Orlando Pérez
Hay recursos o sofismas que se agotan por si solos. Otros que solo sirven para ahuyentar y crear sospechas. Pero retomar el “cuco” de las FARC para hacer política, entrevistas y poner, supuestamente, a debatir al país sobre la moral, la ética y la transparencia solo demuestra lo poco lúcidos que son algunos actores políticos y mediáticos a la hora de pensar su propia existencia.
Las FARC ahora son un partido político. Viven bajo el régimen de derecho de Colombia, con todas sus complejidades y amenazas. Por cierto firmaron la paz con el gobierno de Juan Manuel Santos, quien no las tacha de terroristas ni cosa que le parezca. En poco tiempo se cumplen dos años de esa firma. Y no hay un solo medio o actor político (porque no olvidemos que en Colombia hay una campaña electoral) que use el “cuco” para ganar votos. Usan otras cosas: desde asesinatos, persecuciones y a la justicia. Pero no están escarbando precisamente en casos como el famoso Ocho mil o algo parecido.
Pero en Ecuador usan ese “cuco” para remorder la conciencia nacional, porque somos más papistas que el papa. Evidentemente hay un propósito: aniquilar históricamente al correísmo. Machacan tanto en este tema (las FARC) porque ya los otros se agotaron o, al menos, cada uno de los que sacan cada semana se evapora esa misma semana. Parecería que hay un “menú de opciones” para sostener una campaña, bien montada, para distraernos de los problemas fundamentales del país y con ello (y gracias al aporte de medios y periodistas tan lúcidos y brillantes como un tal Del Rincón y una tal Hinostroza) saciar el hambre de justicia y transparencia absoluta.
Como lo han reconocido en Colombia: el retiro de las FARC de las zonas de conflicto ha creado otros problemas y malestares, asesinatos y riesgos para la vida de los campesinos. Y no olvidemos que en ese país hermano hay siete bases militares gringas. Ahora el problema es la ausencia del Estado y sus instituciones en esas zonas de conflicto y por lo tanto la presencia de grupos armados y criminales no son ya responsabilidad de las FARC ni sus controles militares que, al menos, garantizaban la vida y la tierra de los campesinos.
¿Cuáles son ahora los problemas reales de Colombia? Los mismos de Ecuador: la pobreza, la desigualdad, la inseguridad ciudadana, el incremento del consumo de estupefacientes y una oscura perspectiva de vida en armonía con la naturaleza, a favor del trabajo y no del capital. El peligro para Ecuador y Colombia ni son las FARC, ni es el Wacho ni la existencia de supuestos nexos con los grupos subversivos de determinados políticos locales.
Los cucos a los que apelan ahora ciertas autoridades, políticos, medios y periodistas sigues siendo esa muletilla espantosa que revela sus propias carencias y fobias. De ese uso solo queda claro una cosa: el presente y el futuro no les importa, quieren beber sangre y saciar su hambre de venganza para con ello sentir paz con su moralidad porque no pudieron, en la década pasada, demostrar nada de lo que se inventaron gracias a un aparato mediático conservador puesto para imponernos miedos, incertidumbres y amenazas que les conviertan a ellos en los salvadores de nuestras vidas.