Por Daniel Kersffeld
1) En términos personales, y aunque no es candidato, Rafael Correa se juega el todo por el todo en esta elección. En caso de perder, es prácticamente imposible que se revea su situación judicial que lo mantiene alejado de cualquier actividad política en Ecuador. De hecho, cabe imaginar que su situación podría empeorar con el objetivo de provocar un sentimiento de mayor derrota en la izquierda.
2) Ahora, en caso de que gane su candidato, Andrés Arauz, Correa se convertirá en el único árbitro de la política ecuatoriana, beneficiado además por no ocupar ningún cargo institucional, y no sufrir las consecuencias de un desgaste inevitable. Con la derrota de los otros candidatos, y especialmente de los de la derecha, Correa se convertiría así en el principal armador político del Ecuador.
3) Más allá del resultado en la elección, el correísmo y la izquierda en general han dado muestras de un gran músculo político en la situación política más adversa: fuera del poder, sin recursos económicos, y bajo un constante asedio.
4) Pese a todo lo negativo, el armado de un frente político, la selección del candidato presidencial y la realización de la campaña ayudaron a revitalizar a la izquierda y a coordinar su movilización a nivel nacional. Incluso, abre la posibilidad a empezar a pensar en una progresiva ampliación generacional.
5) En cambio, en el caso de que Guillermo Lasso pierda la elección, se abrirá un gran interrogante en las filas de la derecha. Junto a su anterior rival y hoy aliado Jaime Nebot, del Partido Social Cristiano, Lasso representa la derecha de estilo empresarial.
6) Si bien pretende presentarse como un candidato con “ideas novedosas”, el fracaso económico y social del gobierno de Lenín Moreno, que hizo el giro desde el correísmo al neoliberalismo, representa la peor publicidad que las propuestas de Lasso podrían recibir en esta campaña.
7) Además, y en caso de que se produzca la derrota de Lasso, será también la derrota de todo un proyecto conservador y neoliberal en Ecuador. Esta derecha no va a desaparecer, pero perderá su hegemonía frente a otras vertientes que se están constituyendo en estos tiempos.
8) Así, se puede pensar en una derecha neoliberal conviviendo en tensión con otra derecha más populista y autoritaria (al estilo Bolsonaro, en Brasil), incluso con una presencia cada vez más amplia de la corriente evangélica, que en esta elección hace su debut. De igual modo, y frente a las crisis de sus figuras históricas (Lasso y Nebot, pero también Abdalá Bucaram, Álvaro Noboa y Lucio Gutiérrez) es factible pensar en el ascenso de dirigentes del centro a la derecha con una visión más “moderna” y hasta “social”.
9) Con la candidatura de Yaku Pérez, tercero en discordia en la elección presidencial, el movimiento indígena vive la conclusión de un ciclo iniciado con las movilizaciones de octubre de 2019. Sin embargo, hoy esta apuesta política apunta a desmarcarse de su origen en el conflicto y protesta para en cambio asumir su perfil basado en el orden, la estabilidad y el progreso social, una contradicción difícil de manejar.
10) En caso de pasar a la segunda vuelta, Pérez sería un candidato peligroso para Aráuz, porque podría construir un frente anticorreísta con más éxito que un candidato de la derecha neoliberal como Lasso. Sin embargo, y si hay segunda vuelta, lo más probable es que esta nueva apuesta política de Pachakutik termine fuera de la principal batalla y con sus bases negociando al mismo tiempo con los dos candidatos de la segunda vuelta.
11) Más allá de Arauz, Lasso y Pérez, ninguna de las otras 13 candidaturas tiene reales chances de ganar o, al menos, de pasar a una segunda vuelta. La especulación de sus “estrategas políticos” es a negociar puestos o beneficios y prebendas a cambio de apoyo en caso de que existan dos contendientes principales. En el mejor de los casos, a tratar de ganar un espacio en la asambleísta. Eventualmente, a posicionar a un candidato para futuras elecciones. Y no mucho más.
12) El gobierno de Lenín Moreno entró por la puerta grande y sale por la ventana. Operó un giro ideológico impensado e hizo el trabajo de una derecha neoliberal que desde 2006 no logra triunfar por vía electoral. A nivel regional, se trató de un gobierno realmente exótico, ya que en otros casos (como los de Mauricio Macri en Argentina, Sebastián Piñera en Chile y Luis Lacalle Pou en Uruguay) la conformación de gobiernos neoliberales tuvo lugar a partir del acto consciente del votante. No hubo sorpresas ni cambios en el proyecto político prometido. La soledad de Moreno y su alejamiento del gobierno sin herederos políticos podrían dan cuenta de un fin de ciclo en la historia reciente del Ecuador.