Por Felipe Vega de la Cuadra
El otro yo del doctor Merengue es una tira cómica que apareció en 1945 en el diario Clarín de Buenos Aires, desde su primer número. Fue creado por Guillermo «Willy» Divito, un gran dibujante argentino. El protagonista era una especie de Mr. Hyde criollo, escindido en dos personalidades: el doctor Merengue y su fantasma; y, en su discurso disociado radicaba el humor de la caricatura.
Escuchando en Radio Pichincha Universal la entrevista que hiciera Orlando Pérez al pre candidato presidencial Pedro Granja, el domingo pasado en el programa El Otro Relato, se me vino, con realismo inusitado, el recuerdo de la tira cómica; sobre todo cuando, desde su profesión de criminólogo (la cual respeto), elaboró una segunda teoría de la construcción del psiquismo humano, de la cual podemos decir que, deja atrás los postulados de Sigmund Freud:
―Pedro Granja se divide en dos fases ―dijo textualmente, y continuó―. Un Ego, un Yo y luego está un Super Yo y todo lo demás.
Con lo cual hizo una muy sui géneris cartografía de la psiquis humana; una muy imprecisa, digamos de solapa de libro, o de menos todavía, como se acostumbra a hacer en estos tiempos de Tik Tok, en los cuales la apariencia de conocimiento brinda más réditos públicos que el conocimiento mismo.
Luego continuó, y vale la pena transcribir textualmente sus palabras:
―Mi yo más profundo dice: “Yo no quiero ser candidato”, por ejemplo. Después está el otro Yo, el Yo que conversa con la gente, el Yo que está interactuando en sociedad. El que te dice otro tipo de cosas…
Así justificó la escisión mental, con una explicación aparentemente razonable que podría causar admiración o extrañeza en el público, pero que solo alcanza a mostrar el “otro yo”, que propone existiría dentro de cada persona, como algo infuso y totalmente equívoco. Por lo tanto, la descripción que hace de sí mismo el pre candidato y que pretende sea patrimonio mental de todos, ilustra el conflicto que su Ego mantiene con la realidad o con los impulsos que pugnan por salir de su inconsciente. Esta valoración psicológica puede ser entendida más fácilmente con la tira cómica que utilizo como motivo de este escrito: el doctor Granja parece tener otro Yo, uno que aparece en tiempos de campaña y que entra en conflicto con el único y verdadero Ego que él y que todos los seres humanos tenemos.
Digamos que en esta parte de la entrevista se le resbaló una verdad de su fondo psicológico, revestida de sentencia pseudo científica, para consumo de los incautos votantes, con la cual intentaba naturalizar y volver general un conflicto interno personal; sin embargo, durante toda la conversación con Orlando Pérez, dejó caer otras afirmaciones que, por el contrario, parecían tener la intención marketinera de vender un candidato poseído por la locura, una locura aparentemente genial, una locura luminosa, una locura mesiánica que serviría (según él y sus asesores) para salvar al país de la situación en la que vive. Una locura vaciada de ideología, una con ángeles desorientados, con chamberos y empresarios por igual, una demencia deseable, la necesaria para enfrentar a la delincuencia y al narcotráfico (y al correísmo de paso), como si la única salida a la realidad bizarra e inaceptable en la que vivimos las y los ecuatorianos fuese una evasión delirante. Granja pretende venderse como un parangón del fenómeno Milei, pero en versión de izquierda (interrumpe, afirma, pontifica, hace ciencia irreflexiva y abstrusa desde sus convicciones surrealistas, más o menos como el argentino padre del perro Conan); como un segundo tomo del original e insustituible Abdalá o una sexta versión del arcaico Velasco Ibarra. Son las mismas palabras de Granja las que confirman la intención que supongo tenía el entrevistado. Por ejemplo, cuando anunciaba lo que dirían de él en el futuro afirmó de sí mismo:
―Ese cabrón estaba loco…
Y terminó por advertir al entrevistador y a la audiencia:
―Hay que aprovecharme ahora, porque yo, después, termino en un manicomio francés.
No puedo negar el evidente romanticismo decimonónico con el que el doctor Granja ha revestido a su personaje demente y candidatizable; sin embargo, en sus arrebatos, cae en los peores clichés políticos de moda en Ecuador: como afirmar que la unidad se rompe, no por la impermeabilidad de algunos factores de izquierda, sino por culpa de Correa porque, según él, los participantes del diálogo no tenían “capacidad de decisión” (cosa que Pérez demostró que no era así); que un solo trino en X del ex presidente sacó corriendo al MPD y a él mismo; y que, él ya estaría sentado en Carondelet con el apoyo de los que nunca han gobernado, tratando de contagiar, con su otro Yo, a un público que él considera incauto y conducible con decir algunos disparates exaltados.
Si fuera así, la pregunta que salta es: ¿Gobernaría con la misma demencia que demuestra? O, ¿nos tocaría pasar de la ineptitud a la locura?
Como que hace falta calidad, verdad y política, política con mayúsculas (no populismo barato), en quienes pretenden, hasta hoy, competir por la presidencia de la República.