Para lectura de Valeria Coronel y Pábel Muñoz
Por Felipe Vega de la Cuadra
La mayor desgracia de los progresismos y de las izquierdas es aquel prurito con el que, a veces, buscan aparentar que no lo son para que nadie los acuse de “zurdos” o de injustos o de sectarios. Con aquella obsesión, las izquierdas y progresismos se vuelven tolerantes, democráticos, amplios e incluyentes para dar lecciones de ética política a las derechas que siempre los excluyen, que nunca son democráticas, que no los toleran, que son más estrechos que pantalón de torero y que les importa un real pepino (para no ser escatológico), las lecciones y demostraciones que pretendan hacer los que siempre serán reprochables, perseguibles, atacables, denostables e insultables “zurdos de mierda” (ahora si con escatología, de la que se le permite a las derechas). Esto es, más o menos, lo que pasa en la Feria del Libro que se abrirá al público el sábado 8 de junio en Quito, bajo la organización de la Secretaría de Cultura y Patrimonio del Municipio de la capital:
En un afán de demostrar “pluralidad” en las expresiones culturales, arman una lista de invitados con evidentes y clamorosas ausencias ―de las que ya trataremos― y un sesgo visible e incuestionable hacia la participación de escritores y escritoras (y en muchos casos, algo que nada tiene que ver con eso) que, precisamente, no se han conocido por su adscripción a la izquierda ni al progresismo. Como resulta el caso de la conferencia que sustentará el primer día, en la sala 2, el exprocurador Íñigo Salvador. ¿Correista…? ¡Ni de lejos, sino todo lo contrario! Él fue uno de los mayores persecutores del progresismo, Procurador del Estado en el gobierno de Guillermo Lasso, defensor de Chevron-Texaco y de los arbitrajes internacionales, pero que ha sabido ser escritor e invitable para representar al Ecuador.
Sin embargo, diario “La Hora”, en la edición digital de hoy, publica una crónica titulada “La Feria del Libro de Quito, bajo la influencia de la politización del correísmo” y en X publicita el artículo con un título escandaloso: “El lawfare correísta se coló en la Feria del Libro” … Claro, el comentario inmediato de un tal Marco Salazar dice: “las ratas del socialismo abundan por todos lados” (Ahí te hablan Íñigo Salvador, porque nosotros no estamos en la FILQ).
El artículo, basado en los criterios de dos “manes” a los que les otorgan el título de “escritores”, que han de serlo, me imagino, aunque de ellos no he oído, peor leído nada, acusan a la organización de la FIL Quito de ser, poco menos, que el brazo literario del marxismo leninismo. Los acusadores, quienes juegan a ser como una versión de los famosos Guarderas, afirman que los invitados son todos exministros, exfuncionarios y excritores del gobierno de Correa y que la hacen una injusticia enorme al Simón Espinoza, que ofreció cambiarse de sexo si se le demostraba el cobro de diezmos a la Anita Galarza, lo que terminó por demostrarse y a ella le costó el cargo, pero creo que el Simón no pagó la apuesta.
En definitiva, la organización de la FIL quiso congraciarse con las derechas encabalgándose en los lomos de varios ya eternos asistentes a los banquetes del Walhalla literario, pero, como era de esperarse, solo obtuvo la consabida filípica y la acusación acostumbrada. Por el contrario, si alguien, como Orlando Pérez o Jahiren Noriega o Franklin Ramírez o Javier Ponce (este sí poeta) participan en alguna de las decenas de mesas y eventos, ya es razón suficiente para acusar al evento cultural de correísmo galopante y reprochable.
Para información del diario y de los denunciólogos, cabe decir que a la FIL no han sido invitados escritores claves como Raúl Vallejo, que fue ministro de Correa, tampoco Edgar Allan García ni Iván Egüez, ni Raúl Pérez Torres ni Kinnto Lucas, viceministro de Correa, y otros progresistas, estupendos literatos, imprescindibles. Con lo cual, se confirmaría que ha sucedido todo lo contrario: el lawfare, si lo hubiera, sería contra los progresistas… Como decía mi abuela: “Hay que vivir para ver”.