Por Consuelo Ahumada

Cuando el mundo se sume en una guerra comercial sin precedentes, la Celac avanza con propuestas concretas de integración regional.

El pasado 9 de abril se realizó la IX cumbre presidencial de la Celac en Honduras, en medio de la incertidumbre generada por la guerra arancelaria y comercial declarada por Trump una semana antes.

La arremetida, invocada en términos de seguridad nacional, rompe con los acuerdos de la OMC y con los múltiples TLC de EEUU. Se dirige principalmente contra China (aranceles 145%) y contra la Unión Europea (20%), con los cuales tiene notorio déficit comercial.

El mensaje para todos los países es claro: obedecen y “negocian” de manera bilateral o se atienen a múltiples represalias.

Esta guerra comercial representa el punto más álgido de confrontación entre las potencias económicas en los últimos tiempos. Busca frenar el avance de China e impedir la consolidación de un mundo multipolar que ya existe.

Las consecuencias estaban previstas: derrumbe del mercado bursátil, mayor inflación, caída del comercio global, devaluación y crisis financiera. 

En escasos tres meses, el magnate ya había reafirmado con creces su postura antiglobalización, en contra de instituciones y normas internacionales; su agenda de ultraderecha y privatizadora; su afán de enriquecer todavía más a los multibillonarios que lo rodean; su obsesión contra la migración, en especial latina.

A todo ello se suma su decisión de anexar regiones enteras y de forzar a sus aliados a incrementar el gasto militar y la agudización del conflicto bélico en todo el Medio Oriente.  

Pero volvamos a la región. La Celac, que agrupa a 33 naciones latinoamericanas y caribeñas, se puso en marcha en 2011 por iniciativa de Chávez, para profundizar la integración regional y reducir allí la hegemonía estadounidense. Se vivía la primera ola de gobiernos alternativos.

Posteriormente, vendría su declive y con ello, el de la integración. Pero esta tomó un segundo aire a partir de 2018 con AMLO.

Al inicio de la Cumbre, en un momento muy emotivo, los líderes de México, Brasil y Colombia recibieron un significativo mensaje de Pepe Mujica: “Queridos amigos, ustedes me tienen que perdonar porque yo estoy al final de mi partido (…) no abandonen el esfuerzo por la unidad de nuestro continente, no dejen apagar la llama de la integración y solidaridad regional, acepten las diferencias pero que ellas no impidan sumar nuestras voces y crear así una mucho más potente”.

El presidente Petro asumió la presidencia pro tempore de la Celac por un año. Sin duda, una gran oportunidad para afianzar su liderazgo político de avanzada en la región. “Serán meses de tormenta”, previó.

Durante el evento, los mandatarios acordaron emprender tareas conjuntas frente a la guerra comercial, así como la búsqueda de nuevos interlocutores comerciales y económicos en China y el resto de Asia, Europa y África. Todo un disgusto para Trump.

Colombia propuso una postura común de la región ante la migración, la crisis climática, la protección del Amazonas y la interconexión eléctrica continental con energías limpias. Planteó también construir la red regional de soberanía alimentaria.

En sus intervenciones, Petro insistió en que la CELAC pasara a la acción y adoptara medidas concretas hacia la integración. Propuso la conformación de grupos de trabajo para avanzar en aspectos concretos como seguridad y lucha conjunta contra mafias diversas y crimen organizado y profundización democrática.   

De acuerdo con Germán Velásquez, quien desde la OMS diera hace años una valerosa batalla defendiendo los medicamentos genéricos frente a las farmacéuticas, la Cumbre dio un paso enorme con la aprobación de una ambiciosa propuesta: la creación de un mercado común de medicamentos.   

También por iniciativa de Petro, los países “consensuaron una agenda estratégica orientada a garantizar la soberanía sanitaria, reducir la dependencia de las grandes farmacéuticas (…) conformar una agencia regional de medicamentos, que coordinaría investigación, producción, regulación y distribución de fármacos esenciales en toda la región.

Su eje central será la cooperación entre los sistemas de salud públicos y la transferencia tecnológica regional.

“La pandemia nos enseñó que depender de las importaciones es una receta para el colapso”, dijo Petro al respecto. “No se trata solo de producir medicamentos, se trata de producir dignidad”. Así, “el futuro de América Latina no está atado a las decisiones de una superpotencia, sino al coraje y la cooperación de sus propios pueblos”.

Petro hizo también un llamado impetuoso a atender la crisis de Haití; a seguir luchando contra el bloqueo a Cuba, las sanciones a Venezuela y la amenaza de Trump de apoderarse del Canal de Panamá.

La Declaración de Tegucigalpa, aprobada por consenso suficiente, le da impulso significativo a la integración regional, en momentos tan inciertos y difíciles.  

Ratifica a Latinoamérica y el Caribe como Zona de paz, con base en los principios de la democracia y el Estado de derecho, el multilateralismo, protección de los derechos humanos, respeto a la autodeterminación, no injerencia en los asuntos internos, soberanía e integridad territorial.

Rechaza la imposición de medidas coercitivas unilaterales, contrarias al Derecho Internacional, incluidas las restricciones al comercio global.

Por último, el triunfo de la extrema derecha en las elecciones ecuatorianas resulta bastante preocupante, en medio de múltiples denuncias de irregularidades durante toda la campaña. Ecuador, convertido en el país más violento de la región, es también ahora aliado incondicional de Trump.

Por RK