Por Felipe Vega de la Cuadra
Si el “relato” no puede ser neutralizado con el “dato”, ¿cómo enfrentar las mentiras que crean convicciones y mitologías perversas en la política…? Solamente con otras narrativas que sustituyan, en los constructos y por la vía emocional, las mitologías destructivas que sirven para mantener sometido al propio pueblo que se las cree.
Para que una narrativa se convierta en mitología debe ser ratificada por terceros o por experiencia empírica de la misma persona, para que pase a formar parte del repertorio de sus creencias. Gorge Kelly, un psicólogo constructivista norteamericano, propone varios postulados sobre la forma en la cual nos hacemos una versión de la realidad, utilizando un factor de discriminación de la información y de las impresiones (a eso designó como “constructo”) y propone que el ser humano actúa como un científico que construye y modifica, con la experiencia y con la información que dispone, el conjunto de conocimientos y de hipótesis que constituyen su sistema de creencias, con el objeto de anticipar los resultados que puedan devenir. Entonces, una narrativa pasa por un proceso de contrastación y de ratificación interna; y para ello se utiliza la experiencia propia y la ratificación en fuentes “de confianza”. La experiencia propia puede ser sustituida por el testimonio de alguien creíble.
Para ilustrar tomemos el informe del presidente del pasado día 24 de mayo. La narrativa es que el país está mejor que antes, cosa que puede ser desmentida fácilmente, pero el presidente presentó un medio de ratificación de la narrativa: él no mencionó un solo dato en su intervención, porque su palabra no es confiable, fue la presentación que le acompañaba la que exhibía cifras, mentirosas y falsas, pero con apariencias de verídicas y, lo que es muy importante, acompañadas de testimonios, es decir de ratificaciones del constructo en voces calificadas. Por otra parte, la prensa hegemónica se encargó de referenciar la supuesta verdad de la narración hecha por Noboa, con lo cual, se implantó en la gente la pretendida creencia: “pese a todo estamos mejor”.
Lo demás son símbolos que apoyan a la creencia y que configuran la mitología: el presidente de cartón que la gente pudo llevarse, con permiso de Lavinia, quien afirmó que no le importa que se le lleven a su esposo: ícono del hombre que “te arregla”; o las botas militares: a la moda, caras y juveniles que simbolizan la fuerza con la que “aplastará” a la oposición y a la delincuencia… Todos aquellos símbolos hacen la parafernalia de atributos de este “héroe” edificado en la mitología del poder actual en el Ecuador.
Cuestionar las cifras exhibidas no cambiará los constructos de la psiquis colectiva ecuatoriana, una vía para propiciar un cambio de creencias no es otra que la de proponer una batalla de símbolos, una confrontación de relatos, es decir una nueva y distinta mitología, como la que construyeron los “barbones de la Sierra Maestra” o el Comandante Chávez, cantando el himno de la caballería blindada y blandiendo la espada de Bolívar, o las madres de la Plaza de Mayo, cuya divisa: el pañuelo blanco anudado, constituye un símbolo poderoso que servirá de bandera en la lucha política contra el libertarismo.
La otra vía es el consenso de referencias para cambiar el constructo colectivo. Lo vivimos en la consulta popular última, cuando todos los factores sociales, políticos y de opinión del progresismo y de la izquierda coincidieron, sin haberse puesto de acuerdo, en convocar al NO en las dos preguntas donde el 70% de los votantes negaron su aprobación al gobierno. Ese camino, el de referenciar mayoritariamente una nueva narrativa, utilizando otra de consenso, es el que debe asumirse en el próximo proceso electoral, es decir: candidaturas diferentes pero un solo mensaje: salvar el país del desastre.