Por Luis Varese
Hace un cuarto de siglo, días más días menos, el 5 de Julio de 2021, escribí el artículo adjunto. Yo era funcionario de ACNUR y oficial de Emergencia en Dili, Timor en 1999.
Miro con asombro que pareciera que la historia siguiera circular. Los más de 100 trabajadores humanitarios asesinados en Gaza son el símbolo de la impunidad de crimen. Los niños palestinos asesinados, son la bandera del horror que estamos dispuestos a soportar como sociedad.
Hoy Timor Lorosae, cumple 25 años de haber ganado su independencia de Indonesia. Su independencia como país, como nación. Creo que hoy, este artículo, muy lamentablemente, sigue vigente en sus líneas basales. En Gaza sólo hay un responsable, el imperio de la codicia con sus máximos representantes, los EEUU, la Unión Europea, y su brazo ejecutor Israel, hoy día son ellos, como fue ayer el brazo ejecutor, el ejército de Indonesia.
Le agradezco a Maruja Cabrera el haberlo transcrito y obligarme a republicarlo.
Asesinato de tres Funcionarios del ACNUR
Tres Mártires; un solo culpable.
Dedicado al padre Karim Albretch SJ, asesinado por las mismas milicias hace un año.
Un año atrás Timor Oriental, Timor Lorosae o del Sol Naciente, como se llama, votó por independizarse de Indonesia.
Para ello tuvo que pagar con la vida de 250 mil hombres y mujeres y contar con el apoyo de la Comunidad Internacional y de la ONU. Precio inimaginable por un poquito de democracia y otro poquito de independencia.
Así nos cuestan las dignidades en los países pobres.
(Ciertamente, escribo a título estrictamente personal y mi opinión no compromete más que a mí mismo.)
El paisito de Timor, católico, de 800 mil habitantes, en el año 1975 fue invadido por Indonesia y fueron asesinados 250 mil de sus habitantes. Era el tiempo de la guerra fría y bajo esa excusa, todo era válido. La matanza se inició con los maestros, para imponer el indonesio o Bahasa indonesio, como lengua y matar la cultura local. Un tercio de la población fue asesinada. Un grupo de timorenses orientales oligarcas locales, pidieron la intervención de Indonesia y dieron inicio a la milicia. Sin poder real sólo el respaldo del ejército. De esto ha pasado un cuarto de siglo.
Los asesinos y los asesinados
Estas milicias, con esos orígenes, asesinaron a tres compañeros del ACNUR: Pero Simundza, Samson Aregahegn y Carlos Cáceres Collazos. En un acto criminal estas milicias mataron a tres inermes trabajadores humanitarios, cuyo delito era proteger la vida de los refugiados de Timor Oriental. De Timor Lorosae.
El 4 de julio de 1999, estas mismas milicias en el pueblo de Liquica, en Timor Oriental asaltaron un convoy humanitario. Dio la casualidad que en ese tiempo yo era el único funcionario del ACNUR allí y formaba parte del convoy. Las milicias salieron de los cuarteles. Salvamos la vida porque simplemente no tenían órdenes, de matar a los extranjeros. Seis trabajadores humanitarios de ONGs locales fueron brutalmente golpeados. Uno de ellos perdió la movilidad en la mitad del cuerpo. Uno murió y otro desapareció. Eso ocurrió hace poco más de un año.
El 6 de Setiembre, un año después los, tres funcionarios del ACNUR fueron masacrados a golpe de palos y machete y quemados, tal vez muertos, tal vez vivos.
Un funcionario Etíope, uno Croata y uno Estadounidense. Tal vez gracias a la nacionalidad de este último exista la posibilidad de aplicar sanciones contra los culpables. Tal vez.
Hay un solo culpable visible de estos crímenes (digo crímenes y no lamentable incidente) sectores recalcitrantes del ejército de Indonesia y sectores de su gobierno. Los culpables invisibles son los halcones de los poderosos y sus ejércitos, que siguen oponiéndose y se opondrán siempre a la lucha por la democracia y por ende en algunos casos a la labor humanitaria.
El ejército, sus sectores más conservadores, manejó, maneja y seguirá manejando a las milicias anti timorenses. No tenga nadie la menor duda, no. Están entrenados, financiados, apertrechados y conviven en cuarteles del ejército y policía indonesia. Yo lo he visto. No es especulación.
Y estas personas al margen de su gobierno decidieron durante la reunión de la Asamblea del Milenio, matar a tres funcionarios internacionales desafiando cualquier sanción, que, dicho sea de paso hasta hoy no llega y esa hubiera sido una importantísima contribución a la democratización de Indonesia, de Timor y a la protección de refugiados y trabajadores humanitarios.
El golpe a las Naciones Unidas es un golpe contra la democracia. Es un golpe contra uno de los pocos espacios democráticos de la humanidad como conjunto. Con todos sus defectos y deficiencias, la ONU sigue siendo el espacio del debate y de la acción democrática capaz de convocar las mejores ideas e intenciones. Es lo poco que nos va quedando, a los países pobres, de espacio de audición, para debatir y opinar, aunque existan sus terribles elementos de paradójico veto.
Había que atacar el símbolo visible escondiéndose tras las milicias. El símbolo visible que era la oficina del ACNUR en Indonesia (Timor Occidental.) Había que atacar la labor humanitaria que era una muestra política real de la protección internacional y los tres oficiales del ACNUR que la representaban fueron eliminados.
La labor humanitaria se volvía por tanto subversiva y los hombres inermes del ACNUR en símbolos del humanitarismo. Había que exterminarlos y dar un ejemplo. Y qué mejor que esa milicia alcoholizada y drogada, dirigida por personajes siniestros de los servicios de inteligencia y de esos sectores del ejército indonesio.
En todas partes los trabajadores humanitarios en zonas de conflicto son blanco fácil y últimamente apetecido. Y digo fácil porque si no hay sanciones ni protesta, el brillante escudo de la generosidad y la transparencia de las ideas, sólo sirve para señalar el blanco y dirigir los disparos. Adelante disparen, ya que al fin nadie saldrá sancionado.
(Hoy que estoy enviando el artículo, se informa del asesinato de otro funcionario de ACNUR en Guinea Conakry y la desaparición de una funcionaria… hay dos mártires más, aún anónimos… qué esperamos!!)
Luis Varese, Comitán Chiapas.
(Este artículo refleja la posición estrictamente personal del autor y no compromete a la Oficina del Alto Comisionado.)