Por Pedro Pierre
El Jubileo que se da este año en la Iglesia católica recuerda la celebración del cumplimiento de 4 leyes sociales publicadas en el país de Jesús. Estas leyes del tiempos de ‘Los Jueces’ fueron aplicadas unos 1,100 años antes de Cristo, o sea, ¡hace 3,200 años! cuando los Hebreos habían ocupado Canaán-Palestina. Habían salido de la esclavitud de Egipto unos 100 años antes, liderados por Moisés, Miriam y Aarón, hermanos de Moisés.
Durante la travesía del desierto, ya habían asumido unas 3 tareas colectivas. El proyecto de Moisés, inspirado en Abraham y Sara, buscaba libertad, equidad y fe. Primera tarea: Para sobrevivir en el desierto se habían organizado en grupos de familias, o sea, los clanes, con un líder que resolvía los problemas del clan: Era un esbozo de ‘descentralización. Segunda tarea: Luego para nos morirse de hambre habían decidido compartir la alimentación según la necesidad de cada familia: Era un esbozo de la equidad, o sea, que cada uno tenga lo que necesita para sobrevivir. Luego al llegar a Canaán-Palestina, los clanes se unieron en 12 tribus para repartirse las tierras, primero por tribus, luego por clanes y finalmente por familias, con el criterio de que “la tierra no se vende ni se compra porque la tierra es de Dios para todos”.
Después de un tiempo se dictó las leyes sabáticas que se revisaban cada 7 años y las leyes jubilares o Jubileo que se revisaban cada 50 años. Las leyes sabáticas consistían en perdonar las deudas, liberar los esclavos y dejar descansar las tierras durante un año. La ley ‘jubilar’ retomaba las 3 leyes sabáticas y además se devolvía las propriedades perdidas o empeñadas a su legítimo dueño, es decir a la familia primera propietaria. Se daba la razón de tal proceder: “No debe haber pobres en medio de ti”. Este Jubileo se realizaba a lo largo de todo un año y terminaba con un gran peregrinaje al templo de la capital, Jerusalén.
Cuando llega, Jesús retoma el proyecto del Jubileo para definir en la sinagoga de Nazaret su misión de profeta del Reino. María, la madre de Jesús, lo había entendido muy bien: Era un programa socio-religioso. Lo proclamó cuando, embrazada de Jesús, fue a visitar su prima Isabel:
“El Poderoso muestra su misericordia siglo tras siglo. Dio un golpe con todo su poder: Deshizo a los soberbios y sus planes. Derribó a los poderosos de sus tronos y exaltó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos como lo había prometido a nuestros padres”
En su tiempo el papa Francisco nos dio varias orientaciones para celebrar el año jubilar que no consiste solo en hacer reuniones, oraciones, procesiones o peregrinaje a Roma. He aquí unos extractos de la Carta que publicó:
“El Jubileo nos recuerda que los bienes de la tierra no están destinados a unos pocos privilegiados, sino a todos. No se puede conformar con sobrevivir o subsistir mediocremente.
El Jubileo pueda ser para todos un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús… Redescubrir la esperanza en los signos de los tiempos donde Dios nos llama.
La comunidad cristiana esté dispuesta a defender el derecho de los más débiles.
Seamos signos de esperanza merecen: los presos, los enfermos, los jóvenes, los migrantes, los ancianos. Con la justicia se entiende que a cada uno se debe dar lo que le es debido.
Recuperar los vínculos interpersonales, las relaciones internacionales, la promoción de la dignidad de toda persona y el respeto de la creación. Que todos los bautizados sean corresponsables. Volvamos a la Sagrada Escritura.
Remediar las causas que originan las injusticias.
A todas las personas promotoras o cómplices de corrupción digo: Esta llaga putrefacta de la sociedad es un grave pecado que grita hacia el cielo.
No lo olvidemos: los pobres, casi siempre, son víctimas, no culpables. Es escandaloso que, en un mundo dotado de enormes recursos, destinados en gran parte a los armamentos, los pobres sean la mayor parte, miles de millones de personas.
Hago otra invitación apremiante a las naciones más ricas: condonar las deudas de los países que nunca podrán saldarlas. Es una cuestión de justicia, agravada hoy por una verdadera ‘deuda ecológica’, particularmente entre el Norte y el Sur: cancelemos las deudas injustas e insolutas y saciemos a los hambrientos.”
¿Dónde nos ubicamos sea como cristianos, sea con humanistas comprometidos? Varias instituciones sociales están retomando esta última propuesta del papa Francisco: la condonación de la deuda externa. Unámonos a estas iniciativas para no quedar en un mero espiritualismo ni en buena voluntad sin eficacia.