Por Jacques Ramírez G.

Este 24 de mayo, Ecuador conmemoró 200 años de Independencia. Pese a que el presidente Lasso y su gobierno le dieron poca o nula importancia a una fecha tan importante para la historia de este país andino, fueron los gobiernos seccionales, y concretamente el Gobierno Autónomo Descentralizado de la Provincia de Pichincha, la institución que se tomó en serio el recordar, celebrar e interpretar la gesta independentista, conocida como la Batalla de Pichincha.

Entre las diferentes actividades y convocatorias académicas, políticas, culturales, recreativas y gastronómicas para repensar el Bicentenario, quiero resaltar dos: la elaboración de un mural de 600 metros cuadrados, ubicado en la Plaza de la República (Quito), creado por el maestro Pavel Egüez; y el discurso, en la Sesión Solemne, de la prefecta de Pichincha, Paola Pabón Caranquí. Las dos acciones van de la mano dado que, después de dos siglos, se hace una justa reintepretación de la Independencia desde una lectura feminista.

La Prefecta en su discurso recordó cómo ‘la historia oficial’ ha omitido la acción internacionalista, pero sobre todo el papel de las mujeres en las gestas libertarias. Narró el siguiente pasaje histórico:

En Bodegas, como se conocía en la Época Colonial a la actual ciudad de Babahoyo, la campaña independentista cobró fuerza el 21 de agosto de 1821. Allí se alistaron tres soldados que respondían a los nombres de Manuel Jiménez, Manuel Esparza y Manuel Jurado. Es notoria la influencia del nombre. 

Esos tres soldados combatieron en diversas escaramuzas, hasta que Manuel Jurado fue herido en la Batalla de Pichincha. Trasladado al hospital, se despertaron sospechas cuando se negó al reconocimiento médico de su herida de bala en el pecho. Cuando se descubrió su lesión, brotaron del uniforme granadero, sus senos, su verdadera identidad y su corazón, herido y leal. Se llamaba Nicolasa Jurado, y al develar su nombre, apareció la historia de sus compañeros Esparza y Jiménez, que realmente respondían a los nombres de Gertrudis e Inés…

Pasajes de la historia como estos no aparecen en los textos escolares y han sido borrados de nuestra memoria. La relectura que hizo la Prefecta, recordando la importancia de la emancipación en su amplio sentido, quedo también plasmado en ese gigante de azul profundo donde se reconoce a tres mujeres: Manuela Saénz (1779-1856), Dolores Cacuango (1881-1971) y Tránsito Amaguaña (1909-2009). Las dos últimas mujeres luchadoras por los derechos de las y los indígenas en épocas de huaspingos, explotación y violencia laboral y racismos que perviven hasta nuestros días.

Además, en el mural se observan los rostros de mujeres anónimas, silenciadas y olvidadas. Cualquiera de ellas puede ser Manuela o Ana Garaicoa, Baltasara Calderón, María Aguirre, Carmen Franco, Petra Guiraldes, Simona Mora, Isabel Morlás, María Rosa Silva, Mercedes Decimavilla o Ramona Castillo. Todas ellas participaron en las batallas libertarias. Pero también representan aquellas mujeres violadas, desaparecidas o asesinadas: Claudia, Esther, Teresa, Ingrid, Fabiola, Valeria de las que nos habla Vivir Quintana en su Canción Sin Miedo. Por eso, en el mural se lee la frase: “Ni una menos”.

La relectura que hizo la prefecta de Pichincha, desde el feminismo y lo popular, hablan de la libertad como un ejercicio político performativo que interpela y va en desacuerdo, como nos recordaba Judith Butler, con lo legítimo y dominante. Paola Pabón colocó en el corazón de nuestra historia los temas de identidad de género, clase y diversidad étnica. Las olvidadas por el poder, por el ‘pecado original’ de ser mujeres, pobres e indígenas o negras.

Lamentablemente, en tiempos de gobiernos plutocráticos, de persecuciones políticas y de estéticas elitistas, muchos de los debates fundamentales en torno a la reinterpretación del Bicentenario quedaron en temas de forma y procedimiento. Parecería que ello es más importante que discutir los elementos estructurales que han imposibilitado que en 200 años de Independencia las mujeres aún no la tengan.

Solo el tiempo pondrá las cosas en su justa dimensión y se recordará -así como la Revolución Alfarista ordenó la construcción del Monumento de la Plaza de la Independencia, por el centenario del Primer Grito- a la Revolución Cuidadana como el principal movimiento que dejó un legado por el Bicentenario, pues ha sido no solo aquel que ha recordado esta fecha fundamental, a la que poca importancia se le ha dado desde el Gobierno Central, sino que además ha visibilizado a aquellos sectores excluidos de la historia y de la sociedad: las mujeres, actoras indispensables en las luchas por la libertad y los derechos.

Por RK