Las elecciones presidenciales que tendrán lugar en Ecuador en 2021 serán novedosas en varios sentidos: en la cantidad de fórmulas electorales que se presenten, en el hecho de que el actual presidente Lenín Moreno no irá por su reelección o en el impedimento legal que imposibilitará la participación del ex mandatario Rafael Correa. Sin embargo, un elemento llamativo es que, si es como se afirma en todas las encuestas, sería la primera vez que Alianza País (AP) perdería una elección presidencial desde su triunfo en la segunda vuelta electoral de 2006.
Alianza País fue construido a principios de 2006 a partir de varias organizaciones políticas y sociales progresistas y de izquierda, como soporte electoral para la candidatura de Rafael Correa. Luego de la primera vuelta electoral en las elecciones de ese año, en el que AP obtuvo el 22%, triunfó en el balotaje con más del 56%, en alianza con el Partido Socialista-Frente Amplio, convirtiendo a Correa en presidente. En las dos elecciones presidenciales siguientes, en 2009 y 2013, Alianza País, volvería a ganar con casi el 52% y el 57%, respectivamente. En la contienda de 2017, ya con Lenin Moreno como candidato presidencial, Alianza País resultó triunfante en las dos vueltas electorales: mientras que en la primera obtuvo el 39%, en la segundo finalmente se impuso con el 51,16%. Durante toda esa década AP se mantuvo como una fuerte maquinaria electoral, con amplia presencia en todo el país, y una actuación hegemónica en la escena política nacional.
La situación de AP cambiaría radicalmente bajo el gobierno de Lenin Moreno. La rápida reconversión del gobierno hacia el neoliberalismo y la fuerte disputa política y judicial con Rafael Correa llevarían a la organización a un progresivo debilitamiento, con una importante pérdida de referentes nacionales y de liderazgos provinciales, que se alejaban de la estructura partidaria por voluntad propia o por amenaza de expulsión. Resultó determinante en este sentido el exitoso intento de Moreno por imponerse en la estructura partidaria no para generar una línea interna “morenista” sino para impedir a toda costa su utilización por el ex mandatario.
Los conflictos internos, las deserciones y los manejos oscuros llevaron a AP a reconvertirse en una organización sin mayor penetración social y local, con muy pocos cuadros ligados a la izquierda y, en cambio, con una creciente presencia de dirigentesvinculados al actual presidente. Pero más allá de los desencuentros, de su convalidación del “giro a la derecha” de Moreno, y del establecimiento en la Asamblea Nacional de acuerdos tácticos y luego estratégicos con aquellas organizaciones en principio opositoras a las que anteriormente se denostó por razones ideológicas y políticas, AP siguió asumiéndose públicamente como una fuerza “progresista”.
Su impronta social y, sobre todo, la fuerte identidad política generada en los diez años de la Revolución Ciudadana, era demasiado importante para ser desechada. De ahí que Alianza País fue convenientemente aprovechada por el gobierno como una necesaria pantallafrente al proceso de reconversión neoliberal. AP resultaba útil para encubrir y para recrear un imaginario basado en la Revolución Ciudadana que resultaba cada vez más alejado de la realidad política y social del Ecuador. Y que además le privaba a su principal competidor de la estructura política que él mismo había contribuido a moldear y que había conducido por una década.
Pero el experimento necesariamente debía tener un final. La fuerte crisis interna de AP se hizo evidente en las elecciones seccionales de 2019. Allí, por primera vez, el oficialismo perdió en la mayoría de los cantones y en las provincias en que logró presentar candidatos. Sólo obtuvo dos prefecturas, en El Oro y en Orellana, conseguidas en alianza con otras fuerzas (en el segundo caso, con organizaciones anteriormente opositoras de derecha) y 28 alcaldías. Era su peor resultado desde su fundación. En aquel momento el partido todavía ostentaba un millón de adherentes en todo el país, aunque entre ellos primaba la apatía y una creciente desafección.
Para todos, pero especialmente para el gobierno, resultaba claro el agotamiento de un partido cada vez más vaciado de sus contenidos originales pero que, al menos, no podía ser aprovechado por Rafael Correa. Imposibilitado el ex presidente de presentarse electoralmente en 2021, y sin posibilidades reales de apostar por la reelección de Lenín Moreno o por la postulación de algún dirigente ligado a su figura, finalmente Alianza País se reveló como una estructura de descarte y sin mayor proyección política para lo inmediato, en una situación paradójica frente a su estatus como “partido de gobierno”.
Aún sin un rumbo fijo ni perspectiva alguna de triunfo, Alianza País continúa siendo, pese a todo, una de las principales estructuras políticas a nivel nacional, con ventajas económicas además por tratarse del partido de gobierno.Probablemente ello motivó que algunos dirigentes como el secretario de AP Gustavo Baroja, junto con Marco Troya, Manuel Ochoa y José Serrano expresaran sus intenciones por convertirse en sus representantes para las próximas elecciones presidenciales.
Finalmente, la elegida resultó ser la actual asambleísta Ximena Peña, vinculada a AP desde 2008. En 2013 fue electa como asambleísta por la circunscripción de Estados Unidos y Canadá, destacándose como defensora de migrantes y en asuntos de derechos humanos. Fue reelecta en 2017 y es la actual presidenta del bloque de Alianza País en la Asamblea, en la que además es presidenta de la Comisión de Justicia. En tanto que su compañero de binomioes Patricio Barriga, ex secretario nacional de Comunicación a partir de 2015, ya durante la última etapa del gobierno de Correa. Como cabeza de lista de representantes va César Litardo, actual presidente de la Asamblea Nacional.
Descartada cualquier pelea en el marco de las elecciones presidenciales, hoy la principal preocupación de AP pasa por la representación en la Asamblea. Al comenzar el gobierno de Lenín Moreno había una bancada de 74 legisladores, la que luego de los conflictos internos devino en un grupo de menos de 40 integrantes. Esta situación de clara minoría llevó al gobierno en la Asamblea a realizar acuerdos con fuerzas de derecha, anteriormente opositoras, como CREO, conducida por Guillermo Lasso, y con el Partido Social Cristiano.
No hay mayores dudas de que Alianza País, prácticamente sin registro en las recientes encuestas, será quien terminará pagando la crisis económica y sanitaria del gobierno de Lenín Moreno, con pobres resultados que podrían llegar a convertir al anterior partido hegemónico en una fuerza prácticamente testimonial. Frente a la enorme crisis que se vive actualmente en Ecuador, las recientes declaraciones de uno de sus dirigentes más conocidos, el ex ministro del Interior José Serrano, de que Alianza País no es “ni un partido de gobierno ni un partido de oposición”, da cuenta de una organización que en medio de la debacle no acierta a posicionarse políticamente y que, por ende, ha llegado a comprometer seriamente sus posibilidades en el futuro y hasta su propia existencia en el presente.