Por Pedro Pierre
Las actuales elecciones de Estados Unidos nos revelan la poca democracia que existe en este país. ¿Quién sabe cuantos partidos políticos existen en Estados Unidos de alcance nacional? Solamente se habla de dos: el partido demócrata (fundado en 1928) de Donald Trump y el partido republicano (1854) de Kamala Harris; pero existen 11 más: El partido libertario (1971), el partido de la Constitución (1991) y el partido verde (1996) y 8 partidos llamados menores. Los 2 partidos mayores serían ‘los conservadores y los liberales’, es decir, de derecha (Harris) y de extrema derecha (Trump). En las campañas electorales se habla casi exclusivamente de estos 2 porque son los que reciben más apoyo financiero de las grandes multinacionales que representan. Hay que saber que, en Estados Unidos, el Estado no financia los partidos, sino los particulares y los empresarios. La consecuencia es que son los más ricos que eligen el presidente que quieren para defender sus intereses.
Por otra parte, la elección norteamericana no es una elección universal directo como la conocemos: ¡Una persona, un voto! Casi la totalidad de los países del mundo han descartado esta elección por un colegio electoral porque elimina a las minorías. En varias elecciones norteamericana el voto universal (de los electores estatales) fue mayor por un partido, pero el colegio elector del presidente tuvo votos diferentes. Eso pasó en la anterior elección de Trump que tenía menos votos ciudadanos que su contrincante.
La diferencia entre Trump y Harris son mínimas: Trump insiste más en lo recuperación nacional y Harris más en la hegemonía internacional. Los presidentes latinoamericanos de derecha prefieren a Trump mientras los migrantes latinos de EE.UU. le tienen pánico porque quiere regresarlos a sus países de origen. Harris defiende la posición guerrerista del gobierno norteamericano, mientras Trump representa la minoría blanca que fomenta el fascismo… El asalto al Capitolio donde sesionan los asambleístas de la función legislativa, fomentado por Donald Trump durante su primera presidencia, es un peligroso precedente para las instituciones norteamericanas y la convivencia pacífica internacional.
La preocupación de los 2 candidatos es debilitar China que pasa a ser la primera potencia económica mundial cuyo comercio internacional es mayor que el de EE.UU. El actual gobierno norteamericano fomentó las guerras de Ucrania contra Rusia y la de Israel contra Palestina: los 2 quieren que termine porque los resultados de este apoyo militar y financiera son demasiados costosos por los ciudadanos norteamericanos. Además, estos sienten vergüenza del genocidio perpetrado con la ayuda de su gobierno a Israel. Se dan cuenta también que las sanciones económicas contra Rusia con el apoyo de los gobiernos de Europa fueron mínimas y no lograron detener la economía rusa y su guerra contra Ucrania.
Los problemas internos de EE.UU. son cada vez más conflictivos: las matanzas semanales se han hecho costumbre por la libertad que existe en el país para los ciudadanos de poder comprar cualquier cantidad de armas que desean, crece el racismo contra los negros y los latinos acusados de vagancia, delincuencia e ilegalidad, la deuda estatal se ha hecho incontrolable cuyo pago se ha vuelto imposible: se parece a una carrera al abismo y a la devaluación del dólar; también está creciendo la pobreza al nivel de todo el país… Los 2 candidatos, tanto Trump como Harris, no tienen un plan preciso de gobierno para enfrentar los problemas internos: Están sujetos a obedecer las grandes multinacionales que financiaron su campaña electoral.
Los derechos humanos no son una bandera nacional y peor al nivel internacional. “¡No tenemos amigos, sino intereses!”: Ese el gran lema del gobierno norteamericano, cualquier sea su presidente, para avasallar los gobiernos que se oponen a su política. Los norteamericanos son por esencia colonizadores invasores con el capitalismo como ley implacable. Los pueblos originarios norteamericanos son ‘parqueados’ y reducidos a la marginación y precarización. La droga es la gran plaga nacional: Es “el poder de la sombra” que tiene su reducto y su fuerza en los bancos por la enorme cantidad de dinero que amontonan. Uno se pregunta cuándo estallará el colapso de este prepotente país…
En todo esto, ¿dónde queda la democracia? Es decir, el fomento de la participación ciudadana para tener mayor protagonismo en la solución de los problemas que enfrentan grandes mayorías de la población norteamericana. En un país donde el dinero es rey, los marginados de toda clase tienen una vida de parias sin mayores perspectivas de salir de sus dificultades. ¿De dónde puede salir un proyecto de país frente a los monstruos que lo están agobiando?
¿Qué nos queda como ecuatorianos? Por una parte, dejar de soñar en EE.UU. como el país de la libertad y de la democracia. Y, por otra, que el mirar ‘la biga en el ojo ajeno’ no nos impida quitar la mucha ‘paja’ en los nuestros… Nuestras elecciones actuales son el gran desafío del momento. Dejemos de elegir capitalistas, banqueros y empresarios que nos dejan mal parados y más empobrecidos… y nos obligan a migrar cada vez más numerosos al país del norte que está lejos de ser un paraíso y una democracia generosa.