Por Felipe Vega de la Cuadra
No, estos párrafos no son un tratado de coctelería, aunque en estos días de vacaciones, bueno sería, en el sol del verano, tomarse un vaso de vodka con zumo de tomate, limón, unas gotas de salsa inglesa, un toque de tabasco y pimienta blanca; y decorado con una fresca rama de apio y una rodaja de limón; o, en una noche fría, servirse un vaso de ron oscuro, zumo de maracuyá, licor de café y un toque de sake para imprimirle un sabor exótico y oriental, adornado con una rama de canela, estas son las bebidas adecuadas para mirar, plácidamente, el océano o perderse en el baile hipnótico del fuego en una chimenea de la serranía. Pero no se trata de eso, sino de otra cosa:
“María la sangrienta” era el apodo con el que el pueblo británico motejó a María Tudor, hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón, quien reinó en Inglaterra hacia 1553; y lo hizo con un despliegue de crueldad y brutal represión, tratando de extirpar el anglicanismo y reimponer la autoridad del papado. En los cuatro años de su gobierno, cientos de protestantes fueron llevados al cadalso y a la hoguera sin que medie razón alguna que no fuese la rabia contra la herejía de su padre al haber abrazado la apostasía luterana. Siglos después, su fama de sanguinaria dio nombre al famoso coctel hecho con vodka, zumo de tomate y salsa tabasco.
Por otro lado, el cóctel de ron oscuro, licor de café, jugo de maracuyá y sake tiene un nombre sugerente: Dark Lady y nos remite a la personalidad sombría de otra mujer, que bien pudiese haber inspirado la denominación de la bebida; y que, a su vez, lleva el nombre de una desaparecida y famosa princesa británica. Haciendo un paralelismo entre las dos bebidas y los dos nombres (aunque el segundo, sabemos que no fue inspirado por la opaca y criolla Lady “D”), diremos que, tras los dos personajes que metaforizamos con las mezclas alcohólicas, hay una colección de acciones autoritarias y despóticas que, desde el poder, redundan y redundaron en persecuciones, desafueros, acusaciones maliciosas, utilización de testigos falsos y castigos perversos contra gente inocente.
Hay un paralelismo, también, en el origen de los cargos de María Tudor y Lady “D”, la reina inglesa no fue aceptada por el parlamento que terminó por aceptar su imposición, pero le negó la propiedad sobre toda la herencia de su padre. En el otro caso, sabemos que llegó a donde llegó plagiando y obteniendo calificaciones ridículas en las pruebas de suficiencia de conocimientos, mientras en la prueba oral obtuvo la máxima calificación, siendo evidente que casi no puede hablar en público.
¡Caramba! Yo mismo me admiro de lo que la simple ilación lógica puede alcanzar con dos cocteles y dos personajes… Tal vez porque la realidad del autoritarismo es recurrente y trasciende lo geográfico y lo temporal; tal vez porque la tiranía tiene, en todos los tiempos y lugares, el mismo signo y actúa con parecidos métodos, tal vez porque el poder se sirve de protagonistas que dan rienda suelta a su brutalidad, a su sevicia, a su crueldad, a su despotismo, obedeciendo a intereses foráneos (el papado, en el caso de María Tudor y, con Lady “D”, la derecha política local y transnacional).
Colaboraciones eficaces que terminan en escenarios confusos y con sus intérpretes enredados en sus propias tramoyas; denuncias de herejía en el caso de la Tudor y, cuadernos, agendas, chats, cosas que uno escuchó a otro que dijo un tercero, sobrenombres que se asumen como identidad de los acusados, figuras inexistentes en los códigos, códigos caducados, testigos inventados que acusan y desaparecen, asesinato de testigos, ocultamiento de procesos, publicación de acusaciones infundadas, escándalos, prisión, etc., etc., etc., en el caso del Ecuador. Y en ambos, odio, venganza, complejo, rabia, violación de la ley y de los procedimientos, amedrentamiento a las autoridades que pudiesen poner algún obstáculo a sus mentiras, falsedades, inventos y a su encarnizada saña, especialmente contra mujeres y mujeres embarazadas.
Yo sé, y ustedes lo saben, que el consumo de alcohol es dañino para la salud; pero este coctel, el Dark Lady, es destructivo para el Ecuador, enferma la democracia, demuele la justicia, destruye vidas y honras y, finalmente, solo alarga una infame borrachera política y criminal que debe acabarse ya.