Por Juan Montaño Escobar
Al hermano Jairo Olaya Ordóñez, su asesinato
nos deja ese plus de indignación insuperable.
Bunde sombrío 1
Esmeraldas, Ecuador, frutal hasta el dolor[2]en estos malhayados días. Ningún tiempo pasado fue mejor para una sociedad, solo fue un tiempo útil hasta donde alcanzó el resuello del entusiasmo; además de ser una frase pretensiosa tiene los peores resabios del conservadurismo. Pero las comparaciones son ejercicios inevitables: nosotros, los jóvenes apresurados de hace décadas, y la juventud de ahora mismo, con otras urgencias. Nuestro cimarronismo juvenil fue respuesta puntual a coyunturas políticas de esos años, se tiraron piedras (reales e imaginarias) y gritaron consignas para conseguir mínimos triunfos o al menos que el descontento no tuviera fecha de caducidad. Los tirapiedras estudiantiles, de esta parte de Latinoamérica, ya son (somos) menos, a veces la noticia de aquel o aquella que hizo pausa para siempre llega muy tarde. El tiempo de silencio resume un homenaje a bellas razones para vivir, como en la canción de Víctor Heredia. Si el humor alcanza, se recuerdan anécdotas de aquella vez cuando (viene la leyenda), los planes repasados tantas veces para que ningún amanecer no perdiera esa condición de tentación cultural, las promesas hechas y cumplidas como por mandato divino, las irrenunciables lecturas de cuanto se pudo y por fin la inconformidad por las vidas perdidas en avatares intranscendentes y cada ahora es pegajoso pesimismo. ¿Seremos reliquias de un mundo que ya es otro? Uno escucha a millennials y de la Generación Z deseando huir de esta ciudad. De Esmeraldas. O del Ecuador. Por retorcidas circunstancias, país y provincia, tienen los mismos infiernillos. ¿Pero, en serio, es Esmeraldas o es todo el país? Y no deben ser los únicos, hombres y mujeres jóvenes, que muestran hallarse incomodos en estas calles, en este lugar. Está ahí, áspera e intratable, esa desesperanza fomentada por unos liderazgos inservibles también en el país y en la provincia. Y nosotros, los baby boomers de esta ciudad, amelcochados de nostalgias, porque ya no alcanza para más aquel “me gustan los estudiantes, jardín de nuestra alegría, son aves que no se asustan, se animal ni policía”[3]. Ahora sé qué es eso de tercera edad.
Bunde sombrío 2
¿Cómo saber que no somos los únicos con los ánimos caídos, en el país? ¿En qué momento se esclerotizaron las ganas retratadas en las canciones llamadas de protesta? ¿Y ese fervor del ya mismo se evaporó? ¿Hay un hueco abismal entre aquello que quisimos hacer y aquello que no supimos comunicar a la juventud actual? Es en Esmeraldas y es en todo el Ecuador que la juventud está extraviada entre sotanas y regimientos, y aceptan el afrecho a sabiendas que no es harina. En Esmeraldas es trágico, miles de jóvenes asesinados o son asesinos, al parecer sin transición entre un ayer de dudas y este hoy de balaceras. Solo ocurrió y ya, no hay sociología a la carta. Quizás este jazzman ve este presente desde el retardo crucial que no debería ser. Y no debo ser el único que es reaccionario a este tiempo implacable y vertiginoso. Pablito Milanés tiene trova explicativa: Aferrarse a las cosas detenidas es ausentarse un poco de la vida[4]. Es que no hay dos opuestos en confrontación, en este proceso dialéctico, la síntesis resultante es el aletargamiento teórico izquierdista. De todas las izquierdas, incluida aquella que no se derechizó. Pero la energía política de las comunidades no está agotada. Es el axê de la esperanza.
Bunde sombrío 3
Esmeraldas, mi ciudad, por cantidad de habitantes correspondería a una parroquia urbana de Guayaquil. Es una ciudad extendida y continúa expandiéndose, vaya usted a saber si a las buenas o las malas de Dios. Está en ese periodo de todos los desgobiernos habidos y por haber: son los motociclistas rápidos en contravía, el fulano vehiculizado que le importa nada la vida de aquel (o aquella) que cruza la calle según dispone el semáforo, están esos desalmados que instalan cajas de sonido, en los barrios por veinte horas full potencia con los vallenatos más cagones que se puedan hallar; cuadras y cuadras de casas fortificadas hasta donde alcanzó el presupuesto; cientos de abarroterías, almacenes, talleres obligados a cerrar por la extorsión; familias expulsadas de sus casas y en fuga porque las desalojaron y se las apropiaron jefes de bandas, miles vendiendo artículos que nadie desea, miles viviendo del aire o qué sé yo, ¿a qué seguir? Peor todavía, ¿a quién acudir en busca de ayuda? Esmeraldas se desintegra sin pausas porque nos hemos quedado sin respuestas defensivas. Achille Mbembe describió esta realidad esmeraldeña, desde las ciencias sociales, a eso él llamó gobierno privado indirecto. La provincia y ciudad de Esmeraldas son el ejemplo exquisito de su ejercicio y la abolición de lo político. O el asesinato de los políticos que no renuncian a ser justamente eso, como en el caso del hermano Jairo Olaya[5]. ¿Cómo es la abolición de lo político? Es la destrucción de “todo espacio y todo recurso -simbólico y material- donde sea posible pensar e imaginar qué hacer con el vínculo que nos une a los otros y a las generaciones que vienen después”[6]. El concepto funciona en lo global y en lo local. Y paradigmáticamente en Esmeraldas.
Bunde sombrío 4
Esmeraldas por méritos económicos, buenos aportes al tesoro nacional, fue elevada de cantón a provincia en noviembre de 1847, mientras todavía una parte de su población estaba esclavizada. La ciudad fue trasladada, en 1860, durante la presidencia de Gabriel García Moreno, de San Mateo (río arriba) al tramo final del río Esmeraldas. Es decir, hace 163 años. Ciudad y provincia (mal) administradas por quienes los Gobiernos ecuatorianos al dedo decidían (aún deciden) hasta hace unos años desde Quito o desde otras provincias. Para algunos fue como destino de castigo y se ensañaron con las comunidades negras. Ciudad y provincia son el resultado calamitoso del colonialismo interno ecuatoriano, con las peores consecuencias. Y de una burguesía local inservible a esta clase política actual ídem. Hay excepciones, siempre la habrá, pero la realidad histórica esmeraldeña se repite y más veces como tragedia y desaciertos. Uno que otro comediante recordado por sus anécdotas, pero fueron los menos. En tertulias se concluye que las batallas fueron contra fantasmas y las derrotas no tienen registros en los libros de historia. Parecería que todo este infortunio fue causado por vientos trágicos soplados de no se sabe dónde. Hay empecinamientos confundidos con análisis sociales y políticos para cubrir con capas y capas de argumentos la inutilidad subalterna de la clase dominante esmeraldeña. Conclusión: provincia víctima. ¡Qué comodidad anímica y mental para quienes administran la provincia y sus ciudades! Las víctimas son solo eso, apenas noticia lamentable en los noticiarios clásicos. El juicio implacable del racismo institucional ecuatoriano no cuestiona causas estructurales políticas, mejor, santifica el ninguneo cualitativo de provincia y ciudad. La misericordia social es el descaro de los clanes gobernantes.
Bunde sombrío 5
A Esmeraldas la vivimos y padecemos quienes tenemos memoria corta y memoria larga, eso es material de la Historia y produce un sentimiento de inconformidad con esto que parece resignación popular (más que todo juvenil) o con lo que parece miedo sistémico. Parece. ¡Qué incomodidad la desconfianza! Está ahí, porque el dato, macabro siempre, confirma el relato: 219 personas asesinadas hasta el 19 de junio del presente año. Y con seguridad son más, porque la mortandad continúa. Es como los tres últimos versos de Midnight blues, una pregunta retórica antes de dormir, cuando es posible, porque parece que el día no transcurre apenas se mantiene el capricho nominativo: lunes. Es uno multiplicado por siete con otros nombres. Es la neurosis controlada son supuestos y evasiones de la realidad próxima, se comenta el asesinato del día o de la noche, pero al resguardo del engaño de la conversación sin giros dramáticos y de las explicaciones policiales almidonadas. Sin embargo, el caudal de angustias no cesa o se confunde con una estética deplorable. “¿No es lo último? Esto es el blues, simplemente un sentimiento en lo profundo de mi ser”[7]. Eso es el pesimismo respirable no con pulmones sino con agallas, en las versiones que tenga esta palabra: audacia, valor, branquia. Son esos trucos que devuelve a nuestra veteranía a los años colegiales y universitarios, pero también a las injustas comparaciones con generaciones millennials y Zetas. La rebeldía debería ser la respuesta al descalabro esmeraldeño, eso creemos. Pero, ¿rebelarse contra quién o contra qué?
Bunde sombrío 6
Son estos días de desventuras y veneno social que, por fin se entiende, el destino es la vía que se transita con algún propósito utópico, pero el ‘ahora’ pragmático e impostergable es la república de la calle. Asesinatos y neurosis impiden algún mínimo romanticismo. ¿Qué: romanticismo necropolítico? Todas las habladurías oficiales (o paraoficiales) y foros sobre seguridad ciudadana con abundancia del prefijo “narco” (para explicar casi todo) evitan el núcleo de problema y solución: el actual Gobierno de la derecha ultra. Estos gobernantes son el problema. Ojalá todas las conversaciones, los diagnósticos, las elaboraciones analíticas y hasta los improperios fueran caminos al gobierno privado indirecto de Guillermo Lasso Mendoza y mostritos parecidos (sin importar el número de lista electoral). Al menos, para Esmeraldas y sus trágicas consecuencias. Esmeraldas es un ejemplo clásico de la creación y aplicación de un Estado ajeno (ecuatoriano) a la diversidad poblacional, porque todos son negros y víctimas sempiternas de la misericordia blanca. No políticas públicas sino lástima con música sentimentaloide.
En las sociedades los cambios progresivos son procesos (casi) indetenibles, lentos o apresurados, pero continuos. Es nuestra historia, la de Esmeraldas, batallar con medios políticos ajenos y subalternos dentro de la República del Ecuador nos mandó a la punta de un cuerno. En estos últimos años la economía provincial y local dejó de existir o se volvió tan precaria que es una mentira. Estamos donde ciertos grupos sociales hegemónicos del Ecuador nos querían, porque la provincia queda de par en par para extraer riqueza y dejar pobreza. Más gráfico: Ecuador es 24 provincias menos (-) una. Por ahora, hemos perdido. Al perder quedamos sentenciados, mujeres y hombres, a ser víctima malquerida del país. Pero una víctima de esa calaña solo será mientras no se levante. El verbo levantar es tan amplio como una revolución necesaria y obligatoria. Axê.
[1] Tomado del poema Guerrero, de Antonio Preciado Bedoya. En el original el verso dice: El día tiene sombras hacia adentro, y hay que andarlo, caramba, pisando el corazón abierto en luz. Del libro De sol a sol, Colección ANTARES, Quito, Editorial LIBRESA, 1998, p. 116.
[2] Verso del poema Esmeraldas, de Antonio Preciado.
[3] Me gustan los estudiantes, canción compuesta por Violeta Parra.
[4] El tiempo, el implacable, el que pasó, autor e intérprete Pablo Milanés Arias (1943-2022).
[5] Jairo Olaya Ordóñez fuel concejal (reelecto) del Municipio de Esmeraldas, fue baleado, en la mañana del 13 de junio, al salir de una entrevista radial, y falleció el sábado 17 de junio de 2023.
[6][6] Entrevista con Achille Mbembe, filósofo camerunés, por Amador Fernández-Savater – Pablo Lapuente Tiana, Amarela Varela. Publicado en eldiario.es el 31/10/2016. Link: https://www.eldiario.es/interferencias/achille-mbembe-brutaliza-resistencia-visceral_132_3941963.html
[7] Ain’t it the final thing, this is the blues, just a feeling deep inside of me. Versos de Midnigt blues, de Terence Charles White.