En abril del año pasado, el Presidente Lenín Moreno en la 3ª Cumbre Mundial de Regiones sobre Seguridad y Soberanía Alimentaria, dijo una frase impactante que concibe este escrito, más aun cuando las cifras de cáncer y sus muertes suben anualmente: “El cáncer no es tu enemigo. El cáncer es un amigo. Es un amigo que te avisa: ve idiota no sigas teniendo las mismas costumbres tóxicas…”.
El cáncer es una enfermedad agresiva, maligna, que deteriora la salud de las persona, que produce ausentismo laboral, cuantiosos gastos personales, institucionales y estatales, que determina gran sufrimiento a las personas afectadas, que desencadena una problemática psicológica familiar y personal impactante, que mata a 12 millones de personas al año en el mundo y en Ecuador a 16 mil por año. El cáncer a usted o a mí nos produce dolores, angustia, sentimientos de fatalidad, rebeldía, sensación de impotencia, abandono. Los pacientes pasan por las fases de negación del diagnóstico, aceptación, resignación y fase final; en muchos casos lleva a la muerte. El cáncer para los que entendemos de esta enfermedad no es un amigo. Todo lo contrario realmente es tu enemigo.
Los cánceres más frecuente en el país son: Próstata, Piel, Mama, Estómago, Cérvix, Tiroides, Hematopoyéticos, Pulmón. Hoy sabemos que el cáncer se produce por un cambio en el material genético de las personas. Todos tenemos genes de cáncer, pero están dormidos. Cumplen funciones esenciales para la célula: crecimiento y reproducción normal, diferenciación normal. El 90% de casos de cáncer son de origen esporádico, es decir hay factores desencadenantes como el ambiente contaminado, las exposición a químicos tóxicos (glifosato, pesticidas, hidrocarburos, cianuros, plomo, etc.), o bacterias y virus (Helicobacter pilory, papiloma virus). El 10% de cánceres son hereditarios y se transmiten de progenitores a la descendencia de acuerdo a las leyes de la herencia de Mendel.
El diagnóstico de cáncer implica una serie de pruebas de laboratorio e imagen. Entre las pruebas poco aplicadas en el Ecuador que llevan al diagnóstico del amigo cáncer, son las pruebas genéticas. Las hay simples como el estudio de cromosomas, que solo las tienen ciertos hospitales de Quito, Guayaquil y Cuenca, a lo sumo ocho, y exclusivamente para algunas leucemias. El déficit de pruebas cromosómicas simples es tan mortal que, si se las hiciera de manera rutinaria, se podría entender de mejor manera el cáncer, se tendrían mejores diagnósticos, positivos tratamientos y sobrevidas más largas.
Si el Ecuador desarrollara en forma seria y técnica las pruebas de diagnóstico más modernas, como la secuenciación de genes, el análisis de genomas completos o la parte de expresión de los genes (exomas), el diagnóstico, pronóstico, tratamiento y supervivencia de esta dolencia, serían mejores y más eficaces. Pero los hospitales públicos nacionales no cuentan con estas tecnologías, no se ha invertido en ellas, solo están en un par de Universidades privadas sin acceso de pacientes, porque las Universidades, insólitamente en este país, no pueden dar servicios de salud por no ser parte de la red nacional de salud. Por lo tanto, sin eficaces diagnósticos, el amigo cáncer te mata.
Una vez realizado el diagnóstico del cáncer, comúnmente sin tecnologías modernas, viene otra odisea: el tratamiento. Muchos grupos de pacientes, han reclamado que el estado apruebe, compre y autorice la entrada de medicamentos de última generación que tienen mejores resultados terapéuticos. Incluso se ha pedido que los últimos medicamentos anticancerígenos sean incluidos en la compleja e insuficiente lista de medicamentos básicos nacionales. Muchos de estos no se los contempla en el Ecuador, por tanto, los tratamientos se tornan arcaicos y el amigo cáncer te acaba.
Tenemos una larga lista de estudios genéticos en cánceres de individuos ecuatorianos y cada vez que estudiamos uno nuevo, encontramos que las diferencias étnicas, las variantes genéticas, las mutaciones de un gen o varios relacionados con el origen, evolución, progresión y metástasis de los cánceres, se comporta de manera muy especial en la población ecuatoriana. Las variantes genéticas que hallamos predisponen más o menos a enfermarse de uno u otro cáncer, tienen que ver con la gravedad y la respuesta al tratamiento. En síntesis, si tenemos variantes genéticas en los pocos cánceres que conocemos, la pregunta lógica es: ¿Cuántas variantes más tendremos si hacemos las investigaciones para descifrar las entrañas de nuestro amigo cáncer? Seguro que muchas y propias.
Al hablar de investigación en este país, nos enfrentamos a otro drama: Las normativas vigentes, la visión miope sobre la investigación del acervo genético, la serie de trámites burocráticos, exiguos y caros insumos de investigación y diagnóstico, poco o ningún apoyo gubernamental, no existe una investigación sistematizada por parte del Estado, ni dinero específico para estas investigaciones, pese a que el cáncer ocupa la primera causa de muerte nacional, adicionalmente hay complicados formularios y requerimientos burocráticos, lo que convierte a la investigación en cáncer en un mal sueño. En definitiva, por donde se lo vea, el cáncer en el Ecuador no es de manejo cómodo, es un enemigo peligroso.