Cuando la economía es apreciada en función de sus condiciones materiales de existencia, la ingenuidad no tiene cabida. Tampoco las explicaciones basadas en la ignorancia o en la estupidez.
No obstante, una y otra vez, el discurso político suele atribuir los errores de los gobernantes a factores subjetivos tales como “es que… él no entiende lo que pasa”.
Si la raíz del problema estuviese en lo que los gobernantes tienen en sus cabezas, entonces la solución para muchos padecimientos sociales podría ser comprarles un libro de economía o pagarles unas clases personalizadas. Lamentablemente, las cosas no son así.
Ellos saben muy bien lo que hacen. Ellos entienden las implicaciones de sus acciones. Somos nosotros, los ciudadanos de a pie, quienes no siempre logramos visualizar aquello que está en juego. Por eso, en esta ocasión, dejemos a un lado las explicaciones subjetivas.
En Ecuador, ¿por qué los gobernantes persisten en implementar las políticas recomendadas por el Fondo Monetario Internacional? Como se ha demostrado en múltiples ocasiones, reconocidas por la propia institución multilateral, aquellas recomendaciones suelen conducir a la reducción de la producción, el consumo y el ahorro. Al menos a corto plazo, ese siempre es el resultado. El FMI suele decir que el ajuste producirá maravillas a largo plazo. Pero esa es otra historia. Lo que importa es replantear el punto de partida de la discusión colectiva.
¿Por qué implementan políticas cuyo resultado más probable a corto plazo es la reducción de la producción, el consumo, el ahorro? ¿A quién podría beneficiarle eso?
En la materialidad del mundo social, no existen esas mágicas políticas mediante las cuales todos ganan. Las soluciones “win-win” son fabulas poco sofisticadas e insultantes. En una recesión, mientras muchos pierden, unos cuantos siempre ganan. Veamos dos aristas de este asunto.
En una economía abierta, la recesión afecta a quienes no están vinculados al comercio internacional
En sus versiones más primitivas e iniciales, el ajuste estructural estuvo basado en la idea de que el consumo y el ahorro domésticos debían reducirse para poder obtener recursos para satisfacer las obligaciones externas de un país. Para ello, se debían fomentar las exportaciones pues éstas le permiten a una nación obtener divisas para pagar sus deudas a acreedores extranjeros.
Cuando se adopta la lógica de “apretarse los cinturones” como política de estado, los afectados por el ajuste estructural son aquellos agentes económicos que están vinculados a la producción de “bienes y servicios no transables internacionalmente”, es decir, aquellas personas cuyas opciones de ingreso, consumo, ahorro e inversión dependen de lo que suceda con la producción de bienes o servicios que se consumen hacia adentro del país.
Bajo circunstancias “normales”, el maestro, el dentista, el taxista, el carpintero, la vendedora de mote o el sembrador de papas producen bienes y servicios para los mercados internos. A este tipo de personas, una recesión les perjudica porque “la gente que vive dentro del país” tiene menos dinero para consumir aquello que ellos producen. A corto plazo, primaria y principalmente, una contracción de la actividad económica afecta a quienes están atrapados en la producción de bienes y servicios para consumidores locales.
Para el empresario que exporta camarón a Vietnam, sin embargo, la situación es diferente. Sus opciones de consumo, ahorro e inversión dependen de lo que suceda con sus clientes extranjeros. Si la demanda vietnamita de camarón disminuye, los ingresos del exportador ecuatoriano disminuirán también. Esa es su principal preocupación.
En términos prácticos, nada le pasará al exportador ecuatoriano mientras la demanda externa no caiga. No le afectará la contracción del consumo, ahorro o inversión de los agentes económicos vinculados a la producción de bienes y servicios no transables internacionalmente. Por el contrario.
Cuanto más difícil se torne la situación entre quienes quedaron atrapados en las dinámicas económicas internas de un país, el exportador camaronero podrá realizar potencialmente mayores ganancias extraordinarias. Para demostración rápida, basta un botón: a mayor desempleo, más fácil contratar empleados con salarios más bajos… o exigirles más trabajo por el mismo salario.
En una economía capitalista, la recesión beneficia a quienes viven de la especulación
Una tendencia persistente a la disminución de la actividad económica obliga a las personas a reducir su consumo para poder distribuir su ingreso disponible entre distintas necesidades. Cuando eso no basta como opción de ajuste individual a las nuevas circunstancias, las personas “se comen los ahorros”. El dinero que podía haber sido utilizado para efectuar aunque sea una pequeña inversión termina financiando las colegiaturas de los hijos, la adquisición de ropa, el consumo de alimentos u otros gastos similares.
Y cuando los ahorros se terminan, las personas se desprenden paulatinamente de su patrimonio, empezando por aquellos objetos que permitan obtener liquidez de manera más inmediata.
Mientras todo esto sucede, los agentes económicos que no son afectados por la recesión doméstica encuentran jugosas “oportunidades de negocios”. Por ejemplo, el exportador camaronero podría ampliar su hacienda comprando a precio de gallina las tierras que un vecino puso en venta desesperado por la falta de ingresos.
Mientras los vietnamitas sigan comprando “nuestro” camarón, el exportador ecuatoriano tendrá dinero para aprovechar esas oportunidades que la vida le pone en su camino o, mejor dicho, para aprovechar las situaciones criticas que las políticas de ajuste ocasionan a ciertas familias y empresas que no pueden producir bienes o servicios exportables.
También, aunque el país estuviese sumido en la recesión más profunda imaginable, una empresa estadounidense podría comprar un terreno para construir un local donde ofrecerá hamburguesas que muy pocos consumidores podrían comprar porque o bien sus carnes terriblemente desabridas o bien porque no tienen dinero para darse ese pequeño lujito. Pero no importa.
Desde la perspectiva de un inversionista que tiene liquidez incluso en momentos de recesión, la oportunidad de negocio no es la oferta de hamburguesas sino la compra de bienes inmuebles para su venta posterior a un mayor precio. Cuanto mayor sea la concentración de activos fijos, mayor será la posibilidad para ganar “plusvalía”, un termino elegante que oculta lo que los economistas clásicos decían sin tapujos: la “renta” que se apropia “la clase ociosa”.
Pero la especulación con activos fijos no es la única forma mediante la cual algunos agentes económicos pueden vivir como parásitos y enriquecerse gracias al trabajo de otros pues… Incluso cuando todos pierden, la banca siempre gana. Y esta frase ni requiere explicación.
Lo que viene es más de lo mismo
En los últimos días, los compromisos adquiridos por el gobierno ecuatoriano con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han sido expuestos a la opinión pública. Allí se observa el discurso de siempre con los pretextos de siempre. Quizás lo único interesante sea el reconocimiento de que la economía ecuatoriana ha estado decreciendo desde que Lenin Moreno develó quien era.
También podría ser interesante el reconocimiento de que la situación económica no mejorará en el corto plazo… entendiéndose por corto plazo a los tres próximos años. Con mucha suerte y fantasía, en el 2023, volveremos a crecer… si todo lo demás permanece constante.
Si Usted leyó con atención los acápites anteriores, aquellos reconocimientos le parecerán también interesantes porque… en definitiva… aunque no quieran decirlo… la recesión es un buen negocio.
Y por eso el actual y el próximo presidente nos seguirán proponiendo más de lo mismo.