Por Romel Jurado Vargas

El 18 de enero de 2025, el consultor político y profesor universitario, Jaime Durán Barba, publicó en el medio digital Perfil, un artículo de opinión en el que declara la caducidad de la racionalidad, la obsolescencia de las ideas políticas y económicas en el debate público, pero, sobre todo, la muerte de la disputa política por el supuesto desinterés de los ciudadanos en este tema. Consecuentemente sostiene que, hacer política desde estas premisas caducas crea una “mala imagen” que hace perder las elecciones.

En lugar de la lucha política basada en argumentos, Durán Barba, afirma que las elecciones se ganan comunicando a los votantes indecisos, que ahora viven más en las redes que en la realidad, cosas que les gustan, que les interesan, que seandisruptivas y que, sobre todo, les resulten innovadoras, aunque sean tonterías, ilegalidades o estupideces como hace Trump, Milei o Noboa, porque “la red condena a los antiguos”, pero elige y se identifica con lo nuevo, aunque sea de mala calidad o tenga serias inconsistencias y errores.

El profesor Durán Barba, dice que tiene datos que respaldan estas conclusiones y que las elecciones de Milei y Trump, así como la segura ganancia de Noboa, demuestran que tiene razón. Por lo que, sutilmente, nos condena a rendirnos y a resignarnos: la izquierda y el progresismo no tienen lugar en este presente de innovación espectacular que se produce y se consume en las redes sociales e internet, en el cual reina el hambre por tener más y la frustración perpetua por no conseguir todo lo que se desea, lo cual necesariamente desplaza el debate y la comunicación políticos, basados en la razón y los argumentos. 

Sin embargo, el “análisis” de Durán Barba no contiene ninguna referencia a las últimas elecciones de Colombia, Brasil o México en las que ganaron Petro, Lula y Sheinbaum, tampoco explica por qué el progresismo es una tendencia que mantiene durante dos décadas un núcleo duro de votantes en toda la región, que le permite ganar elecciones o, al menos, llegar a la segunda vuelta como en el caso de Ecuador. Tampoco ofrece razones o datos sobre, por qué los advenedizos que dicen no tener ideología y representar la “innovación disruptiva” se queman si no ganan la elección o, incluso si logran ser gobierno, apenas dejan el poder desaparecen rápidamente en medio de un duro y masivo desprecio.

Por otro lado, no explica cómo y por qué medios de comunicación y programas en plataformas de internet, considerados progresistas, aumentan sostenidamente sus audiencias en los últimos años y generan un importante tráfico de ideas políticas, como lo hacen también algunos medios tradicionales y digitales de derechas.

Solo para poner un ejemplo que conozco de cerca, Radio Pichincha tuvo un incremento de su audiencia en internetconectada en vivo del 400 % y un aumento de más del 500% de vistas en diferido con relación a su programación habitual, cuando transmitió y comentó el debate presidencial del 19 de enero de 2025. Además, las audiencias digitales de personas entre 25 y 34 años crecieron en 22% desde el inicio de la campaña electoral.

Me parece que, cuando una versión interesada reclama el puesto de la verdad, el que la pregona debe suponer que los demás somos lo suficientemente ingenuos para no preguntar ¿quién y por qué se produce esta versión? ¿a quién le beneficia aceptar esta supuesta verdad y a quién le perjudica? ¿dónde están los datos que le dan base de credibilidad a esta versión? ¿Existen datos relevantes que no se han incluido en esta versión con pretensiones de verdad?

Esperemos que Durán Barba sea capaz de responder estas preguntas. Hasta tanto, sus profecías son, en mi opinión, solo una versión interesada de la lucha política en la región y de la contienda electoral en el Ecuador, así como de los elementos que son supuestamente determinantes en ella.

Desde mi perspectiva, creerle a Durán Barba significaría aceptar, sin más, que los ciudadanos indecisos son seres irracionales, apolíticos y noveleros. Creer en sus profecías, nos convertiría, a quienes tenemos una posición política y una decisión electoral, en los estúpidos que a Daniel Noboa le gustaría que seamos; en los pusilánimes a los que es fácil condenar al silencio y a la inercia política; y, en los dóciles subalternos que renuncian a la razón porque supuestamente todos los demás lo han hecho.

Por RK