Por Juan Montaño Escobar
Las negaciones que yacen en el imaginario colectivo navegan en un mar de
contradicciones propias de una sociedad racista y poscolonial. Al afroecuatoriano
sólo se le tiene en cuenta cuando se trata de su participación en el deporte, en
especial en el fútbol, donde ha tenido una visibilidad destacada.
Afroecuatorianos: Reparaciones y Acciones afirmativas,
John Antón Sánchez[1]
Introducción
Un día de aquellos cuando la escuela formal no perturbaba esos saberes adquiridos en casa o escuchados en conversatorios de nuestros mayores y nuestras mayoras, en mi niñez no creía en la naciente y creciente jerarquía de los saberes diferenciadores. Qué va, todos tenía sus equivalencias valorativas. Aquella diferenciación vendría después, y con respeto a la palabra magisterial, en escuelas y colegios secundarios. Crecíamos con el idioma rápido para atender indicaciones, cumplir con el mandado o la distinción de los cruces idiomáticos que nunca nos parecieron palabras chistosas. Fuimos devotos de la palabra sabia, bonita, inquietante o surtida de intrigas. Eran nuestras palabras porque eran dichas por la gente mayor en sus narraciones épicas y en los relatos de Tío Tigre y Tío Conejo, del Compadre rico y el compadre pobre, los encuentros de la gente con los personajes mitológicos afropacíficos y las lecciones de ética. También fueron esos días de comunicación sin los estorbos aduaneros del diccionario de la RAE, porque se estaba al “natural”, como decía la llamada gente culta. O quizás porque nadie quería usar el habla fina de la burguesía de los clubes sociales, se prefería el habla espesa y rebelde de los clanes de pibes; el barrio cultural prevalece, aunque no siempre. En esas estábamos. Al banano se lo llamaba mampora (un derivado del bantuismo de mbora); no nos molestaba la designación de bemba en lugar de labios; distinguíamos la canoa (palabra proveniente del taino) del bongo la misma embarcación pero con nuestra designación; a quien no estaba informado se le ilustraba sobre el estado de la fruta si aún no era comestible a satisfacción, porque estaba viche o biche (no alcanzaba aún el punto de maduración); los viejos no fumaban tabaco en pipa sino en cachimba; crecimos oyendo llamar chimbo a lo falso o chimbador a quien estorbaba con su inutilidad; ahora sé que la marimba reinventada por acá es el resultado de unos procesos epistémicos de las comunidades afropacíficas colombo-ecuatorianas. Nuestra ancestralidad jamás pacificó sus rebeldías epistémicas, al revés el cimarronismo les sobró hasta para ciencias, conciencias, impaciencias y preeminencias. .
MOJA[2] (1)
La metodología para la acumulación de riquezas de los Estados europeos, en los siglos posteriores al siglo XV, aún es la misma. Obtener más con menos. Y si no con menos fuerza de trabajo con técnicas compensatorias para incrementar la producción de lo que sea; el fin primario era la acumulación de riqueza de los grupos gobernantes y su transformación en poder político, dentro del país y más allá de las fronteras. O sea convertirse en potencia dominante y mandate. La hegemonía imperial fue erigida para que durara una eternidad. Más trabajo (W) en menos tiempo (t), aumenta el valor del objeto y mantiene la subjetividad de la supremacía nacional. W>t=acumulación. Las colonias debían obligatoriamente abastecer de riquezas al Estado colonizador, sin importar el gasto mortal cuantificado de personas mecanizadas como irredentas fuerzas de trabajo. Para despersonalizar a quienes eran obligados al máximo rendimiento inventaron repertorios deshumanizadores mediante la religión cristiana, el conjunto de las artes educó en el desprecio a quienes eran sus vecinos y con lo anterior hicieron catálogos fisonómicos para la perpetuación del atesoramiento de la fuerza de trabajo. Se había inventado el racismo como negación absoluta de quienes eran conquistados, colonizados y concienciados de una ficticia inferiorización. En una frase se resume: “el racismo se basa en una relación fantasmática con el cuerpo”[3]. Karl Marx precisa el relato: El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, político y espiritual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia[4]. Los grupos sociales europeos beneficiarios directos de la producción de vida material de la gente esclavizada o en situación esclavizante fundamentaron la prolongación indefinida de su aprovechamiento en la creación del racismo, un elaborado condicionante epistémico de la vida social de la gente africana (colonizada) y la gente europea (colonizadora). La división sustentada y demorada entre el Ser humano y el no Ser humano.
¿Y si la cultura crea la conciencia (social o cultural)? Al conquistado-colonizado se le introdujo en un modo de producción de riquezas ajenas por sometimiento ideológico forzado, pero degradando su Ser social-cultural para dañar indefinidamente su conciencia, es decir, de percepción constructiva de su humanidad implícita. La propia, individual, y aun la colectiva, sin embargo, prolongadas a perpetuidad sin importar la herencia cognitiva en resistencia cimarrona. Vale indicar que toda actividad cultural, hasta convertirse en producto estético o científico, incorpora el resultado de las muchas catálisis cognitivas de las comunidades, por creatividad o por recepción satisfaciente del resultado de aquella. La conquista-colonización pretendió trastornar estos procesos epistémicos con el veneno de su propia episteme. Aquello tuvo éxito parcial, aunque prolongado por siglos, en la imposición hegemónica. Sin olvidar las intervenciones militares con todas las consecuencias trágicas y de exterminio.
En la esclavización, ya se dijo, la preminencia absoluta no era de la fuerza de trabajo sino el conjunto de conocimientos favorables a mejorar la productividad, más aún si el objetivo principal era la acumulación de riquezas. Las personas africanas fueron esclavizadas más que por la fuerza bruta, por la abundancia epistémica acumuladas en determinadas áreas de enorme utilidad en el naciente capitalismo, por ejemplo, minería, agricultura y medicina. La apropiación del producto de la fuerza física de las personas esclavizadas fue economía básica, pero más importante fue aquello que se tenía como energía cerebral para la hegemonía económica de los Estados europeos de aquellos siglos. El esfuerzo corporal era apreciado (y a la vez despreciado) hasta la eliminación física definitiva de la persona esclavizada, pero se preservaba aquellos cuerpos, hasta la desesperanza definitiva, por la utilidad de sus conocimientos y saberes. Además sus portadores tenían mayor demanda y valor monetario en la oferta y demanda mercantiles de personas africanas. Fue la ley, no escrita, de la selección epistémica. España, Inglaterra, Portugal, Holanda (hoy Países Bajos), Francia, Bélgica, entre otros, crecieron económicamente por esa ley ficticia y muy bien aprovechada en su prodigalidad real.
En África y América despojaron a las comunidades de sus tierras, como factor consolidado de producción, y de sus territorios, como factor del relacionamiento múltiple de la Vida en común, las personas no están (no estamos) por fuera de la cooperación orgánica con la naturaleza. Para cumplir con ese destino hay que conocer (estructuras organizadas, composiciones bioquímicas-biofísicas) y saber (sostener el relacionamiento respetuoso). Una episteme no solo cientificista, mas también civilizatorio, con toda la carga cultural inevitable. Entonces, ocurrió la desposesión forzosa de la territorialidad de las comunidades negras e indígenas (espacio físico + espacio cultural) y continuar decididamente la extracción y acumulación de riquezas y la construcción del sistema económico capitalista.
MBILI (2)
La derrota de los cuerpos y las mentes africanas, el traslado forzado desde sus territorialidades a Europa y América; el máximo aprovechamiento de su fuerza de trabajo; y el borrón definitivo de sus Seres. Ese fue el inicio de la supresión perentoria de sus humanidades con todos significados y significantes, es decir, continuar en el tiempo la transformación desfigurativa por la dogmática jerarquización epistémica de la gente europea. Y partiendo de la elite reinante o gobernante alcanzaba a súbditos o gobernados. Victimarios y víctimas; opresores (y sus sirvientes) y oprimidos en las dos orillas geográfica y humanas. La batalla más allá del combate corpóreo y de la rebeldía natural e implícita en cada instante mínimo, estaba ese derecho inalienable al Ser.
La colectividad y el individuo negros, en sus instantes de resistencia, debieron todos los días, al amanecer y al anochecer, amainar los malos vientos de su crisis ontológica. Era el cansancio eterno del cual retornaban porque al no-Ser solo habitaban en ese no-espacio y en ese tiempo puntuales, porque cualquier reposición de vigor debía consumirse en lo ya establecido: la producción de mercancías. Aunque mujeres y hombres esclavizados también eran mercancías que producían aquello que fuera menester. Y eso que sus resistencias cimarronas por todos los medios necesarios, sus huidas a los palenques o la compra de sí mismos tenían admisión de las luchas anticolonialistas e independentistas. Sin embargo, la mayoría aún esclavizada tenía doble valoración en la economía política: valor de uso y valor de cambio.
Por las vías que fueran, las comunidades negras conocían de las resistencias políticas y armadas, en otras geografías de esclavitud, aquella información debió constituirse en soporte anímico y confirmación que lo imposible no era tal. Es posible que cuando supieron del triunfo de la lucha cultural anticolonialista y por un republicanismo antirracista de las comunidades haitianas el primer día de enero (jamás pudo ser en otro día) de 1804. Nacía un Estado, muy distinto a aquellos de los europeos e inclusive al creado por la revolución francesa entre el 5 de mayo de 1789 y el 9 de noviembre 1799. El Abuelo Zenón, voz autorizada por la memoria histórica y la Ancestralidad afropacífica, deja este renglón: “El Territorio Región del Pacífico es la tierra donde, contra nuestra voluntad, nos trajo la ambición de los otros. Pero también es la tierra nueva, la tierra donde nos ancló el amor por la tierra madre que se quedó al otro lado del mar. Esto cientos de años antes que nazcan los Estados que ahora nos ordenen ser lo que nosotros por nuestra propia voluntad, nunca quisimos ser”[5]. Las grandes batallas comunitarias, las que tuvieron la pequeña grandeza de los individuos (mujeres u hombres), las infinitas para que los muranes no se comieran el corazón[6], al revés, para que prevaleciera el cimarronismo pensante y combativo. Ancestras y ancestros batallaron por el sagrado derecho a volver a Ser (principios ontológicos) y recomponer el Ser mediante conocimientos y saberes (fundamentos epistémicos).
TATU (3)
Fue viernes ese 25 de julio de 1851, en ese día por la mañana, el Gobierno de José María Urbina y Viteri hacía pública la manumisión de los esclavos, previa indemnización al esclavizador con una importante cantidad en pesos, la moneda de esos años. Comenzó la paulatina devolución de los portadores de la fuerza de trabajo a ninguna parte y sin ningún derecho, inclusive al del ordinario vivir que principió desde la nada para miles de mujeres y hombres de origen africano. La abolición de la esclavitud se cumplió el 6 de marzo de 1854. Era lunes y no fue festivo. Hay diferencia ontológica en aquello que descubren estas dos palabras: ‘esclavitud’ y ‘esclavización’. La esclavitud clásica comprometía la libertad de desplazamiento, la subordinación total a un individuo e imponía el aprovechamiento sin límites de la fuerza de trabajo de los esclavos, hombres y mujeres. La esclavización, a partir del siglo XV, y mucho más desde el XVI, fue en cambio la supresión definitiva de la humanidad de las personas mediante la racialización absoluta de esclavizador y esclavizado. La humanidad de cada persona o de cada nación de procedencia se complejizó porque fue clasificada mediante atributos religiosos, fisonómicos, geográficos y culturales en una raza. Y también la epistemología fue jerarquizada desde lo racial durante siglos. Aun si se auto liberaba el esclavizado o la esclavizada no eran objeto de ningún derecho, su estado civil era muy precario. Ocurrió, sin excepción que no fuera para peor, en todos los países de las Américas
¿Cómo llegaron ontológicamente, hasta esta fecha, las personas de origen africano esclavizadas? ¿Cómo volver a Ser? ¿Cómo recomponer el Ser? El Abuelo Zenón, voz plural de Ancestros y Ancestras, habla de sembrar. (Quienes siembran cosechan y si la siembra es cultivada con ciencias y saberes la cosecha será mejor). “Hablar de la siembra para el cuerpo y la siembra para la cabeza, dos siembras de naturaleza distinta aunque ambas se hacen en los espacios de territorio ancestral”[7]. El Abuelo Zenón precisa que “sembrar para alimentar el cuerpo (procesos ontológicos) y para alimentar la cabeza (procesos epistémicos) [..] Hay todo un mundo en eso de alimentar el cuerpo, es todo un saber que se genera a partir del uso solidario y compartido de los dones de la montaña madre, lo que entendemos como el “estar bien colectivo”[8]. La biofísica circundante no era de materiales distintos al que constituían sus cuerpos africanos en disputa de absoluta para colonizar y poseer, pero por aquello renacían como hijos e hijas libres de la montaña madre. No era un territorio a conquistar, más bien siempre se sintió en convivencia con la territorialidad. Cierto porque las comunidades negras no estaban por fuera de ella ni de su configuración material y espiritual. Como otras veces volvían a encontrarse, en aquellos tiempos, con un sentido profundo de sobrevivencia resumido de distintas formas, pero con igual significado: El bien común es el bien propio[9]. Es un concepto ubuntológico.
El Ser pierde su sustancia complementaria y diferenciadora con la montaña madre si no adquiere saberes o los produce, utiliza, renueva y devuelve aquellos en porciones de vida fértil a la territorialidad. “Los saberes de la cabeza en cambio se siembran para facilitar la vida del cuerpo, se heredan y se cultivan al interior del cristiano; todos son secretos por eso pertenecen al mundo de la cabeza”[10]. Esas múltiples batallas no terminaron con la república, ni siquiera dio para un respiro. En la naciente sociedad ecuatoriana continuaba el colonialismo y sus afectos y efectos, pero con otra bandera y otros gobernantes. Se incumplieron los compromisos bolivarianos y se multiplicaron las justificaciones para negar la abolición de la esclavización. La Ley de Abolición de la Esclavitud fue aprobada con una mínima mayoría en la Asamblea Nacional 19 votos a favor y 17 en contra.
El Estado ecuatoriano ilegalizaba el uso sin fin de la fuerza de trabajo de las personas de origen africano, pero no repuso ninguna condición de igualdad civil mediante el derecho republicano. Abandonados a su suerte debieron concertar (pactar) trabajo por comida, trabajo por un conuco, servidumbre por un techo incluía algún rincón de la casa grande o guardianía militar para el Gobierno de J. M. Urbina de Viteri. En las ciudades se negaban derechos de ciudadanía o se los limitaba, pero en las recuperadas comunidades negras territoriales continuó la construcción del volver a Ser donde se pretendió reducirlo hasta la insignificancia. El pueblo afroecuatoriano tenía destino y sus liderazgos tenían el encargo de continuar batallando por los alcances propicios y obligatorios del republicanismo. Las ideas liberales debieron ser asumidas por la mayoría de la gente negra y centenares se unieron a los ejércitos de peleaban por aplicarlas en la sociedad ecuatoriana. No pocas veces las rebeliones alfaristas tenían en las montoneras esmeraldeñas su principal contingente. La memoria histórica de las comunidades se recuerda que los derechos batallados debían significarse en tierra y libertad. Siembra de la cabeza para beneficiar al cuerpo. La libertad una aspiración ontológica y la tierra era el objetivo de ciencias y saberes de las vidas que nunca más debían faltarles.
NNE (4)
Toda historia está constituida por nuestros actos, breves y prolongados, a veces imprevisibles o previstos y no comprendidos, en espacios físicos y en un tiempo indeterminado. Por eso no hay pueblo sin Historia. Pueblos sin Ayer, sin importar la negación implícita o abierta de algunos grupos sociales y políticos. O la tergiversación académica. El ayer es yenye nguvu na isiyokoma[11] del pasado hacia el hoy (el presente) de las comunidades; esta verdad se consume si se abandona la espiral heraclítica por el círculo concéntrico reaccionario. El flow de Heráclito así fue explicado por el Abuelo Zenón:“Referirse al ayer es importante, porque para nosotros es el tiempo cuando nuestros mayores sembraron en los territorios ancestrales las raíces culturales de lo que somos ahora como pueblo afroecuatoriano”. Son avances esenciales en la disminución de cualquier hostilidad a la sentida existencia de cualquier grupo humano; también esos retrocesos solo beneficiosos para minorías sociales que pretenden abstraer en sí mismas la validez de la humanidad diversa. En su concentrada colectividad nacional siempre es veraz y único lo propio, pero en duda lo correspondiente a las demás naciones. Es el racismo como soporte ideológico supremacista para continuar la acumulación sin fin de riqueza. A veces burdo, a veces refinado, pero efectivo para que carencias y privilegios se calculen en términos económicos. Tampoco se queda en los límites de sus pensamientos o en sus discursos internos, para nada, hacia fuera es expresión política unas veces disimulada, otras ofensivas y directas. De países coloniales a países (neo)colonizados. Del norteño dueño de la plantación a los sureños mayorales con faja presidencial. Nada más exacto que esta matemática de la subordinación vergonzosa.
Los relatos de los movimientos sociales y civilizatorios de las comunidades negras apenas se cuentan en episodios (resumidos por quienes escriben sobre la historia), pero su sapiencia filosófica de actividades revolucionarias convertidas en cotidianidad, de esas no se sabe. O lo sabe la institucionalidad académica menos arcaica. El background está en la memoria colectiva, porque se mortifica con los agravios históricos y se satisface con los triunfos indefinidos. La memoria colectiva es memoria epistémica, por eso es histórica (de nuestra Historia) y por eso no sucumbe a las trampas románticas de las remembranzas. Ni al olvido, porque los valiosos efectos adquiridos con aquellas causas son activos relatos al interior de las comunidades. O sus señas particulares y colectivas. La Historia, por encima o por debajo del empeño académico, es axê radical y componente ontológico de la cotidianidad personal y colectiva de las personas afroecuatorianas. Y también afroamericanas. En fin, es su historicidad[12].
La historia de la guerra civil en Esmeraldas (1913-1916) es remitida solo a los eventos bélicos, a la solitaria ejecución estratégica y operativa de Carlos Concha Torres, al ánima en extremo supeditada a los liderazgos liberales de los combatientes negros, mujeres y hombres; se resalta a la vez que se exaltan los momentos bélicos o sea los efectos, por trágicos y destructivos que fueran no dejan de ser menos importantes que las causas. La memoria colectiva dice que la causa principal fue por tierra y libertad. O ser por volver a Ser donde se les negó ese derecho el más valioso de todos los derechos.
TANO (5)
Desde el un solo hervor en la preparación diferentes comidas (por ejemplo, el encocao) hasta la selección de la palma de chonta para el diseño y construcción de las láminas de la marimba; desde la maestría de los carpinteros de ribera del siglo XVII, en Guayaquil (selección de la madera y construcción de barcos) hasta ‘ese’ dejar al sereno la pócima (es decir, a la intemperie, para el aprovechamiento químico de la variación calorífica de final del día, durante la noche y la mañana siguiente). La clasificación de los tiempos de cultivo de acuerdo a la humedad ambiental y el aumento (o disminución) de plagas relacionada con las fases de la Luna. La mitología como pedagogía sistemática para comprender la trabazón de las individualidades con el entorno natural, para la formación ética en la cooperación comunitaria y para comprender estratégicamente nuestros principios filosóficos del Estar-Bien-Colectivo o sea el Ubuntu recreado en la costa pacífica colombo-ecuatoriana. En el colonialismo esclavizador y en la república esclavizante todo saber y todo conocimiento sirvió o debía servir para recrear el Ser ahí donde se pretendió que jamás seriamos, porque no sé es persona si alguien niega la humanidad de otras personas. Y al revés, sé es persona creciendo a la par con la humanidad de las demás personas. No estaban (ni estamos) por fuera de ninguna cercana vecindad cultural, fue (y es) la táctica ubuntológica de las comunidades negras de la costa afropacífica colombo-ecuatoriana con los pueblos indígenas.
La aplicación sin más pausas que las necesarias para la renovación de la infinidad epistémica de Ancestras y Ancestros produjo la continuidad de la Vida de cada individuo, tronco familiar y comunidad de origen africano. Aquello se cumplió y debe continuar su cumplimiento sin desventajas por la agonía perpetua causada por la angurria despiadada de aquellos grupos sociales hegemónicos. Nuestra Historia viva y andante es el testimonio de existencias, resistencias, persistencias y experiencias civilizatorias. Hace décadas así pedagogizaba el Abuelo Zenón: “Una de las siembras más productivas, y de más largo alcance que nuestros mayores hicieron en los territorios ancestrales es, sin ninguna duda, la siembra del saber y del hacer cultural que nuestros ancestros trajeron en el zumbo[13] de la cabeza”[14].
La siembra del Ser y el saber (ontología + epistemología), en estos territorios, constituyen el Pueblo Afropacífico colombo-ecuatoriano. Por fin, la raya divide, pero no nos separa. Axê.
[1] Repositorio Universidad Nacional
https://repositorio.unal.edu.co › handle › unal
[2] Uno en swahili. Todos los encabezados numéricos (dos, tres, cuatro, cinco) están en este idioma.
[3] La sociología del cuerpo, David Le Breton, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 2002, pp. 75-76. (Referencia al artículo de Esther Pineda, Periferias sociológicas: discriminación racial y afrodescendencia, Universidad del Zulia).
[4] Contribución a la crítica de la economía política, Karl Marx, Moscú, Editorial Progreso, 1989, pp.7-8.
[5] Pensar sembrando/sembrar pensando con el Abuelo Zenón, Juan García Salazar y Catherine Walsh, Quito, Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador y Ediciones Abya Yala, 2017, p. 33.
[6] Dicho del Abuelo Zenón. Óp. Cit. p. 27.
[7] Óp. Cit., p. 36.
[8] Óp. Cit., pp. 36-37.
[9] Ubuhle obuvamile buyinto yomuntu siqu, en zulú.
[10] Óp. Cit., p. 37.
[11] Dinámico e incesante en swahili.
[12] “La historicidad de las sociedades humanas la define Alain Touraine de una manera un tanto sui géneris (si bien interesante): dice que su historicidad consiste en la capacidad de la sociedad para producirse a sí misma”. (Tomado de Historicidad, Jorge Ángel García Landa, University of Zaragoza, noviembre de 2015, documento en pdf https://www.researchgate.net/publication/318507503_Historicidad)
[13] El zumbo (probable bantuismo afropacífico) es un recipiente hecho con la carcasa que cubre el fruto del árbol de calabazo o mate (también llamado bototo). En Esmeraldas, se utiliza para transportar agua. También se realizan artesanías de mate. Es posible que en la oralidad didáctica se utilizara la idea de ‘zumbo’ para trasladar ciencias y saberes de un lugar a otro.
[14] Óp. Cit., p. 81. El resaltado es de JME.