Por Pedro Pierre
Es una palabra que me gusta: Empoderarnos. Tal vez la usamos muy de repente, pero significa mucho: Nos adueñamos de lo que nos corresponde como un hecho de crecimiento en dignidad y en derechos, lo que no es poco. Eso significa también que hemos descubierto nuestro espacio como ser humano en el proceso de una vida mejor. Damos importancia a lo personal que es primero, a lo material, es decir a lo que es necesario y superfluo, a lo social que incluye lo convivial y lo político, a lo espiritual que es más amplio que lo religioso.
Empoderarnos quiere decir que nos responsabilizamos de nuestra personalidad en todas sus dimensiones, listos para enfrentar los retos y las responsabilidades que eso significa. Nos damos cuenta que la vida es un precioso regalo a desarrollar al servicio de una vida colectiva mejor, de una sociedad que va creciendo, transformándose y mejorando porque decidimos aportar la parte que nos corresponde a cada uno. Venimos a un mundo hecho, bien y mal a la vez, y depende de nosotros que sea un poco mejor. Eso es la vida: Existir para hacer crecer la vida, toda vida, en particular donde está más atropellada.
Empoderarse es utilizar el poder que tenemos, los talentos que son los nuestros, afín de no dejarlos dormidos y enterrados, sino actuar a favor de más vida, más justicia, más fraternidad, más armonía con la naturaleza, más comunión con la vida y el amor del cosmos y del ente que todo lo anima, que llamamos Dios, Energía vital, Fuente de todo, Alma del universo, Intimidad profunda de cada uno, etc.
El poder es una fuerza que habita en cada uno de nosotros. Es la capacidad que tenemos todos de pensar, elegir y decidir por nosotros mismos. Todos tenemos talentos y capacidades, lo suficiente para crecer, progresar y tener éxito. Por eso lo primero que tenemos que hacer es despertar, desarrollar y poner en marcha estas capacidades y talentos nuestros junto con los demás. Eso significa valorarnos individualmente, empoderarnos de lo que poseemos dentro de nosotros. Hay que convencernos, cada uno, que sí podemos ser felices y valientes en medio de los conflictos, las limitaciones y los fracasos: Eso es empoderarnos del timón de nuestra vida y ser útiles a los demás y con los demás, porque nuestra fortaleza interior nadie nos la puede quitar. Más bien se cultiva, se organiza, se orienta mediante pensamientos, proyectos y decisiones. Nuestro poder interior está hecho para crecer y servir al bienestar de todos.
Si sabemos que cada uno tenemos ese poder interior, debemos admitir que los demás también lo tienen y no sólo algunos, sino todos. Entonces la unión es nuestra fuerza, la comunidad es el camino para orientar este poder colectivo al servicio de todos, siendo complementarios los unos con los otros. Se trata entonces de perder el miedo porque somos pobres, porque somos campesinos, porque nos han marginado y despreciado. Ahora debemos diferenciar la dignidad de cada persona y la maldad de sus actos. Todos nos merecemos respeto y todos nos debemos respetar los unos a los otros. La maldad es cuando dejamos de respetarnos, cuando dominamos, acaparamos, engañamos. La maldad opaca nuestra dignidad, la prostituye, pero no la destruye. Siempre el ser humano puede recapacitar, cambiar, volver al camino de la fraternidad porque eso es nuestro destino. La dignidad es nuestra esencia; la maldad es su mayor enfermedad. Nos toca elegir.
El poder no es malo. Está malo cuando lo utilizamos contra los demás y cuando lo utilizan contra nosotros. Estamos en el enfrentamiento de dos poderes opuestos: el poder de la maldad que es dominación, acaparamiento y engaño y el poder popular que es comunidad, fraternidad, compartir, solidaridad al servicio de un proyecto común: la hermandad universal. Ese es el proyecto sembrado en todos los seres humanos, porque la naturaleza humana es fundamentalmente buena. Eso es lo que nos quiere demostrar el primer capítulo de la Biblia, el gran poema del Génesis: Con su creación Dios se maravilla de lo que está haciendo y cuando termina la creación de la primera pareja “vio Dios que eso era muy bello”. Más después vendrá la maldad. Nosotros tenemos que rescatar en nosotros este poder primero, esta bondad y belleza originarias. Eso se llama empoderarnos personal y colectivamente de lo nuestro. Luego iremos alcanzando grandes logros individuales y colectivos.
¡Qué linda palabra es ‘empoderarnos’! A ver si logramos andar este camino en una sociedad donde la maldad ha sido organizada como un sistema de destrucción y de muerte. No es fácil, pero siempre es posible… Grandes mujeres y valientes varones nos han dado el ejemplo. Ahora nos toca a nosotros. Juntos, sí lo podemos lograr mucho. Sólo se trata de comenzar, de dar un primer paso, para que otros pasos se den y que otros empiecen también a caminar… ¡Felizmente algunos ya están caminando!