La frase del titular de este artículo me la robo de una charla del periodista argentino Marco Teruggi en el Congreso Internacional de Comunicación “Ahora hablan los pueblos”, desarrollado en Caracas (entre el 2 y 4 de diciembre de 2019) y a propósito de lo cual anotaría las siguientes reflexiones, en parte fruto también de las conversaciones, charlas y talleres vivido en ese evento:
1.- En el mundo hay un cansancio orgánico y crítico sobre el rol de la prensa (en general) en nuestras democracias. No solo porque los medios empresariales y monopólicos perdieron credibilidad por su descarada conducta sobre nuestras realidades, sino porque la presencia de la llamada prensa alternativa ha demostrado cuántas mentiras y enfoques sesgados se difunden para un solo propósito: frenar y anular cualquier opción anti neoliberal.
2.- No es casual el control de redes sociales y servicios informáticos, por parte de poderosas transnacionales. Todos ellos trabajan para un solo objetivo: desnaturalizar la lucha de los pueblos, las demandas de los ciudadanos y usarlos a todos ellos como el alimento de sus multimillonarios negocios, empresas y aparatos políticos. Su razón de ser no es conectar sino dominar y controlar, imponer un solo modo de vida y una sola visión de la realidad. Pero descubrieron que el uso que le da la gente a ellas se les fue de las manos y ahora son el contrapeso de los grandes medios.
3.- Si bien es cierto que hay una disputa intensa por el relato, los informativos de la prensa empresarial han perdido influencia y presencia. Ahora hay otros espacios donde la disputa la ganan esas empresas de comunicación: los programas infantiles, deportivos, religiosos, de farándula, del espectáculo y de la auto ayuda (toda la llamada “industria del entretenimiento”). Es ahí donde más política se hace y de un modo supuestamente neutral. En esos programas se propaga la anti política y los valores conservadores. Incluso, en países donde gobiernan movimientos o partidos progresistas se estimulan esos programas para, supuestamente, competir con las grandes cadenas y así “atraer rating”.
De ahí que la frase de Teruggi (“Con la verdad no alcanza”) adquiere una connotación mucho más compleja. Soy partidario de pensar mejor esta complejidad para entender por qué la “prensa alternativa” tampoco alcanza o los “otros modos” de hacer periodismo son insuficientes no solo para competir con la prensa empresarial, sino para construir otro relato, forjar y forzar mejores disputas cognitivas alrededor de nuestra historia presente y también para generar nuevos y más intensos procesos informativos y comunicacionales.
1.- Si queremos que la verdad prevalezca en la democracia -para tomar decisiones argumentadas y reflexivas- nos hace mucha falta explicar, periodísticamente, los procesos económicos, las coyunturas políticas y los movimientos sociales. ¿Cómo vamos a entender lo ocurrido en Ecuador, Chile, Bolivia o Colombia si en la retina de las audiencias solo hay imágenes y discursos sobre la violencia y el supuesto vandalismo? ¿Es suficiente echar toda la culpa al FMI y quedarnos en la acusación y no en las dinámicas de las empresas, medios, ONGs y un sinnúmero de aparentes líderes de opinión a los que consultamos también desde la mal llamada prensa alternativa?
2.- El lugar que ocupa el debate político, bajo pre juicios y xenofobia, por fuera de un contexto cultural e histórico concreto impide a nuestros periodistas un enfoque en perspectiva y complejidad para producir contenidos de otra naturaleza. Por supuesto, la ofensiva a favor de “despolitizar” a la prensa (bajo la condición de neutrales y objetivos “por naturaleza”) tiene como un estratégico propósito marcado desde ya para nuestros nuevos periodistas: eliminar a los reporteros, editorialistas y entrevistadores “comprometidos” y/o militantes. ¿Ellos (los neutros y objetivos) no se casan con ningún gobierno? ¿Se han constituido en la referencia del periodismo responsable y sin embargo son los mejor pagados y auspiciados por las grandes empresas y lucen como el paradigma del deber ser y con ello codearse con los poderosos magnates y sentirse parte de su clase social?
3.- Si ya con la verdad no alcanza, nos corresponde también mejorar y cualificar los productos y herramientas con las que trabajamos. Y en eso ocupa un lugar fundamental el reportaje y el documental. Ahora la tecnología ayuda, sí. Pero no basta con tener una buena cámara o un buen celular sino damos sentido a nuestras historias y hacemos más atractivo el relato tampoco tenemos eco. No se trata de hacer un “periodismo más divertido”, como sugieren algunos incautos. Se trata de sensibilizar desde nuestras emociones. Es terrible ver cómo algunos periodistas “alternativos” terminan reproduciendo lo que critican desde sus lugares comunes y poses de sabelotodo.
La verdad alcanza si aparte de expandirse en nuestros pueblos es de tal intensidad que bastaría una buena foto, un gran tuit, pero sobre todo un periodismo denso, intenso y conmovedor (como siempre debió ser el mejor periodismo y no ha dejado de ser en algunos medios y periodistas, que no son tan famosos porque el mercado los anula y las élites mediáticas los estigmatizan).
Y qué bueno que el Congreso de Caracas haya decidido crear la Universidad de la Comunicación, una red y plataforma informativa para el impulso del periodismo de los pueblos y también qué bueno que ahora nuestra alfabetización digital sea una prioridad social y no solo un privilegio de los “predestinados” al uso de las tecnologías.