Antonio Malo Larrea
Es un mundo distópico, gris, la gente suda miedo, especialmente las mujeres. Ya casi no hay bebés en la tierra, por alguna razón desconocida, hay muy pocos embarazos. No es la ciudad de V de Vendetta, tampoco el Londres de Orwell. Es un país ficticio llamado Gilead, un nombre nuevo, para un país no tan nuevo. Un nombre puesto por un gobierno que toma el poder por la fuerza, con un sangriento golpe de estado. Es el nuevo gobierno de los Estados Unidos.
Es un gobierno que defiende la familia natural, y pretende castigar y corregir todas las aberraciones y perversiones de la sociedad. ¿Qué considera este gobierno como perversión? Pues cualquier identidad sexual distinta de la heteronormativa, es decir, que cualquier persona identificada como LGTBIQ+ debe ser disciplinada. Pero no sólo eso, también cualquier mujer que, de una u otra manera, haya sido infiel a su esposo. Los segundos matrimonios o las uniones libres luego de un divorcio son vistos como libertinaje y vicios. Evidentemente el poliamor es considerado como una depravación, y también debe ser condenado. Existen dos posibilidades de castigo: la muerte por la horca, o la muerte lenta de las colonias (unos campos de concentración donde se limpian desechos tóxicos). Exclusivamente para las mujeres hay dos vías de salvación: la primera, es ser escogida como criada (más adelante les contaré qué hacen las criadas), una opción solamente para quienes han sido madres. La segunda, que se requiera una prostituta en los prostíbulos clandestinos manejados por el gobierno para sus líderes.
El rol de la mujer, en esta sociedad de Gilead, es servir al hombre. El hombre es quien trabaja y la mujer se dedica exclusivamente al hogar y a los hijos (si es que tienen). Las nuevas parejas, es decir, las parejas que se formaron luego del golpe de estado, son asignadas por el gobierno. Son matrimonios arreglados y las mujeres son prácticamente niñas. Niñas entrenadas para ser buenas esposas.
Pero, como no podía ser de otra manera, no todos los hombres son iguales. El país está regido por una asamblea de comandantes, y las criadas les pertenecen. Cada comandante tiene una criada y una esposa, y el nombre de las primeras es De+ (el nombre del comandante), por ejemplo, Defred (que le pertenece a Fred). El trabajo de las criadas es embarazarse. Durante su período fértil, en una ceremonia donde la criada se recuesta sobre las piernas de la esposa, el comandante la viola. Si la criada se embaraza, una vez que da a luz el/la bebé es entregado a la esposa del comandante para ser criado como suyo. La criada es enviada a la casa de otro comandante, cambia su nombre, y sigue el mismo proceso.
En todo Gilead existe un estricto código de vestimenta. Los hombres deben usar un tipo de ropa y unos colores específicos, las esposas otro, las martas (las sirvientas) otro, las criadas otro, los niños otro, y los comandantes y sus esposas otro. El control es brutal. Cualquier falta menor es severamente castigada. Por ejemplo, si una mujer discrepa con un hombre, se le corta un dedo. El país está completamente militarizado, sus fronteras completamente cerradas, nadie entra, nadie sale. Hay un cuerpo de espías llamados ojos, quienes entregan y denuncias a sus propios padres si es necesario.
Lo mejor es que lean la novela El cuento de la criada, escrita en 1985 por Margaret Atwood. También, si ustedes quisieran, pueden ver la serie, una excelente adaptación de la novela. Nos cuenta la historia de una mujer en particular, la criada Defred, y a través de ella nos va mostrando la vida en Gilead. Nos va relevando también a la sociedad de un país gobernado por fundamentalistas religiosos, sus creencias y sus prácticas.
¿Por qué escribir un artículo sobre una novela que habla de un mundo distópico? Porque ahora tenemos un Bolsonaro en el poder, porque las creencias del gobierno de Gilead son las creencias de grupos reales fundamentalistas religiosos cristianos y católicos, porque esas creencias en nombre de la familia natural justifican la pena de muerte, la persecución a las identidades LGTBIQ+, la pérdida de derechos de la mujer, la misoginia y el machismo más aberrante. Porque El cuento de la criada es una ficción posible, el discurso de los comandantes es el discurso de los colectivos que se autodenominan Provida, de no te metas con mis hijos, de los ultranacionalismos fascistas, de las élites y de la derecha libertaria y conservadora, es decir, de quienes realmente pueden convertirse en gobierno (si no lo son ya).
Es sólo una historia para contar. Una historia para aprender. Una historia sobre un mundo posible que no quisiéramos tener.