Por Paúl Fernández

Es verdad, hablar de una dictadura o de un régimen totalitario, en pleno siglo XXI, puede parecer algo increíble o, al menos, causar un poco sorpresa, pero, para quienes vivimos en Ecuador, esta realidad no se ve como algo tan lejano.

Y, aunque para muchos, este concepto se entendería como algo exagerado, lo primero que tenemos que hacer es entender que una dictadura se configura cuando un régimen político concentra todo el poder en una persona, con el fin de reprimir y coartar derechos humanos y libertades individuales.

Entonces, hagamos un repaso por nuestra realidad, para entender si en verdad vivimos en una dictadura o si tenemos un “país de en sueño”, en el que no se reprimen derechos, libertades o en el que nuestra democracia se ve amenazada.

Para esto, lo primero, sería hacer memoria de algunas de las cosas que han pasado en el país:

Primero, por orden del Presidente Daniel Noboa se asaltó una Embajada para secuestrar a un asilado político, también, debido a un decreto suyo, se envió a la Vicepresidenta Verónica Abad como Embajadora a Medio Oriente, y luego, por orden suya, intentaron suspenderla de sus funciones, con un sumario administrativo casi que inventado por la ministra de Trabajo.

Sin contar que varios de sus ministros presentaron varias denuncias en contra de Abad ante la Fiscalía General del Estado y ante el Tribunal Contencioso Electoral, con el fin de impedir a toda costa que reemplace a Noboa y que pierda sus derechos políticos.

Posterior a esto, Noboa nombró a dos Vicepresidentas en menos de una semana, nuevamente por decreto, sin tomar en cuenta que ese cargo lo ocupan por elección popular, evidenciando la poca importancia que le da a la constitución, a las leyes o al estado de derecho.

Ahora, se niega a pedir licencia en plena campaña, usa recursos públicos y ocupa todo el aparataje estatal para ensalzar su imagen, la de su esposa y la de sus candidatos.

Claro, todo esto a vista y paciencia de las autoridades electorales que brillan por su ausencia, que lucen timoratos, sumisos y temerosos, y que tampoco han dicho ni una sola palabra sobre lo que sería una grave vulneración a la constitución.

Tampoco hay que olvidar que vivimos con militares en las calles, en constantes estados de excepción, que se siguen imponiendo casi religiosamente, a pesar de que ya han sido rechazado en varias ocasiones por la Corte Constitucional.

Y, por si fuera poco, el Presidente hace caso omiso a la Asamblea e intenta pasar y publicar leyes económicas urgentes de manera arbitraria.

Pero, lo más grave y que nunca se podrá borrar es que su Gobierno es el responsable de la desaparición forzosa y del asesinato de cuatro niños en Guayaquil.

Quizá, para muchos, esto aún no se configure como una dictadura, pero no estamos muy lejos de serlo, por eso, hay que tener mucho cuidado y entender que NO SE PUEDEN NORMALIZAR ESTE TIPO DE ACCIONES ni tampoco podemos perder la memoria y olvidar todos estos atropellos y, mucho menos, permitir que se sigan violentando nuestros derechos.

Por RK