Por Ramiro Aguilar Torres
Agustín Intriago, alcalde de Manta ha sido asesinado. Es, sin duda, un crimen político. Acá no hay espacio para el descrédito del muerto. No existe posibilidad alguna de sostener que algo turbio habría estado viviendo el alcalde para que lo manden a matar.
He preguntado a una amiga mientras escribo estas líneas ¿Qué piensas del crimen de Manta? Y su respuesta fue clara: “Me parece que la persecución política está terrible; cualquiera que no vaya con los ideales de los altos mandos políticos, los mandan a desaparecer. Si así pasa con gente que tiene un poco de poder dentro del país; imagínate qué nos espera a los que somos el pueblo”. Carol, quien responde desde sus 28 años y sin ser en absoluto política, da instintivamente en el clavo. El asesinato de Intriago es político y debió haber sido ordenado por los altos mandos políticos del país. Ahora bien, ¿Quiénes son estos altos mandos que buscan aniquilar a quienes no piensan como ellos?
Es evidente que esos altos mandos a los que se refiere metafóricamente Carol, no están en el gobierno propiamente dicho que, a estas alturas, no manda a nadie. Hay mandos sobre el propio gobierno de Lasso. Intereses económicos tan brutales y odios políticos tan viles que no están dispuestos a perder el poder al que llegaron aupados en el odio el 2021, año en que Lasso llegó al gobierno, pero no al poder. El actual presidente es un bobo fresa que sirvió como pantalla para que aquellos conocedores de su ineptitud consumaran el asalto a las reservas internacionales del Ecuador, a Galápagos. Aquellos a los que ha faltado tiempo para devorar el petróleo, telecomunicaciones, minería y los pocos activos que tiene el país.
Precisamente porque les faltó tiempo, están desesperados por evitar que la Revolución Ciudadana vuelva al poder. Le temen a la justicia y le temen a una política pública de recuperación de los servicios públicos; repatriación de la reserva y auditoría de las concesiones recibidas. En mi opinión, temen también a que sus acuerdos con los carteles de la droga se hagan evidentes. Hay que suponer -casi hasta la certeza- que estos altos mandos políticos sirven a los intereses de los altos mandos económicos que lucran de la intermediación financiera que el narcotráfico necesita para sacar el dinero del país.
Las graves circunstancias que vivimos nos hacen suponer -también casi hasta la certeza- que el Ecuador es desembarcadero de droga; moridero donde bandas de matarifes se pelean las rutas del tráfico de estupefacientes en nombre de los carteles. Suponer que el dinero que genera el narcotráfico no se queda en este país -pobre y desordenado; sino que sale hacia paraísos fiscales a través de aquellas entidades del sistema financiero que se hacen de la vista gorda para quedarse con las comisiones.
Estos altos mandos políticos a los que se refiere intuitivamente mi amiga Carol, (otra vez hay que suponer casi hasta la certeza) habrán comprado movimientos políticos de turbio, violento y reaccionario discurso que la fiesta de militares y policías represores y corruptos; así como de candidatos arribistas y pendejos en el lenguaje pendenciero de un artista de la calle. Movimientos nacionales unos; y locales otros, dónde la cariñosa mano del narcotráfico habrá puesto candidatos a la Asamblea Nacional, casi sin dudarlo.
Duele el asesinato de Agustín Intriago, alcalde reelecto de Manta. Hombre en plena madurez que deja una familia en la orfandad. Hombre que superó al COVID pero que no pudo superar la embestida de políticos envilecidos y de sus sicarios.
Este país sodomizado por la muerte debe encontrar en la tragedia de Intriago un mínimo de dignidad y pedir verdad y justicia. Los autores materiales serán, para variar, matarifes obesos con joyas en los dedos y drogados hasta el tuétano. Hay que llegar a sus patrones, a quiénes planificaron y ordenaron la ejecución del alcalde.
En Una buena razón para matar (Quito, 1990), Raúl Rojas Hidalgo escribía: … “pero hay tantas clases de muerte, dice para sus adentros. La de Luis Andrade que se cayó del andamio, muerte “muerte”, es decir fallecimiento. La del Negro Almírez que se mató de un tiro, muerte “huida”, tontería. La del Zafiro Torres que andaba enclenque ya tres años, muerte “liberación”. Y estas muertes en refriega, la del J, la del Indio, la de Paulito, del Álvarez, todos muchachos ignorantes que se metieron a cadetes de la libertad, con piedras contra fusiles, “muerte – vida”, porque significa conciencia, voz, da diciendo, corre – ve – y dile”.
Yo soy menos literario, la muerte es muerte y punto, Marca el fin del tiempo de cada ser humano. Al día siguiente el mundo sigue su curso, Mañana Manta tendrá otro alcalde, los funcionarios y empleados municipales saldrán a sus oficinas y a limpiar la ciudad según les corresponda. La tragedia se queda en la familia. Ahí se sentirá el vacío, la ausencia, la soledad. No hay reparación posible. La muerte de Agustín es una tragedia, que necesita justicia. Un juicio aquí en la tierra, a los autores materiales e intelectuales. Apresar solo a los gatilleros sería matar a Agustín una vez más en la otra vida de los creyentes.
Paz en la tumba de Agustín Intriago y que su familia encuentre consuelo.