Por Luis Herrera Montero
Diversidad de pronunciamientos golpistas han emitido las oligarquías latinoamericanas en torno al indiscutido triunfo ya de Pedro Castillo y Perú Libre en las últimas elecciones presidenciales. La misma Keiko Fujimori ha interpuesto solicitudes de nulidad sin los indispensables sustentos legales para tal despropósito e inconstitucionalidad. Seguramente, si los resultados otorgaban el triunfo electoral de Fujimori, con la misma diferencia de un aproximado de 45 mil votos, la proclamación hubiera sido un hecho. Pero al ser catalogado Castillo como alguien alineado con la izquierda, se busca todos los impedimentos para su definitivo reconocimiento como presidente de la república. No son para nada inocentes las afirmaciones de Vargas Llosa sobre la improcedencia del “totalitarismo” que implica un gobierno de izquierda. Ante esto y en la misma tónica de análisis, es desvergonzado que militares retirados sugieran la intervención de las Fuerzas Armadas. De igual manera, reaccionarios colombianos han declarado la urgencia de repetir las elecciones, a causa de irregularidades que tampoco han sabido demostrar, determinado además y de forma innegablemente autoritaria, prohibiciones a líderes progresistas de América Latina, para comunicar felicitaciones a Pedro Castillo ante un hecho que está prácticamente consumado, en apego estricto a lo establecido en la normativa electoral y los mandatos constitucionales de Perú. Entonces las derechas son las totalitarias por promover golpes de Estado.
Acontecimientos sobre golpes de Estado, en los últimos años, nos dejan en claro las intenciones oligárquicas. Recientemente, en Bolivia colocaron a Añez como presidenta, ignorando todas las instancias institucionales que avalen el acto. Claro, con el apoyo irrestricto de las Fuerzas Armadas. Revueltas en protesta se generalizaron en todo el país y la represión totalitaria fue la práctica del ilegítimo gobierno, que durara poco y que fuera ampliamente derrotado por el MAS en una sola vuelta electoral. Como no recordar la maniobra golpista que antes se concretara con la destitución de Dilma Rousseff de la presidencia de Brasil, que luego colocara ilegalmente en prisión a Lula, la figura más relevante de la política brasileña de las ultimas décadas; hecho que facilitara el acceso de Bolsonaro al gobierno, con sus conocidas y nefastas consecuencias. Para el caso de Colombia, los pueblos auténticamente democráticos exigiremos a nivel mundial que le fascismo uribista tampoco instaure un golpe de Estado, como respuesta ante su inevitable impopularidad. Las multitudinarias movilizaciones han dejado en claro el malestar popular respecto del uribismo: un régimen totalitario sin duda alguna.
Retomando el tema de Perú, un golpe de Estado sería un gravísimo error por parte de las oligarquías peruanas. Masivas movilizaciones también se producirían, en protesta de un claro asalto a una decisión popular. Obviamente, a las derechas les importa nada el sentir de sus pueblos y no aprenden de la grave crisis institucional que atraviesa Peru. No les bastó demonizar la figura de Pedro Castillo con el irreal fantasma comunista, que en el mundo conlleva una historia de totalitarismo imperial capitalista, que nos obliga a recordarles las masacres en Vietnam, que tuvo oposiciones abiertas y movilizaciones de parte del mismo pueblo estadounidense y que lograron el inevitable retiro del imperio militar de territorio vietnamita. Esperar algo diferente desde la política internacional de Estados Unidos sería una ingenuidad, pero al nuevo presidente Biden le será difícil apoyar un gobierno fujimorista, con pocas posibilidades de sostenimiento ante la indignación poblacional que provocaría el golpe de Estado. Además estaría legitimando lo que Trump intentara hacer con sus declaraciones de fraude, igual de ilegítimas que las realizadas por voceros de las oligarquías peruanas.
En calidad de conclusión, invito a los lectores de rutakritica a insistir en manifestaciones y pronunciamientos en clara oposición a golpes de Estado. La realidad da claras muestras de severas implicaciones para el bienestar democrático de América Latina. Y si mañana la democracia fracasa será por el totalitarismo oligárquico y no por la resistencia progresista y de izquierda. El totalitarismo en Latinoamérica siempre ha sido de extrema derecha y oligárquico.