Por Daniel Kersffeld

Ángel Gallardo había nacido en Buenos Aires en 1867 y, además de ser ingeniero civil, desde muy joven se había convertido en uno de los principales expertos en botánica y entomología en Argentina. Aunque era partidario de la Unión Cívica Radical, se definía como un intelectual cercano a las filas conservadoras y, sobre todo, nacionalistas.

Por su amplio prestigio y reconocimiento internacional como como científico y académico, en 1916 Ángel Gallardo fue convocado por el presidente Hipólito Yrigoyen para presidir el Consejo Nacional de Educación. Luego de la Semana Trágica de 1919 implementó un juramento de “lealtad a la patria” que todos los docentes debían realizar para ingresar como trabajadores al sistema escolar: era básicamente un filtro para evitar que judíos e izquierdistas se convirtieran en maestros.

El éxito de la medida convirtió a Gallardo en uno de los miembros fundadores de la Liga Patriótica Argentina, organización ultranacionalista y antisemita.

En 1921 fue nombrado como Embajador en Italia: su gestión diplomática en Roma coincidió con la llegada del fascismo al poder 1922. Gallardo presenció el desfile de la victoria fascista, que duró seis horas. En sus “Memorias” señalaba que “Era impresionante ver la expresión de esos millares de jóvenes, decididos a todo, hasta morir, que es la mayor fuerza que se puede alcanzar”.

Según su autobiografía, Gallardo veía al Duce como “una personalidad recia”, cuyo carisma habría de causar impacto en muchos otros visitantes. Así, aseguró que:

“Había visto con mucho placer su conquista del poder, que esperaba sería beneficiosa para Italia. (…) Le dije que yo también me había ocupado del peligro comunista y que había tratado de combatirlo dentro de mi modesta esfera”.

Antes de retornar a Buenos Aires en 1922 para asumir el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores, expresó que se encontraba conmovido por las “simpatías y esperanzas” despertadas por “el advenimiento al poder del Sr. Mussolini” y por las expectativas de “regeneración del país” que se suscitaban en Italia en ese momento.

Como Canciller, sostuvo y procuró fortalecer en todo momento las relaciones entre Argentina y el gobierno de Mussolini. Incluso, amparó desde el poder la formación y funcionamiento de la representación argentina del Partido Nacional Fascista.

Frente a las acusaciones de parlamentarios socialistas de que el gobierno prohijaba la actuación violenta de organizaciones fascistas en Argentina, Gallardo sostuvo que dichas agrupaciones eran pacíficas, que sólo actuaban en el marco de la comunidad italiana, y que no veía nada malo en sus militantes, ya que el fascismo tenía una “organización espiritual” parecida a una “orden religiosa”.

En 1928, en el marco de una gira diplomática en Italia, el canciller tuvo un último encuentro con Benito Mussolini. Como cinco años atrás, el Duce impresionó a Gallardo. Máximo cuando, al responder a un elogio del visitante sobre los progresos observados en Italia, el dictador exclamó: “Sí, gobernar es un oficio difícil de aprender y cuando yo comencé no sabía nada del arte de gobernar. Por eso he cometido al principio muchos errores que ahora reconozco”.

Entre 1932 y 1934 Gallardo cumplió su última labor política, como rector de la Universidad de Buenos Aires, bajo el gobierno conservador del Gral. Agustín P. Justo. Su gestión fue recordada por ser a favor de una universidad exclusiva para las “élites” dirigentes, sin presencia de obreros. Ángel Gallardo falleció en 1934 en Buenos Aires.

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