No importa que El Gobierno del Presidente Morales haya tenido el más alto nivel de crecimiento económico de Suramérica. No importa que millones de bolivianos salieran de la pobreza. No importa que la estabilidad política haya sido un triunfo democrático de los sectores indígenas y más pobres del país. No importa ni siquiera que el Movimiento al Socialismo, el partido de Evo Morales y Álvaro García Linera ganara las elecciones por más de 10 puntos. Nada de ello importa. Lo que interesa de verdad es que el gas, el litio, el oro, la plata, el estaño, el agua y la mano de obra semiesclava vuelvan a manos privadas. Eso es lo único que interesa.
Ni derechos, ni democracia, ni la creación de un Estado Plurinacional en realidad le importan a la oligarquía boliviana o a la OEA. Tampoco le importan a la Policía y a las Fuerzas Armadas de Bolivia. Volvemos a los mandos de los arrodillados frente al Imperio, serviles de los poderes oligárquicos, generales de pacotilla que para lo único que sirven es para reprimir a sus pueblos y recibir órdenes en inglés. Sus discursos patrios de soberanía volverán a sonar a huecas conmemoraciones de efemérides tristes y vacías porque vendieron la Nación, vendieron a las ciudadanas y ciudadanos al mejor postor. Han entregado la Patria y la Democracia por treinta o treinta mil monedas de plata.
No necesitaron entrar a Palacio. Les bastó con no defender las instituciones y dejar matar a las gentes. Bastó un bien pagado personajillo fascista como Camacho, (el perrillo Guaidó cruceño) usando símbolos religiosos de tristísima recordación inquisitorial y rodeado de mercenarios yanquis que lo escoltan, para lanzar a un sector de la población por el camino del racismo y la persecución a garrotazos contra mujeres y niños indígenas. Con qué facilidad se llega a eso. Otra vez fallamos en el control de la fuerza, otra vez fallamos en dejar el control de las armas, no en manos de quienes aman a su pueblo y a su Patria por encima de todas las cosas, sino de los que tienen precio. Otra vez fuimos incapaces de entronizar en los corazones y las mentes de los militares y policías que la Soberanía, la gente y la Patria pasan por los actos y acciones que llevamos adelante con las nacionalizaciones y la redistribución. Otra vez en este campo dejamos que las ideas de los “comando sur” sean las que primen. Los ideales de Túpac Amaru, de Túpac Katari, los ideales Bolivarianos de la Patria Grande y de la Soberanía no logran seducir por encima del consumismo. Hay que colocarlas en otra esfera, hay que ver cómo logramos hacerlas competir y avanzar.
El otro tema a profundizar es el papel del líder. ¿Fragilizamos su papel al ponerlo y mantenerlo como candidato único y permanente en el proceso electoral? O no es así. Esa contradicción no está resuelta. Estos procesos revolucionarios, porque lo son indudablemente, requieren de líderes fuertes. ¿Será correcto mantenerlos como candidatos únicos en el plano electoral? Lo que no cabe duda es que al no contar con el control de los militares y policías patriotas, de los mandos y armas en manos de los uniformados bolivianistas, el proceso se ha visto violentamente golpeado. Habrá que analizar errores y aciertos y hacer el balance.
De lo que no podemos dudar es de la brutal ofensiva imperial de los Estados Unidos, que no repara en gastos, que no repara en comprar conciencias y armar a grupos fascistas, con el servilismo incondicional de la Secretaría General de la OEA, la pasividad y complicidad de la Unión Europea y el silencio o la acción cómplice de los gobiernos genuflexos.
Ahora la ofensiva se centrará en debilitar al gobierno próximo de la Argentina, garantizar la derrota del Frente Amplio en Uruguay, y por supuesto todos los cañones contra Cuba, Venezuela y Nicaragua. La izquierda vacilante ya debería haber aprendido que hay que alinearse contra el Imperio.
En el Perú detengamos las divisiones y logremos el amplio frente indispensable, para avanzar en la democratización del país. En Ecuador, el camino de la unidad requiere aún un intenso proceso que deje de lado rencores, individualismos y posiciones conservadoras. Colombia camina a trompicones en su democratización, aunque los sectores más reaccionarios detentan el uso de la violencia y la fuerza de manera monopólica, y ello sigue siendo el principal peligro para los hombres y mujeres honestes del país. Chile camina hacia una Constituyente ganada dura y heroicamente en las calles en este estallido, finalmente antipinochetista. Brasil genera esperanza con el retorno de Lula e iniciará sin duda su combate democrático en las calles y en las urnas, destinado a derrotar al dinosaurio fascista de Bolsonaro.
La lucha democrática y la lucha revolucionaria por cambiar al mundo y dar esperanzas a la humanidad no ha retrocedido. El proceso en Bolivia no ha concluido, siguen las calles efervescentes. Tenemos golpes fuertes, fascistas muy serios y aún en proceso, ello nos obliga a ser mejores y más eficientes. Tenemos los éxitos de Argentina, Brasil y México. Tenemos la roca inamovible de Cuba y su ejemplo, la fuerza popular y dirigencial de Venezuela y el ejemplo de sabiduría política del FSLN y el Comandante Daniel Ortega; con ello, con ellos debemos avanzar en el combate firme contra la exclusión, el racismo, la xenofobia y sobre todo contra el hambre. No podemos vacilar en el antiimperialismo, “ni un tantito así”.
En la cosmovisión andina está el mito de Inkarri, diseminados sus restos por el territorio de los cuatro Suyos se recompondrá y resurgirá hechos millones, ya está ocurriendo y ocurrirá las veces que sea necesario, como la fuerza del movimiento indígena, como la fuerza del movimiento negro, como la fuerza de los movimientos barriales y populares, como la fuerza de los jóvenes y de la clase media democrática.
Aquí no se juega democracia versus dictadura, aquí se juegan dos modelos económicos: o vamos hacia el desarrollo redistributivo, o nos quedamos en el subdesarrollo oligárquico colonizado y arrodillado del “yes sir”.