Por Pedro Pierre

                Sí, despertemos. La situación de nuestro país no nos puede dejar indiferentes. El descontento es nacional: el gobierno y la Asamblea no tienen ni el 10% de aceptación. Al recordar los 100 años de la masacre en Guayaquil, no podemos quedar de brazos cruzados. La pandemia fe otra masacre, como lo es también el actual desastre ecuatoriano.

LA VIDA ES AHORA

A todas y todos se nos hace difícil vivir el presente. Muchos prefieren vivir en el pasado como si fuera el paraíso perdido, idealizado, amplificado, convertido en solución de los males presentes. Es la isla de paz que nunca existió que nos cierra a los demás y a la resolución de los problemas actuales. Otros se fijan en el futuro e inventan fantasías más inverosímiles las unas que la otras, soñando por lo que se podría tener y que nunca se alcanzará porque la vida es ahora. Sólo nos pertenece el presente.

Claro que hay que recordar el pasado para entender el presente, para no repetir sus errores, para comprender lo importante y lo necesario que tenemos que realizar ahora. Por ejemplo, recordamos en estos días el centenario de la masacre en Guayaquil. El ejército disparó matando a unas 4,000 personas que reclamaban pacíficamente mejores salarios y condiciones de vida para dejar de vivir en la miseria. Lastimosamente parece que hoy se repiten las mismas condiciones que provocaron esta masacre. Desde 5 años empeoran las condiciones de vida, de trabajo, de salud, de educación, de seguridad y la miseria crece sin detenerse. Tenemos un desgobierno parecido al de 1922: indolente, cuyos integrantes son más interesados en aumentar sus riquezas que cuidar de sus ciudadanos, facilitándole puestos de trabajo y repartición de los bienes nacionales. La policía y el ejército están siempre listos para disparar a manifestantes pacíficos. Los grandes medios de comunicación están en manos de los que nos desgobiernan y nos matan por hambre y por balas.

Saquemos lecciones del pasado: los cambios profundos, o sea, las revoluciones, se dan cuando se unen 4 condiciones: cuando el gobierno ya no puede más, cuando el pueblo decide de no aguanta más, cuando las clases medias se inclinan a favor del pueblo de dónde provienen y cuando las Iglesias optan por las causas de los pobres a la manera de Jesús de Nazaret. Hoy las clases medias sueñan con un paraíso futuro de bienestar ilusorio e inalcanzable, encerradas en su individualismo egoísta, la indiferencia tenaz, el consumismo esclavizador, el racismo secular. El pueblo: poco tiempo tiene para soñar ya que muy difícilmente alcanza comer una vez al día. Lastimosamente pasa a ser el público del gobierno y de los medios de comunicación que pide: «Miéntanme, así puedo construir un mundo seguro en mi mente, aunque sea ficción y nos condene a la miseria». Mientras tanto las perversas élites que nos gobiernan y gozan de sus grandes empresas se felicitan de una clase media que vive arrodillada a sus pies y se desinteresa de las grandes mayorías pobres y míseras. Las Iglesias se limitan a bendecir y lamentar y en el caso de los evangélicos a alabar a Dios porque los ricos comparten de vez en cuando algo de lo que les sobra. ¿Cuándo saldremos de este círculo vicioso?

¿Dónde están los signos que muestran ya la posibilidad de un Ecuador diferente, más hermanado, más equitativo, más participativo, más decidido y más valiente? Mientras los pobres no salen de la pobreza, no habrá cambios en nuestro país. Y de eso todos somos responsables al mismo tiempo de su pobreza y de su salida de ella. Dios apuesta por los pobres para hacer una sociedad diferente ayer y hoy. En Brasil fueron los pobres más conscientes y organizados que dieron la victoria a Lula da Silva. En Colombia fueron los jóvenes que prepararon la victoria de Petro. En Argentina fueron las mujeres que hicieron consciencia para que triunfe Cristina Fernández de Kirchner. En Bolivia fueron los indígenas que devolvieron a Evo Morales a la cabeza del país. En la Iglesia católica, por todas partes desde casi 10 años, el papa Francisco no se casa de denunciar un sistema capitalista que miente, engaña, mata a los trabajadores, destruye la naturaleza, fomenta guerras… Un papa que apuesta por los pobres y los que optan por los pobres para transformar la Iglesia y cambiar la sociedad. ¡Jamás un papa ha tenido tanta indiferencia y oposición en su misma Iglesia! Se repita la historia de un tal Jesús.

En Ecuador, ¿cómo están los pobres, los jóvenes, las mujeres, los indígenas, los cristianos? Y cada uno de nosotros y nosotras, ¿cómo estamos, dónde estamos, con quiénes nos identificamos? No se trata primero de mirar a los demás, sino comenzar por nosotros mismos. “Porque la vida es ahora” y no ayer ni mañana. Siempre podemos comenzar una vida diferente, nueva, con los ojos abiertos, las manos ofrecidas, la mente solidaria y el corazón compasivo. Eso depende de cada uno y cada una de nosotros y nosotras y de nadie más.

No nos dejemos arrebatar la posibilidad de cambiar ahora mismo porque es lo único que nos pertenece. No nos dejemos vencer por los problemas, porque los problemas son nuestros y su superación también. Dejémonos guiar por la oración de los Alcohólicos Anónimos que cada día renuevan su compromiso de vivir mejor: “Señor, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para conocer la diferencia”. Así sea. ¡No nos dejemos masacrar nuevamente!

A LOS 100 AÑOS DE LA MASACRE DE 1922

Éramos bastantes gentes este pasado 15 de noviembre en el Malecón de Guayaquil para recordar la masacre de unos 4.000 manifestantes hace exactamente a los 100 años. Reclamaban pacíficamente mejores salarios, condiciones de trabajo más dignas, una vida más humana sin el hambre que mantenga a muchas familias en la miseria. En respuesta, el presidente liberal José Luis Tamayo mandó al ejército a disparar para sofocar la huelga guayaquileña. Y las calles de Guayaquil se tiñeron de rojo.  Pero, ¿dónde se enterraron tantos muertos? Se hizo una fosa común en la cima del Cerro Santa Ana que la estatua del Sagrado Corazón vino a aupar. Como no se podía acumular allí tantos cadáveres, se decidió echarlos al rio Guayas que se los llevó al olvido. Pero, las familias desconsoladas y las y los compañeros solidarios mantuvieron la costumbre de ir, cada año por el 15 de noviembre, a reclinarse en la ribera del río, echando cruces y flores en el agua, sembrando esperanza.

Lastimosamente las masacres continúan… La pandemia dejó en Guayaquil un saldo de muertos mucho más elevado: los cadáveres se amontonaron en masas en las calles. Y después de que el ejército se los llevara, hay muchas familias que no saben todavía adónde fueron enterrados sus muertos. Si se revisa el número de muertos de los 12 meses que duró la ola fuerte de la pandemia a partir de marzo del 2020, ¡se contabiliza unos 70.000 muertos más que en los 12 meses anteriores!

Parece que la masacre continúa con el neoliberalismo salvaje que nos asesina desde 5 años. Estamos en un nuevo feriado bancario, como el 8 de marzo de 1999. La refinanciación de los bancos costó 8’000 millones de dólares al Estado, el equivalente de su presupuesto anual en ese entonces, 3 millones de ecuatorianos tuvieron que migrar, o sea, la cuarta parte de la población… En esa época el banquero Guillermo Lasso era ministro de economía del presidente Jamil Mahuad, “el que sabía cómo hacer”: Nos lo dijo en su primer discurso de “las 7 armonías” … ¡Qué desastre! … Era hace 23 años.

Nuevamente se sigue repitiendo la masacre, porque estamos en la misma situación de muerte por el sistema neoliberal que nos gobierna y nos mata nuevamente con hambre, con balas, con prisión y con exilio. Otro desastre que no sabemos bien cómo enfrentar y superar. Las izquierdas progresistas o los progresistas de izquierda están satanizados injustamente desde el mismo gobierno, con el apoyo descarado de los grandes medios de comunicación que repiten y amplifican el odio y la mentira: ¡Tanto odio y tantas mentiras repetidas incansablemente llegan a convertirse en verdad mortífera!

¿No será que el mismo Pueblo debe tomar las riendas del país? ya que dos gobiernos nos van engañando y empobreciendo y que las izquierdas progresistas piensan ingenuamente que nos van a salvar. ¿Por qué no trabajamos en esto: que el Pueblo de los pobres se empodere de esta su tarea de tomar las riendas de la democracia? Esta no es más que el gobierno del Pueblo, anhelo siempre postergado.

Una frase del papa Francisco nos puede ayudar a entender que es la hora del Pueblo y que los gobiernos, los ministros, los asambleístas, las directivas de los partidos políticos y los candidatos a elecciones deben ponerse al servicio del protagonismo y empoderamiento del Pueblo. ¿De dónde provienen Fidel, Chávez, Maduro, Evo Morales, Mujica, Lula, Petro… sino del mismo Pueblo? En su proyecto de transformación eclesial, el papa Francisco llama a los bautizados a construir la sinodalidad, palabra antigua que significa caminar juntos para escucharnos afín de discernir juntos las causas de la actual crisis eclesial y abrir decididamente nuevos caminos. Explicó que la meta debe ser “una Iglesia semejante a una pirámide invertida”, es decir, que la base esté arriba y la cúspide abajo, o sea, la cúspide al servicio de la base devuelta a su lugar, tal como lo quiso Jesús de Nazaret: “Los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros”, porque “el más grande es aquel que es el mejor servidor de todos”. “¡Felices los pobres porque de ellos es el Reino de Dios!”, pero seguimos pensando que el Reino de Dios está en el cielo y en otra vida, y continuamos haciendo de esta vida terrenal un infierno. ¿Cuándo haremos verdadera la opción por los pobres?

Si Ecuador está como está, es porque hemos relegado a los pobres en el infierno de la miseria. Por nuestra complicidad con el sistema capitalista neoliberal, impedimos que los pobres cumplan con la misión que Dios les ha confiada: poner orden en nuestra sociedad. Lo dijo el mismo papa Francisco en Bolivia en 2015, justo después de visitar Ecuador: “Quisiera decirles nuevamente: el futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los Pueblos; en su capacidad de organizarse y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio.”

Mientras nos empecinamos en creer y votar por gentes inútiles y dañinas, mientras releguemos a los pobres en su miseria, mientras seguimos en el consumismo individualista e insolidario, iremos de mal en peor. ¿Quién va a cambiarnos “este corazón de piedra con un corazón de carne”? ¿Quién va a abrirnos los ojos y ponernos los pies juntos al Pueblo de los Pobres? ¿O queremos seguir yendo, ilusos, de masacre en masacre?

¡Basta ya! ¡Es hora de despertar! porque la vida es ahora.

Por RK