pascuas!” que no cambian nada y nos hunden un poco más en la indiferencia y el individualismo.
“¡Nos quitaron tanto…!” Es cierto, pero no “nos quitaron el miedo”. El miedo a ver la realidad tal cual es: ¡terrible y mortal para millones de ecuatorianos! El miedo a descifrar las causas de la miseria que asecha a 40% de la población nacional, miseria y causas que no queremos ver y que enterramos por el aislamiento, el quemimportismo y la falta de solidaridad. El miedo que nos hace creer en un Jesús niño que no creció nunca en nuestra mente ni en nuestra vida. El miedo por no aceptar que Jesús es ‘Emanuel’, es decir ‘Dios con nosotros los pobres’, ni tampoco lo que significa su primer nombre: ‘salvador’, o sea, liberador de todo lo que nos destruye y destruye a los demás. Miedo a ser adulto, es decir, varón de verdad y mujer digna, juntos y en pie de lucha para no dejarnos ganar por la vida fácil que crece a costa de los demás. Miedo a mirarnos a los ojos los unos con los otros… y que nos impide decidir tener de una vez por todas una vida plena, o sea, solidaria, “al servicio de la fraternidad sin frontera, la amistad social y el amor político” tal como lo pregona el papa Francisco en su Carta “Todos somos hermanos y hermana”, urgiendo una “hermandad universal” y una comunión armoniosa con la madre Naturaleza. Miedo a mirar la vida y la muerte de frente poque preferimos cuidarnos, cuidar a nuestros hijos. No nos hemos convertido a Jesucristo que nos dijo: “¡Quien quiere ganarse la vida, la pierde; y quién la pierde por mi y por los demás, la gana!”
Eso es el sentido de la Navidad: un Dios que viene a perder la vida por nosotros, débil como un niño, pobre como un recién nacido, rodeado de gentes sin importancia, ni nombre ni fama. Un Dios que nos provoca, que nos interpela, que nos mueve el piso para que caigamos en cuenta que la vida y la felicidad se alcanzan mediante la sencillez, el compartir, la valentía, la entrega por un proyecto de fe y de sociedad que nos haga hermanos, dignos, justos, solidarios de las causas de los pobres… hasta que nos cueste la vida… porque seguir al Jesús de Belén es para los valientes y no para los tibios, para los entusiastas y no los acomodados, para los generosos y no para los egoístas, para los valientes y no para los cobardes, para los creyentes de lo imposible y no para los agachados y superficiales.
La Navidad nos desafía: ¿A qué y a quién apuestas tu vida?… sin miedo, sin mirar atrás. Definitivamente la Navidad es para los emprendedores y los atrevidos.
Navidad no es un simple recuerdo emocionante, ni una historia inventada para sorprender a los niños con regalos engañosos. Navidad es una opción de vida: Es la decisión de construirnos según el sueño de Dios que se hace vida en María, Elizabet, José, Juan Bautista, Jesús y miles más: otra vida es posible, otra sociedad es necesaria y otro mundo es urgente. ¡Que esta Navidad sea la oportunidad de emprender caminos de fe, compartir, fraternidad y lucha para una vida mejor para nosotros y los demás… contra todos los Herodes que siguen matando toda esperanza y cambio!
¡Feliz Navidad! … para avanzar en este camino de vida y hermanidad.

Por RK