La Revolución Ciudadana volvió a patear el tablero electoralcolocándose en el centro de la escena política, cuando el 18 de agosto de 2020 una coalición de fuerzas políticas y sociales proclamó el binomio Andrés Arauz-Rafael Correa de cara a las elecciones presidenciales del 2021. Sin duda, constituye toda una hazaña en el marco de la persecución política implacable del gobierno, evidenciando el fracaso del establecimiento oligárquico en su objetivo de aniquilar el proyecto político progresista y destruir sus liderazgos en la sociedad ecuatoriana, al que se dedicó con fervor en los últimos tres años.
Confirmada tan “inverosímil” noticia, pues Correa era a susojos y los de sus jueces mediáticos, un político “desahuciado”y legalmente “impedido” de aspirar a nada, continuarían lasalegaciones jurídicas. No sorprende. Quienes a lo largo de estos años han hecho jirones de la ley instaurando prácticamente dos repúblicas: la de los neoliberales, consupremas prerrogativas en su manejo indebido, frente a la de los progresistas, excluidos de todo acceso a la justicia, hoy nuevamente recurren a interpretaciones arbitrarias para negar la presencia de Correa en la papeleta electoral.
Por ello, el gesto de colocar su nombre en ésta constituye un acto de resistencia frente a este sistema político discriminatorio. Es desconocer estas reglas de juego ilegales y dictatoriales, con pretensiones de acorralar y destruir al progresismo. Es ubicarse, por el contrario, bajo el paraguas de la Constitución de Montecristi que nos garantiza a todas y todos los derechos políticos. Es afirmar el vigor de la corriente progresista, su resiliencia pese a toda la adversidad vivida, la legitimidad de su participación electoral y la soberanía de sus decisiones en torno a sus candidaturas.
Por su parte, la nominación presidencial tiene un importante significado porque Andrés Arauz es el rostro real del progresismo. No el falseado por la manipulación mediática.Hombre sencillo, representa a esa clase media trabajadora, nacida del pueblo humilde, hecha a pulso, sobre la base del esfuerzo honesto, que ha llegado a donde está por su empeñoy por condiciones históricas específicas, muy lejos del imaginario de “codiciosos”, “pervertidos” y “corruptos” construidos por los poderes fácticos para marginar a los sectores populares de la lucha por el poder político del Estado.El binomio, pues, nos representa. No en vano suproclamación ha causado sorpresa y entusiasmo entre militantes, adherentes y simpatizantes de la corriente.
El “perfecto desconocido”, para quienes han querido descalificar la candidatura de Arauz, es, sin embargo, perfectamente conocido para la derecha codiciosa que nos gobierna, a quien ha dado batalla en el terreno de las ideas con argumentos técnicos y políticos a lo largo de estos tres años,denunciando sus latrocinios, además de hacer propuestas concretas e innovadoras para salir de la crisis. Con seguridad, su tenacidad, firmeza y lealtad evidenciadas sobre todo en este aciago período caracterizado por tanta felonía, cinismo y cobardía, deben haberse considerado como valores contrastantes y emblemáticos del progresismo para seleccionarlo como su candidato.
Evidentemente, el binomio representa un recambio generacional de la tendencia, un rostro fresco al que se le impone el desafío de consolidarlo, fortalecer y ampliar la base social y política lograda, convencer al electorado de una agenda progresista renovada, que recupere las líneas de la década ganada, mantenidas en el imaginario popular, pero que vaya más allá en derechos y reconocimiento de las identidades, justamente, lo que se estaría planteando al proponerse un gobierno “feminista” y “ecologista”. Yo diría que también debería definirse como intercultural.
Más allá del desconcierto y desasosiego que este binomio ha generado en la derecha, ¿ha sido el responsable de la desactivación de las dos candidaturas de ese campo que se produjeron a pocos días de su lanzamiento? Pese a la proclamada “unidad” como argumento de ambas declinaciones, no parece que el frente progresista motive la coalición de las derechas en una sola fuerza en esta coyuntura político-electoral. Pero, al igual que en octubre, estarán dispuestas a blindar su proyecto neoliberal a cualquier costo, en caso de que vean amenazada la continuidad de su manejo corporativo del Estado, lo que exige la mayor alerta y la másamplia unidad de las fuerzas progresistas a ser garantizada por el Binomio de la Esperanza.