Por Felipe Vega de la Cuadra
A la «Mitomanía» o mentira patológica se la conoce en psicología como Pseudología Fantástica y considero que aquel trastorno, precisamente, lo puso de manifiesto el presidente en su entrevista del lunes en radio Sucre.
El trastorno debe su nombre a los Pseudólogos, que en la mitología griega eran la personificación de las mentiras y de las falsedades. Se creía que eran hijos perversos de la Discordia (Eris) que los había parido por sí misma, sin intervención de ningún varón.
¿Por qué me permito calificar así al presidente…? Porque toda su intervención fue una colección de mentiras. @LupaMediaEC hace, en la red social X, un #FactCheckLupa en el que, de las cuatro cifras exhibidas por Noboa, dos son mentiras (primera reducción del costo de la canasta básica desde 2016 y “menos secuestros que el año pasado, estadísticamente”, y menos extorsión); La Lupa demuestra con datos comprobables que el presidente mintió; y, en la tercera, cuando analizó el comercio con México, el FactCheck comprueba, también con datos, que las cifras dadas por Noboa no son precisas.
Pero aquellas no son las únicas mentiras, digamos que esas fueron las estadísticas; las otras van, desde afirmar que una supuesta prima de Correa era la cabeza, hasta hace unos días, de la corrupción en Hidrocarburos; que un solo vehículo había cargado 168 mil galones de gasolina en un año y otra cantidad similar de diésel y este era apenas uno de los ochenta vehículos de una sola empresa; que la venalidad de los jueces que liberaban a delincuentes debía “componer” la fiscal con la que trabajaban en conjunto y coordinadamente (esto último parece ser cierto); que tenía una salida constitucional para impedir que la vicepresidenta se encargue de la presidencia; que era perfectamente constitucional que un grupo de abogados (la famosa asociación mundial de juristas) dé un dictamen por encima de la Corte Constitucional, porque ellos son los “profesores” de los magistrados constitucionales; y otras falacias parecidas, siempre destilando discordia contra el correísmo, contra la Asamblea, contra Jorge Glas y contra Rafael Correa.
El show de mal gusto tuvo como coprotagonistas a un ministro de Gobierno que reconoció que por primera vez dejaba escuchar su voz y una ministra de Comunicación que reía con sonrisa bizarra ante cada mentira, festejándola, con el nerviosismo e inquietud de una candidata bobalicona en un imaginario concurso de belleza, además de fungir de entrevistadora y fan del presidente.
La forma de poner en evidencia las mentiras es exigiendo al mentiroso provea de detalles de sus afirmaciones, pero el entrevistador, en un derroche reiterado de servilismo, daba por cierta cada mentira, falsedad, imprecisión y falacia que profería, con agresividad y sorna, el presidente, dejando los detalles y la contrastación en el limbo mientras alababa una supuesta firmeza y precisión de las que carecía, evidentemente, Noboa; pues, nada dijo sobre los procesos judiciales que debían ya estar instaurados contra la supuesta prima, contra los propietarios del supuesto vehículo ni contra los dueños de la supuesta empresa que se habrían embolsado, según él, decenas de millones de dólares. Todo fue generalizaciones, todo imprecisiones, todo interpretaciones sesgadas, como les encanta y usan los Pseudólogos.
Decía Otto von Bismarck, Canciller alemán del siglo XIX que nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería; y el presidente no está de cacería ni en guerra alguna, que no sea la que ha inventado contra la delincuencia. Pero sí anda en campaña electoral anticipada, así que le calza la afirmación del aforista germano.
Es que resulta que la verdad para Noboa, como sostenía Alfred Adler, resulta peligrosa pues va en contra de sus intenciones y de su incapacidad manifiesta. Le haré una recomendación, la misma que advertía el dramaturgo francés, Pierre Corneille: “Hay que tener buena memoria después de haber mentido”, decía y vale tenerlo en cuenta.
Tomado de https://www.lapalabrabierta.com/