Por Felipe Vega de la Cuadra
Escritor
¿Cuándo canta la alondra…? Cuando defiende el territorio en el que vive y anida; y lo hace elevándose en espiral, en una demostración de vuelo y de canto. Canto y vuelo para defender su territorio, por eso canta la alondra, por eso vuela, como un acto de resistencia cuando percibe amenazas contra su nido.
Por eso cantó Alondra Santiago, con su admirable voz, la canción que nos cantó, porque percibe las arremetidas contra su nido, contra su territorio, que es suyo desde hace 19 años. Y su canto y su vuelo son y deben mantenerse libres, libérrimos en su protección, en su clamor. Solo la estupidez del cazador y su crueldad puede interrumpir a la Alondra en su frenética y maravillosa defensa.
El mismo título de este artículo lo lleva también el retrato de una agraciada joven campesina, descalza y libre, con una hoz en la mano, que pintó Jules Bretón en 1884; también una novela se titula “El canto de la alondra”, que cuenta la historia de una neófita cantante que elevó su voz hasta alcanzar las arias de Wagner y que fuera publicada en 1915 por la estadounidense Wilella Sibert Cather. Ambas protagonistas son un anuncio de otra Alondra, de la nuestra, de la que vive entre nosotros y que canta y cuestiona, desde su espacio ingobernable, como la campesina de Bretón y la protagonista de Cather.
Hasta un delicioso vino de autor tiene ese nombre: “El canto de la alondra”; un Tempranillo que la enóloga Silvia González García lo cultiva bajo la denominación de origen “Ribera del Duero”.
Lo más llamativo está en las notas de Cata que apuntan sus productores sobre el vino: El canto de la alondra es un vino sorprendente, complejo, vivo, elegante y sutil. Inicialmente destaca su delicado carácter frutal y floral, que poco a poco va dando paso a aromas mucho más complejos, melosos, de frutos secos en compota, tostados nobles y minerales. Cuando por fin llega a la boca, despliega su auténtico carácter, crece y se extiende para ocupar todo su espacio…
Como que describieran, sin saberlo, el trayecto de Alondra Santiago, quien ha ejercido un periodismo “sorprendente, complejo, vivo, elegante y sutil” y que nos impregna con su carácter autentico como si fuese un perfume de libertad en una tierra saturada de autoritarismo, violencia y manipulación.
Hoy, como el presidente no tolera la libertad ni el canto, peor si lo ejerce una mujer, ordena a sus cazadores que disparen contra ella, que “cancelen” a la Alondra, que le nieguen su territorio, que la expulsen de su nido, para poder escuchar las lisonjas de su cohorte de lambiscones comprados sin que ningún himno interrumpa su onanista felicidad.
Quiere además que nosotros escupamos el vino que lo tenemos en la boca y lo saboreamos, ese licor que para él no es sinónimo de felicidad sino de borrachera, que quitemos la hoz a la campesina para arrancar su “insolente” reto a los poderosos como él, que callemos a la soprano para que la gente pierda el derecho a sus propias epopeyas que tal vez los liberarán de monstruosos reyezuelos y tiranos.
Quiere que odiemos a Alondra, al igual que todo inquisidor, pretende que agredamos a la belleza y a la fuerza de las mujeres que quemaban, porque quemaban en la hoguera sus propias proyecciones, su odio a la belleza su miedo, su envidia hacia las mujeres, su complejo de castración patologizado, enfermizo.
Pese a todo aquello, te pido: ¡Canta Alondra! ¡Sigue cantando que tu voz y tu vuelo nos libera, cuando causa terror a los aprendices de tirano!