Por Tamara Idrobo
Las personas, cuando somos adultas, tendemos a vincular la palabra placer con nuestra sexualidad. Si bien los placeres en la vida no se limitan a la sexualidad, acostumbramos a concentrarnos en pensar, analizar y debatir sobre los placeres sexuales que nuestros cuerpos son capaces de producir. Además, realizamos reflexiones sobre el tipo de relaciones que construimos, que tenemos con nuestros propios cuerpos, o con otros cuerpos, cuando se trata de complacernos sexualmente.
Siempre he considerado que, en países como el Ecuador, la sexualidad de nosotras las mujeres es controlada, debatida y juzgada por la sociedad entera. Desde mi feminismo, me resisto a dejar que esta parte tan esencial de mi vida -que conlleva las decisiones sobre mi propio cuerpo- sean debatidas por otras personas. Pero la realidad de nosotras las mujeres es esa. Todo el tiempo nuestros cuerpos son objetos de control, debates y juzgamientos por personas de nuestro entorno o ajenos a él. Que si nos masturbamos, que si gestamos, que si adelgazamos, que si engordamos, que con quién nos acostamos…
Por otra parte, sabemos que los hombres históricamente han tenido mayor control de sus cuerpos y de sus placeres. De hecho, la historia ha demostrado cómo el placer sexual de las mujeres siempre ha sido supeditado por el placer sexual de los hombres; total, ellos (hablo de los hombres cis) no son quienes gestan y sus cuerpos no se ven sometidos al control, debate y juzgamiento sobre cuándo y bajo qué circunstancias (como resultado de su placer sexual) llegan -o no- a engendrar dentro de sus cuerpos la vida de otro ser humano.
Para apropiarme de mi placer sexual, personal e íntimo, yo parto siempre de la premisa del consentimiento y la comunicación abierta y sincera. Primero, yo ejerzo una comunicación íntima y personal conmigo misma y mi cuerpo, reflexiono, analizo y luego decido. Posteriormente paso por la comunicación abierta y sincera con la otra persona (la pareja) donde llegamos a acuerdos consentidos y con sentido.
En la calentura no se conversa.
Me resisto a la idea de que, en medio de un proceso de intercambio o búsqueda de placer sexual mutuo, no exista el espacio y el tiempo para crear un dialogo donde se puedan llegar a acuerdos basados en el consentimiento y deseos de cada persona.
La realidad nos muestra que muchas veces las relaciones sexuales se dan sin que exista comunicaciones claras, honestas y abiertas y que además, existen abusos y violaciones sexuales en demasiados números y casos, más de lo que podamos alcanzar a saber o llegar a aceptar. Para esta reflexión, me voy a enfocar en aquellas relaciones sexuales consensuadas entre las personas involucradas.
Es justamente en el proceso de buscar el placer sexual donde yo considero que, para poder apropiarse del placer personal y llegar a brindar placer a la/s otra/s persona/s, hay que saber respetar los deseos ajenos. Y es que esto puede sonar muy frívolo, pero yo creo que en las relaciones sexuales debe existir siempre una comunicación que respete los deseos y las necesidades de cada persona involucrada.
La responsabilidad de cuidarse es mutua.
Es muy fácil acordar lo obvio: cuando dos personas acuerdan relacionarse sexualmente es de mutua responsabilidad el cuidarse. Valga la redundancia, cuidarse mutuamente de embarazos no deseados, así como de infecciones de transmisión sexual.
Pese a que esta premisa es bastante clara y obvia, la realidad también nos demuestra que hay muchas personas que en el momento de relacionarse sexualmente con alguien, dejan, confían o asumen que la responsabilidad del cuidado debe recaer en la otra persona y no en él o ella.
No nos olvidemos que existen situaciones donde pese a que se asumen con responsabilidad el cuidado, las consecuencias pueden ser embarazos no deseados. ¿Cuántas vidas han sido engendradas bajo estas condiciones? Y ¿Cuántos de estos embarazos no deseados nunca llegaron a término?
Usted, persona que está leyendo esta reflexión, ¿Qué tipo de responsabilidades ha tomado antes, durante y después de sus relaciones sexuales a través de su vida? ¿Qué tipo compromisos piensa tomar en sus relaciones sexuales futuras?
No en todas las relaciones sexuales consensuadas existe placer.
Como ya lo he escrito antes, yo creo que las personas -especialmente las mujeres- debemos ejercer nuestro derecho al placer y especialmente al placer sexual que es tan poderoso.
Ojalá las relaciones sexuales de todas las personas estén siempre acompañadas de placeres consentidos y disfrutados. Sin embargo, estoy consciente de que en el caso de muchas mujeres no siempre las relaciones sexuales consensuadas terminan siendo placenteras. Por esto, creo que a las mujeres aún nos toca romper con demasiados prejuicios y controles, hasta que aprendamos a conocer, cuidar y complacer a nuestros cuerpos. Hay mucha literatura sobre el placer sexual de las mujeres, por lo que espero que quienes estén leyendo estas palabras se atrevan a conocer y a explorar los placeres sexuales que su cuerpo es capaz de brindarles. Sino lo hacen acompañada/os, ¡atrévanse a hacerlo sola/os!
Insisto: las relaciones sexuales consensuadas -y placenteras- no están libres de concepciones no deseadas. Ya lo mencioné antes: como consecuencia de estas relaciones sexuales existen y se dan embarazos no deseados. ¿Cómo llegan a ocurrir? Pues para mí la explicación es clara, simple y sencilla: ¡Porque el esperma de un hombre llegó a donde NO tenía que llegar! ¿Qué sucedió para que esto pase? ¿Responsabilidad de quién fue? ¿Y, entonces?
El derecho de las mujeres a decidir sobre nuestros cuerpos.
Así como reivindico los derechos que tenemos las personas -sobre todo las mujeres- al placer sexual, lucho para que en la decisión de mantener relaciones sexuales (ojalá incluyendo el placer), las mujeres no tengamos que cargar con un embarazo que no deseamos, sea como sea que haya ocurrido esa concepción. Si las mujeres no deseamos llevar a término ese embarazo, tenemos el derecho a decidir.
Habrá quienes crean que las mujeres por nuestra capacidad de gestar estamos sentenciadas a llevar a término el producto de una concepción no deseada. Pues sepan, que desde mi lucha feminista estaré siempre debatiendo y confrontando esas creencias.
Les invito a quienes pretenden juzgar y controlar los cuerpos y los placeres de las mujeres, a que primero empiecen a cuestionar, interpelar y responsabilizar a todos los hombres que no fueron capaces de controlar que su esperma no llegue a donde no tenía que llegar.
Ya que los hombres no viven la realidad de gestar en su propio cuerpo, no pueden, no deben disponer y menos aún pretender, imponer sus decisiones sobre el cuerpo de una mujer quien es la que gesta.
Somos las mujeres las únicas que debemos tener el derecho a decidir lo que deseamos hacer o no, con nuestros cuerpos y nuestras vidas. Tan sencillo como esto.
Por cierto, el 28 de septiembre de cada año se conmemora el Día por la Despenalización del Aborto en América Latina y el Caribe. Quizás es una buena fecha de referencia para mantener las reflexiones acerca de por qué las mujeres y las feministas luchamos con tanta convicción sobre el derecho de poder acceder a abortos libres, seguros y gratuitos.
Yo, desde mi feminismo, no estaría luchando por el derecho al aborto si no existieran violaciones, o si no existieran casos donde las mujeres concebimos sin que lo deseemos. Independientemente si ésta es una concepción producto de una relación consensuada y placentera.
Muchas mujeres en Ecuador y América Latina, seguiremos luchando por nuestro derecho a descubrir el ser dueñas de nuestros cuerpos, nuestras decisiones y nuestros placeres sexuales. Seguiremos defendiendo nuestros derechos a que las relaciones sexuales que tengamos sean siempre: consensuadas, con responsabilidad, sin imposiciones y placenteras.
Les invito a apropiarse y a responsabilizarse de sus propios placeres y a no imponer sus creencias, moralismos y decisiones en los cuerpos -y placeres- de otras personas.