El pasado 27 de octubre se realizaron elecciones presidenciales en Uruguay: en el centro del debate estuvo la evaluación de los 15 años de gobierno de la coalición de centroizquierda Frente Amplio, que contó con tres mandatos sucesivos encabezados por Tabaré Vázquez (2004-2009), José Pepe Mujica (2009-2014) y de nuevo Tabaré Vázquez (2014-2019).
Se enfrentaron 11 postulantes y ninguno alcanzó la mayoría absoluta del 50% más un voto, por lo que la segunda vuelta será el 24 de noviembre y tendrá como candidatos a Daniel Martínez (Frente Amplio) y Luis Lacalle Pou (Partido Nacional). La sorpresa de la elección estuvo dada, principalmente, por los bajos resultados del Martínez, que llegó al 39,17%, cuando encuestas previas le otorgaban un resultado cercano al 45%.
Desde la noche del domingo el Partido Nacional, que obtuvo el 28,59%, se convirtió en el eje vertebrador de distintos sectores de la oposición con pretensiones de llegar al gobierno. Así, los principales referentes de otros espacios como el Partido Colorado (12,32%), y partidos minoritarios que juntos suman un par de puntos porcentuales anunciaron su apoyo Lacalle Pou.
El Frente Amplio, en cambio, deberá apelar a toda su experiencia para recortar los más de diez puntos que necesita para llegar a obtener la mayoría en la segunda vuelta, ya sea, aumentando el número de votantes en la próxima elección (el domingo sólo voto el 71% del padrón), tejiendo alianzas con expresiones mínimas de la izquierda, o bien descontando el número de votos en blanco y anulados, que estuvo cercano al 4%.
Sin embargo, hay un factor que podría ser decisivo para inclinar la balanza a su favor: la postulación del “Bolsonaro Uruguayo” y de la organización de derecha (y ultraderecha) Cabildo Abierto en el nuevo bloque opositor.
Cabildo Abierto, pese a ser una estructura completamente nueva en el mapa político uruguayo, de apenas medio año de vida, obtuvo el domingo el 10,88%. Se autodefine como conservadora y “artiguista” (nacionalista). Sus integrantes provienen sobre todo de los partidos tradicionales conservadores e incluyen a algunos desencantados del Frente Amplio. La principal estructura de apoyo del partido está conformada por integrantes de las Fuerzas Armadas.
Su líder y principal referente, Guido Manini Ríos, fue Comandante en Jefe del Ejército Nacional entre 2015 y 2019 cuando fue cesado en sus funciones por el presidente Tabaré Vázquez debido a su oposición a revisar distintos casos de violaciones a los derechos humanos cometidos por militares en la última dictadura uruguaya. Además, existe un episodio anterior cuando se enfrentó al gobierno de Tabaré por la Reforma del Sistema de Retiros y Pensiones de las Fuerzas Armadas, aprobada en 2018, acto que le valió la máxima sanción posible de 30 días de arresto.
Además, Manini Ríos pone en cuestión la agenda de derechos que aprobó el Frente Amplio en 15 años de gobierno, entre ellos, las leyes de legalización de aborto, el matrimonio igualitario y la regulación del cannabis.
Todavía no está claro el papel que Cabildo Abierto podría tener en el bloque de oposición, si preferiría sumarse o mantener su propia autonomía, y menos claro resulta su eventual intervención en un futuro gobierno liderado por el Partido Nacional. Lo cierto es que hoy constituye el principal dilema para aquellos que quieran ganar la elección frente al número de votos que podrían perder en caso de incorporar a una fuerza de estas características.
Para el Frente Amplio, en cambio, puede resultar beneficioso en un doble sentido: tanto por aquellos independientes que prefieran darle su apoyo antes que respaldar a un bloque con presencia de este líder militar, así como por quienes se definen como “nacionalistas” y opten en cambio por la actual alianza de gobierno antes que comprometerse con la alianza opositora de derechas. A lo que se sumaría además la crisis en las que se encuentran gobiernos neoliberales de la región como el de Sebastián Piñera en Chile, y el de Mauricio Macri, en Argentina, que directamente perdió las elecciones para su relección el mismo domingo 27 de octubre.
En todo caso, en la elección del 24 de noviembre se jugará más que el futuro gobierno de Uruguay, sobre todo, por la postura del Frente Amplio de no intervención en la crisis interna de Venezuela, postura que acompañada por el gobierno de México, permitió un equilibrio en la región entre potencias externas como los Estados Unidos y la Unión Europea.