Por Danilo Altamirano
Vivimos tiempos inciertos, con brechas de desarrollo profundas que alarman a la ciudadanía, como la desprotección social (salud, educación, vivienda, bienestar social), inseguridad ciudadana, desnutrición infantil, migración, discriminación, polarización, populismos, crisis de representatividad, conflictos socio – políticos, entre otros fenómenos y acontecimientos que debilitan la confianza en las instituciones del Estado y lo público, generando en la población incertidumbre y amenaza en los procesos de fortalecimiento institucional, organizacional y de las transformaciones sociales.
La pasividad complaciente del ciudadano -derecho pasivo-, derivado de la baja o limitada cultura y empoderamiento en participación ciudadana, denota un déficit democrático de desconexión ciudadana en los espacios de participación a nivel nacional y subnacional, que conlleva a repensar los procesos democráticos y su impacto en la construcción de una nueva sociedad, parafraseando Abraham Lincoln “del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
Otro factor influyente en la participación ciudadana es el nuevo mundo digital en el que vivimos -redes sociales-, donde los trolls de la comunicación aprovechan el anonimato para lanzar mensajes malintencionados que alimentan la manipulación mediática con desinformación y teorías conspirativas, alarmando y desinformando a la ciudadanía, desencadenando en el desgaste de la reputación de las instituciones, empresas, grupo de personas, o de carácter personal. Esta acción irresponsable, pone en escena de vulnerabilidad al sujeto social por cuanto agrava el sesgo natural de las personas con expresiones de odio y violencia, provocando principalmente insatisfacción y desconfianza en las instituciones públicas.
La democracia está siendo erosionada, y el ideal democrático presenta desgaste, de ahí que, el analizar el factor de participación ciudadana como uno de los referentes esenciales para identificar el avance de la democracia, sin duda, es una corresponsabilidad de todos, debido a su rol protagónico en la construcción de la política pública hacia el fortalecimiento del sujeto social, de la democracia y el desarrollo, que implica la armonía y conjunción de elementos sociales, económicos, jurídicos, filosóficos y antropológicos, entre otros.
En este sentido, la reconfiguración o fortalecimiento de la clase política con amplitud político – ideológica, como una contribución al ideal de la paz, requiere de altos conductores de las naciones y de la plenitud de sus recursos concienciales con visión de desarrollo sostenible, actitudes democráticas y aptitudes en el diseño y la ejecución de políticas y actividades públicas enfocadas a construir nuevas relaciones de poder en el marco de la justicia social, equidad territorial, igualdad de oportunidades, inclusión social y económica, solidaridad y cooperación, para enfrentar los desafíos que impone la sociedad, porque la ciudadanía es la expresión ampliada de relación de convivencia entre el Estado y el mercado.