Por Daniel Kersffeld
El gobierno de Estados Unidos es el que más fuerte reaccionó en contra de la movilización de tropas rusas a la frontera con Ucrania. Sin embargo, y pese a las amenazas, hasta el momento Joe Biden no consigue unificar a los senadores en torno a las sanciones para Rusia. La principal controversia es si se sancionaría a Rusia ya desde ahora, como plantean los republicanos, o si lo hacen después de que invada Ucrania, como lo impulsa la bancada oficialista.
Europa y Estados Unidos en Problemas
Los demócratas sufren una gestión de gobierno dificultosa (con al menos un 40 por ciento de aprobación) en tanto que los republicanos insisten en mostrarse como los más duros para enfrentarse a Rusia, liderando ese espacio figuras como Ted Cruz y Marco Rubio. Además, las próximas elecciones parlamentarias del 8 de noviembre opera como aliciente para que ambos partidos se muestren como “negociadores” o “castigadores”.
Por otro lado, el aliado tradicional de Estados Unidos, el Reino Unido, se encuentra en problemas de liderazgo, con un Primer Ministro que apenas se sostiene luego de que trascendieran sus fiestas y reuniones durante la cuarentena británica.
Boris Johnson quiere enfrentar a Putin, pero son sus principales oponentes del Partido Laborista quienes lo acusan de no ser la persona indicada para llevar al Reino Unido a una nueva guerra. De hecho, los laboristas no se inclinan por la paz o por el diálogo sino por ser ellos quienes conduzcan a la nación al conflicto.
En tanto que los principales países europeos como Alemania y, en menor medida Francia e Italia, dependerán del gas ruso provisto a través de la extensa red de gasoductos conocida como Nord Stream II. Nadie se animaría a enfrentarse al principal proveedor de gas en la región, más aún, en medio del frio invierno europeo.
Diferencias en la Unión Europea
Francia decididamente apuesta al diálogo, sobre todo porque el presidente, Emmanuel Macron, por este semestre es también presidente de la Unión Europea (UE). Macron prefiere consolidar el poder francés en Europa, y también relegar a los dos socios, Biden y Johnson, que por ahora no parecen estar en condiciones de encarrilar el diálogo. Por supuesto, tampoco hay que olvidar que las elecciones presidenciales en Francia serán en el próximo mes de abril y Macron analiza presentarse a la reelección
En cuanto a los socios menores de la UE, Italia se encuentra actualmente en un proceso electoral para definir su presidencia, en tanto que el gobierno de España parece hundirse en una crisis cercana: mientras que el PSOE de Pedro Sánchez se muestra dispuesto en participar en las operaciones bélicas de la OTAN, los socios de Podemos han manifestado su total rechazo.
En la actualidad, todas las miradas están puestas en Alemania y en el nuevo gobierno del socialdemócrata Olaf Scholz. Como ocurre desde el siglo XIX, Alemania vuelve a estar en el centro de la escena.
Todos saben que Alemania es el motor económico de la UE, lugar conquistado, en gran medida, por el diálogo establecido entre Ángela Merkel y Vladimir Putin en los últimos 16 años. Aunque Scholz lidera una nueva alianza de gobierno, no hay demasiadas dudas de que el actual canciller continuará el camino marcado por su predecesora.
Europa del Este
Por estas horas, los países de Europa del Este (como Polonia) junto con los Estados Bálticos (Estonia, Letonia, Lituania) son los principales impulsores de un enfrentamiento con Rusia. La antigua pertenencia de los últimos a la Unión Soviética y problemas históricos con las naciones vecinas determinan que estos países aparezcan como los más enconados rivales de la Rusia de Putin.
Un enfrentamiento bélico de Estados Unidos y las principales potencias europeas contra Rusia aparece hoy distante en el mapa político de la región. Se trataría de una guerra demasiado costosa para un momento como éste en el que la prioridad de la agenda política está marcada por la lucha contra la pandemia y por la reactivación económica de Occidente.
Por último, y salvo Estados Unidos, nadie parece jugarse demasiado por Ucrania: el gobierno de Volodimir Zelenski no genera mayor confianza, mas aun, luego de su falta de respuesta frente a una serie de reformas económicas que todavía no se ha llevado a cabo y de un nivel de corrupción pública bastante alejado de los estándares europeos. Varios actores, ciertamente, no ven la necesidad de sumar a Ucrania a la OTAN: piensan que su incorporación sería demasiado desgastante y que podría provocar un desequilibrio que, a la larga, podría afectar a todas las naciones involucradas.
¿Qué pasará con Ucrania?
Frente al empate de fuerzas en el que se encuentran Washington y Moscú, no sería extraño que se acceda a una especie de punto intermedio. Ucrania no formaría parte de la OTAN pero, a cambio, Moscú debería permitir su fortalecimiento militar, tarea en la que ya desde hace casi una década se encuentran abocadas las principales potencias occidentales.
Por otra parte, ni Biden ni Putin obtendrían mayores beneficios de este enfrentamiento: ninguno de los dos conseguiría ampliar su marco de acción ni tampoco sumar nuevos aliados. Sin embargo, hay un punto en el que los dos coinciden: una común apreciación en torno a la nueva Alemania de Scholz.
En suma, todo este conflicto vuelve a problematizar el lugar de Berlín, no sólo como centro político sino también como eje económico de la recuperación europea. La mayor expectativa está puesta en si Alemania se inclinará más hacia Rusia debido a la provisión de gas o si la hará hacia los Estados Unidos, con quienes comparte una mayor cultura política. Finalmente, los menos le plantean a Scholz un papel fundamental en la supervivencia de la Unión Europea, amenazada por las parcelaciones y por los separatismos.
*Doctor en Estudios Latinoamericanos (UNAM). Investigador CONICET-Universidad Torcuato di Tella.
Tomado de Página12