Por Luis Herrera Montero
PRIMERO LOS HECHOS
En Ecuador, el último evento electoral ha generado muchos cuestionamientos. Lee Brown (2025), uno de los observadores internacionales, compartió un análisis de los hechos, que dan cuenta de un claro autoritarismo de parte del régimen de Daniel Noboa. El régimen de la oligarquía Noboa actuó al margen de la Constitución y de la normativa electoral: se denunció reiteradamente la no tramitación de la obligatoria licencia para asumir cualquier candidatura y dejar que la vicepresidenta electa se responsabilice del poder ejecutivo. Al contrario, se atrevió a nombrar por decreto a dos vicepresidentas. Esta omisión legal facilitó que se haga campaña con recursos del Estado, pese a la explícita prohibición legal. Adicionalmente, el observador internacional enfatiza que el autoritarismo principalmente se produjo por el injustificado decreto de «estado de emergencia» en pleno desarrollo del sufragio.
En relación a los abusos de poder mencionados, la Misión de Observadores de la OEA (2025) manifestó su preocupación por un proceso de inequidad durante la campaña y por indicios de uso indebido de recursos públicos y del aparato estatal con fines proselitistas, calificando el acto como un comportamiento que erosiona la confianza ciudadana. Esta postura fue bastante leve ante los hechos que dicha instancia indicara, por constituir causales de descalificación. Si el caso fuera al revés, seguramente toda la OEA exigiría el cumplimiento de la legalidad e institucionalidad políticas, con acusaciones al progresismo de haber instalado una dictadura, pero al estar la OEA alineada siempre con los intereses imperiales de Estados Unidos, finalmente reconoció el triunfo oligárquico.
Ante la gravedad de los hechos, el observador Lee Brown llegó a catalogar la postura de la candidata Luisa González como comprensible, debido al sospechoso mantenimiento del mismo porcentaje de la primera vuelta electoral (44 % y 44,37%, respectivamente), a pesar de los acuerdos públicos con sectores como Pachakutik, fuerza política que se posicionó en el tercer lugar con un 5,25%[1]. Debe agregarse, según el autor, que la gran mayoría de encuestas anticipaban el triunfo de la candidata mencionada. Alfredo Serrano (2025), del programa “La Pizarra”, en uno de sus recientes programas, precisó también datos por territorios; por ejemplo, en la provincia del Guayas el 98% de los votos en disputa, extrañamente, se dirigieron a la candidatura de ADN, mientras que apenas el 2% para la candidata de RC, factor que no guarda proporciones con una proyección realista durante procesos electorales.
Desde una argumentación opuesta, se afirmaría que no siempre las encuestas logran coincidir con los datos del conteo oficial. El problema es que esto tampoco sucedió con los exit poll contratados, pues al menos uno debió acetar. Cabe enfatizarse que nunca antes las empresas contratadas emitieron datos muy alejados del margen de error: la empresa Servicios Telcodata S.A., con un margen de error del +- 0,59%, mostró una primera tendencia no oficial, con un 51,2% de votos para Daniel Noboa y un 48,8% para Luisa González; mientras que, Corpmont Marketing & Publicidad (Corpmontpubli S.A.), con un margen de error del 3%, emitió resultados donde Luisa González alcanzaba el 51.9% y Daniel Noboa el 48.01%. En términos estadísticos y matemáticos, los resultados oficiales que otorgaron un triunfo de 11 puntos porcentuales de diferencia (Daniel Noboa 55,63 % y Luisa González 44,37 %), tampoco guardaron el respectivo rigor. La incoherencia del tema se agudiza al retomar los resultados de los dos últimos eventos de segunda vuelta electoral, donde el progresismo alcanzó el 47,54% y 47,8%, respectivamente. Entonces, resulta inentendible que no se haya siquiera mantenido la dinámica proporcional de crecimiento.
Ante el contexto mencionado, la alianza electoral RC-RETO presentó dos denuncias de fraude a las autoridades electorales. Dentro de los argumentos, se detallaron actas sin firmas conjuntas, actas cuyos votos tiene inconsistencia con el número de sufragantes (ya que hubo más votos que votantes), disminución artificial del ausentismo, reducción inusual de los votos en blanco y uso de esferográficos con tinta transferible que alterarían unos votos en favor del otro candidato. Como era de esperarse, el Consejo Nacional Electoral (CNE) invalidó la denuncia y el Tribunal Contencioso Electoral (TCE) decidió archivar la correspondiente impugnación.
Con base en estos argumentos, tampoco cabe reproducir perspectivas analíticas afines a la derecha, que acusaron al correísmo sobre el peligro de desdolarización y de replicar la experiencia de Venezuela; acusaciones evidentemente falsas. La otra candidatura, en cambio, fue asociada con la exportación de cocaína a través de la empresa Noboa Trading, como también acusada de un crimen de Estado por el secuestro y asesinato de cuatro niños afrodescendientes a manos de integrantes de las Fuerzas Armadas y, finalmente, fue señalada por el perjuicio fiscal que la familia Noboa provoca al evadir impuestos por 94 millones de dólares, según el Servicio de Rentas Internas (SRI). Lo ilógico es que para un caso supuestamente hay razones explicativas del fracaso electoral, cuando en el otro, a pesar de ser acusaciones más graves, se reconoció la extraña ganancia con once puntos de diferencia.
Un dato no menos grave, es que en nuestra historia política ha sido una constante las prácticas clientelares y de corrupción, tendientes a lograr mayorías en el poder legislativo. A partir del retorno a la democracia en 1979, se tornó una constante el uso político del “hombre del maletín” para comprar votos de sectores de la oposición y funcionalizarlos al poder ejecutivo. No cabe descuidar que el poder de clase se lo ha concretado también por el falso consenso y desvergonzado soborno. Dentro de esta lógica, una asambleísta de Revolución Ciudadana decidió abandonar el bloque, para unirse al gobierno oligárquico e inclusive asumir la tercera vocalía de la Asamblea Nacional. El problema también se replicó con siete asambleístas de los nueve electos de Pachakutik, que asomaron en una foto con el actual ministro de gobierno: finalmente, en el proceso de nombramiento de autoridades de la Asamblea Nacional, una minoría de asambleístas de PK se abstuvo y la mayoría plegó con el gobierno, en una clara demostración de falsa conciencia.
El ejercicio del poder por fuera de la Constitución y el mal uso de recursos públicos en actos proselitistas, son un claro síntoma de una dictadura. A este fenómeno, hay que destacar que a un gran sector del electorado no le interesa cuestionar comportamientos que atenten la normativa democrática, por el contrario, terminan validando hechos que dan cuenta de una falsa conciencia. Es repudiable que conglomerados grandes de electores, fácilmente manipulables, asuman como normal todo este trayecto dictatorial. Por tales motivos, en el presente texto, se considera importante retomar una explicación de índole teórica, que no sea presentada tácitamente como suele suceder en los análisis de coyuntura. De ahí que, se reposiciona el tema de la ideología dominante como productora y reproductora de falseamientos de lo real, así como reflexiones sobre comunicación política y correlaciones de fuerza, con base en la vigencia de autores considerados clásicos de la filosofía y las ciencias sociales.
FALSA CONCIENCIA Y EL PODER OLIGÁRQUICO
El marxismo es la corriente filosófica-socioeconómica que mejor ha develado y explicado el problema de la enajenación. Marx (1972) supo clarificar que las clases en el poder aplican procesos de alienación o enajenación, mediante los cuales las clases dominadas asumen los intereses e interpretaciones de sus explotadores, como si estas les fueran propias, cuando en realidad les son completamente ajenas. Estas contribuciones teóricas el marxismo en general lo retoma de las conceptualizaciones de Hegel (2009), para quien la enajenación conlleva distorsiones en cuanto a los debidos sustentos sobre la verdad[2].
Un ejemplo reiterado para aplicar con rigor el concepto de enajenación, que evidencia esa condición de falsear la realidad, está en la serie de calificativos de negatividad respecto del socialismo como régimen que coarta las libertades. Una de las instituciones que ha protagonizado mensajes de enajenación, en favor de las clases dominantes, ha sido cabalmente la Iglesia Católica, que tergiversando el mensaje de los evangelios cristianos, ha apoyado a sectores pudientes. En la campaña para las últimas elecciones de Ecuador, ciertos sacerdotes desprestigiaron a la tendencia unitaria de centroizquierda e izquierda[3]. Los mensajes de estos sacerdotes nunca hicieron referencia a las denuncias públicas sobre la evasión fiscal como delito, al crimen de Estado con el asesinato de cuatro niños afrodescendientes y, menos aún, acerca del comportamiento dictatorial de Noboa al no cumplir la normativa constitucional para candidatizarse.
Estos sectores de la Iglesia, que se identifican con la dominación clasista, nunca se detuvieron a estudiar los aportes de uno de los principales precursores de socialismo: Saint-Simon (2004), quien mixturó los principios del liberalismo con el espíritu de las misiones cristianas y, así, inaugurar su oposición al capitalismo, siendo antes un militante liberal. En sus postulados, este autor francés consideró necesario liberarse socialmente de los parásitos capitalistas, que se han enriquecido por la explotación y empobrecimiento agudo a la clase trabajadora, por eso su idea de recuperar las misiones cristianas y el pensamiento originario liberal, en dirección hacia una nueva propuesta, que la denominó como socialismo y que se sustentaba en procesos de educación a la clase obrera, en áreas de la ciencia, el arte y la industria (Ranciere,1991).
Como en todo proceso social, no cabe descuidar las contradicciones. En diferentes corrientes cristianas han emergido actores contradictores a las estructuras institucionales; de este modo, debe considerarse los aportes de Juan XXIII y la propuesta de Concilio Vaticano II, que constituyó uno de los antecedentes de lo que a futuro se denominaría Teología de la Liberación, principalmente latinoamericana, con exponentes de renombre mundial: Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Leonidas Proaño, entre los principales, con clara influencia marxista. Esta perspectiva tuvo también irradiación en Europa con Julio Girardi y Francois Houtart. En el protestantismo, en cambio, las contradicciones se presentaron en la lucha por los derechos de los pueblos negros de Estados Unidos, bajo el liderazgo de Martin Luther King.
En términos de actualidad, el significado construido por el papa Francisco es de relevancia. Sus mensajes siempre estuvieron alineados a los principios de la Teología de la Liberación Latinoamericana y su opción preferencial por los pobres y la paz. Desde un propósito de humildad y dignidad, el papa Francisco decidió diferenciarse de las jerarquías típicas de la Iglesia y propuso que su entierro sea en la Basílica de Roma, cuando lo normal radica en que sea en el Vaticano. Como era de esperarse, el sepelio de Francisco tuvo una gran cobertura mediática, la que se empeñó más bien en reforzar el poder de clase y la hegemonía de la Iglesia Católica como falseadora de los principios cristianos[4]; en dicha cobertura las imágenes mostraban exageradamente a personajes como Trump, Milei[5], Macron, Zelenski, entre otros.
En cuanto al rol de los medios y su poder masivo, el papa Francisco enfatizó cuatro características malas o defectos: la desinformación, la calumnia, la difamación y la coprofilia o amor a la cosa sucia, que publicita escándalos incluso sangrientos. En coincidencia plena con lo catalogado en forma clara por el papa Francisco, las alienaciones o enajenaciones más características de la globalización capitalista neoliberal están alineadas con las ideologías que se emiten a través de medios masivos, que lejos de producir comunicación, se dedican a generalizar procesos de enajenación o falsa conciencia, en beneficio de los privilegios de los sectores dominantes. Evidentemente, la labor mediática ha sido una fuente reproductora de los intereses de oligopolios globales, que mayoritariamente han servido para distorsionar la realidad; es decir, para masificar mensajes y estéticas que promueven diversas adicciones a estilos de vida y costumbres de consumo capitalista. A partir de esa enajenación masiva, se promueve al capitalismo como un ejemplo a seguir, cuando en realidad hoy es la causa de la crisis civilizatoria a todo nivel: socioeconómica, política, ecológica, entre las fundamentales.
La comunicación, por el contrario, se deriva del accionar en común, por el bien común, no por los privilegios. Ariel Dorfman y Armand Mattelart (1979), por un lado, y Martín Barbero (2003), por otro, comprendieron la comunicación como una alternativa de lucha anticapitalista; los primeros por sostener una estrategia que se oponga al imperialismo estadounidense, al hacer una lectura de crítica al pato Donald; el segundo por proponer como comunicación a mediaciones que resisten a la hegemonía de los medios, aspecto que en una de sus últimas conferencias, en las que tuve el honor de participar, el autor habló de caos narrativo y narrativas de resistencia para contrarrestar al capitalismo. La masificación neoliberal tampoco correspondería identificarla mínimamente en la acción comunicativa de Habermas (1988), que complementa muy bien la acción social de Weber, con la cooperación marxista de transformación.
En tiempos de elecciones estas lógicas enajenantes priorizan el denominado marketing-mercadeo político. El marketing-mercadeo político podría tan solo integrarse como una de las actividades de un sistema, ni siquiera como un área de prioridad en la definición sistémica de comunicación de Luhmann (2007), que la conceptúa dentro de la complejidad societal, como interacción de varios subsistemas; entre estos, la política, la economía, lo ambiental, etc. Convendría, pues, que el mercadeo político sea comprendido en calidad de herramienta para procesos generadores de pensamiento crítico y conciencia en sí y para sí, que yo la definiría más como pedagogía comunicacional y política; sobre todo, con el fin superar las demonizaciones, distorsiones, difamaciones, con las que oligopolios y oligarquías transnacionales y globales gobiernan a través del neoliberalismo.
La falsa conciencia, entonces, constituye toda una maquinaria del capitalismo, que ha provocado la ruptura de tejidos familiares y comunitarios por medio de masificaciones publicitarias, no solo de consumo adictivo, sino también de emprendimientos individualistas idealizados. La gravedad del asunto, está en que inclusive poblaciones indígenas han caído en tales idealizaciones individualistas, donde la economía colectiva y solidaria se la está reemplazando con emprendimientos pequeños burgueses y burgueses: la Cooperativa de Ahorro y Crédito Mushuk-Runa de propiedad Luis Chango, constituye uno de los ejemplos. La ingenuidad es incomprensible, pues la lógica de concentración y centralización de capitales no democratiza jamás la propiedad oligopólica de la riqueza (Marx, 1977), por tanto, los sueños de emprendedores en camino a la pequeña burguesía y a misma la burguesía son meras alienaciones.
Actualmente, Deleuze colocó en el escenario el tema de la sociedad de control (Deleuze, 1990), donde se asume la superación del panóptico de Foucault, por la subjetivación global del capitalismo, a través de individuos identificados con la dominación estructural de la lógica del capital, que promueve incluso la autoexplotación y autovigilancia[6]. Un estudio que abre luces y que combinaría la sociedad del control y la economía política marxista, se evidencian en la sociedad del cansancio (Han, ). No cabe duda que el marxismo, mucho antes, acusó al sistema capitalista de destruir el descanso y el derecho de la clase trabajadora a recobrar energías. La diferencia con el marxismo es que Deleuze y Han explican el autoexplotarse y el autovigilarse como subjetivaciones de subordinación del mundo contemporáneo. En el tema podría sostenerse que tal subjetivación es sin duda enajenación de sujetos, que en las teorías deberíamos reconstruirlos articuladamente. En tal virtud, Walter Benjamin, hace varias décadas, proyectó el concepto de alienación no solo para la sociedad de su tiempo, pues sirve hoy para analizar el estado del capitalismo global. “La humanidad se ha convertido ahora en espectáculo de si misma. Su autoalienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético de primer orden”.
El problema fundamental de la enajenación es la habilidad que demuestran las clases dominantes para posicionar contenidos que falsean la realidad como verdades asumidas consensuadamente por amplios sectores poblacionales. En el caso ecuatoriano, como se lo ha mostrado, han confluido el poder económico, el mediático, el eclesial y el poder estatal, con un propósito único de colocar a la oposición en calidad de aliada al narcotráfico, la corrupción y el endemoniado socialismo como sinónimos. De este modo, todo este poder consigue el afianzar la normalización del abuso del poder y del engaño.
Entre lo más perjudicial de un sistema de las connotaciones expuestas, asoma cuando manifestaciones de falsa conciencia se las expone con descaro. Antecedentes de esto lo constatamos con las demonizaciones al gobierno democrático de Allende, para luego generalizar justificaciones en referencia a la dictadura totalitaria y genocida de Pinochet. León Febres Cordero, histórico líder del partido socialcristiano en Ecuador, durante las respectivas publicidades electorales en 1979, sostuvo que debía evitarse lo acontecido en Chile, para restar el apoyo a Jaime Roldós Aguilera, cuyo gobierno no se caracterizó para nada como socialista. Roldós tampoco culminó su período, debido a un extraño accidente aéreo. Lo cierto es que gobiernos como los de Allende y Roldós eran adversos a la lógica imperialista de Estados Unidos y de ciertos oligopolios locales: en el caso de Roldós, a causa del reconocimiento que hiciera a la revolución sandinista.
Décadas después, se usó la misma propaganda falsa en contra de Rafael Correa. En este caso, se lo asociaba en torno a los regímenes de Cuba y Venezuela, a sabiendas de que históricamente el socialismo en Ecuador ha recibido una masiva descalificación por parte de las oligarquías y su manejo ideológico de los mensajes en distintos espacios generadores de poder, como el sistema educativo, el religioso y el mediático, aunque se desconozca por completo en qué consiste el sistema socialista. Afortunadamente, el electorado no apoyó tal publicidad política. Durante el gobierno progresista se instituyó una Asamblea Constituyente y con ella la Constitución más significativa de nuestra historia, que ha sido catalogada como una de las más democráticas e innovadoras de la región y el mundo.
En realidad, el período progresista en Ecuador aplicó más bien un sistema de bienestar social y desarrollismo bajo estructuras de un capitalismo racional y diferenciado del neoliberalismo. Llama la atención, que los sectores que sufragaron en favor de Noboa, se detengan en difamaciones al progresismo ecuatoriano, cuando en los diez años del gobierno progresista se consiguió crecimiento económico, tanto del sector público, como del privado e incluso financiero. Del mismo modo, debe reconocerse el significativo incremento de la inversión pública y de los indicadores de desarrollo social. Sobre las reducciones de la violencia e incremento de la seguridad logradas también durante esos diez años, se prefiere dogmáticamente acusar a Correa de ser permisivo y de tener acuerdos no demostrados con el narcotráfico.
En el último proceso electoral se retomó la estrategia de comparar la candidatura progresista de González con el régimen de Maduro, basada en relatos de la población inmigrante venezolana en el país. Al respecto, debe resaltare que Ecuador tuvo también una fuerte emigración a consecuencia del feriado bancario. En cambio, durante el gobierno progresista se logró un importante retorno al país de aquella ciudadanía emigrante. El fenómeno se ha reposicionado, la emigración de compatriotas ha resurgido por responsabilidad nuevamente de las políticas neoliberales; sin embargo, se ha insistido en que Ecuador sería una réplica de lo que conciben como dictadura en Venezuela, aspecto que incluso el periodista Fernando del Rincón se encargó de difundir durante la entrevista a Luisa González. Para la ideología imperialista neoliberal de Estados Unidos y sus acólitos no es dictadura gobernar al margen de la Constitución, impidiendo a la vicepresidenta ejercer el poder y hacer uso indebido de los recursos del Estado en proselitismo electoral, a más de no pagar impuestos conforme lo determina la ley. Es necesario resaltar que los índices de violencia y muerte en Ecuador superan en mucho a los de Venezuela
La falsa conciencia, se produce también por medio de montajes escénicos. El análisis no puede obviar lo que en términos de antropología política se ha denominado dramatización o teatralidad. Balandier (1969), un autor clásico en la temática, luego de analizar varios contextos, demostró que el poder usa al teatro para afianzarse y lograr el consabido reconocimiento sociocultural. Un ejemplo doloroso de esto se constató en la acusación infundada de que el correísmo asesinó a Fernando Villavicencio. Hoy se conoce que tal acusación no contempló las pruebas de rigor; sin embargo, fue usado como parte de una estrategia de demonización a la candidatura progresista. Los familiares de Villavicencio hoy responsabilizan al régimen de ocultar la verdad sobre el crimen, pero la Fiscalía insiste en acusaciones falsas a líderes del progresismo, pese a la información develada del celular de Villavicencio.
Durante el gobierno de Noboa se puso en práctica también la dramatización, cuando se escenificó la toma del medio de televisión TC, donde un grupo reducido de delincuentes novatos-jóvenes superaron dudosamente la seguridad del canal televisivo y que luego fueron sometidos por un amplio contingente policial, hecho que fuera retransmitido por un medio privado como Teleamazonas, que produjo muchas sospechas incluso a nivel periodístico, las que se emitieron durante la rueda de prensa presidencial. Hoy se deduce que la acción fue para justificar medidas en torno a un conflicto interno que debía asumirse como una guerra en contra de narcotraficantes y terroristas y, con esta, la oficialización de decretos de estados de excepción. El combate al narco-terror podrían entenderse, mas no la justificación de tales decretos, debido a que las medidas tomadas no redujeron los índices de violencia y muerte, los datos dan cuenta de lo contrario. El Ecuador registra en enero de 2025 el inicio de año más violento de su historia. “Cifras del Ministerio del Interior, actualizadas en días pasados, señalan que en enero de este año se registraron 781 homicidios, 276 más que los 505 contabilizados en 2024, y 247 más que los 534 de 2023, año en el que Ecuador se situó a la cabeza del índice de muertes violentas de Latinoamérica” (Swiis.info.ch, 2025).
Esta lógica de confundir la realidad desde pronunciamientos que dejan más dudas que certezas, volvió a ser el común denominador. En estos últimos días, luego de declararse a Noboa como triunfador de los comicios, se emitió un comunicado de las Fuerzas Armadas, donde se afirmó que sicarios internacionales, principalmente mexicanos, atentarían en contra de la vida del presidente Noboa. Como era de esperarse, la afirmación reprodujo la generación de graves impases diplomáticos con México, que cuestionaron la veracidad de tal información y el despropósito total del pronunciamiento. El objetivo, no obstante, podría devenir en la reinstalación de nuevas declaratorias de estados de excepción, fenómeno que se impuso también durante las elecciones del 13 de abril de 2025, con una excesiva militarización de varios recintos electorales, cuya necesidad extrañamente se la planteó como medida precautelatoria de la paz y del buen desarrollo de evento electoral.
Desde el gobierno de Lenín Moreno, los estados de excepción se han tornado como medidas normales y ordinarias, cuando legalmente deberían ser extraordinarias y excepcionales, con los sustentos jurídico-políticos para afrontar situaciones de innegable emergencia. Estas medidas, por lo general, tienden a atender situaciones de extrema gravedad y no puede su aplicación asumirse como práctica reiterativa, conforme se establece constitucionalmente. A partir del regreso a regímenes y gobiernos neoliberales, se ha reiterado en decretos de estados de excepción, que lejos de bajar la intensidad de la problemática de violencia e inseguridad, los datos han mostrado más bien crecimientos desbordantes, hasta colocarnos como el país más violento de América Latina (Maldonado y Vera, 2025).
Anteriormente, escribí textos señalando que dichos estados de excepción responden a políticas autoritarias del capitalismo global, al que lo he catalogado, políticamente, como régimen totalitario (Herrera y Vera, 2018; Herrera 2022), sobre las bases y rigores respecto de políticas de demonización propagandística y la obligatoriedad generalizada que exige al ejército cumplir roles de alta represión policíaca (Arendt, 2004), que caracteriza en la actualidad a los decretos de estados de excepción (Agamben, 2005) y la transnacionalización imperialista del Estado como necropolítica (Mbembe, 2012). En síntesis, dichos estados de excepción terminan prácticamente sirviendo a intereses de amedrantamiento social y persecución al pueblos organizados y opuestos a las dictaduras neoliberales.
LA RESPUESTA UNITARIA
En contextos sociales como los de México y Colombia se vivieron varias derrotas electorales, hasta que fue posible revertir esos resultados con triunfos sostenibles. En nuestro país el fenómeno se produjo a la inversa, pues hubo capacidad de triunfar con reelecciones que significaron una estabilidad social de diez años, sin descuidar la presencia de momentos de conflictividad social, sobre todo con la CONAIE, el movimiento indígena más representativo del país desde finales de los años 80.
El hecho de haber alcanzado importantes porcentajes en las tres últimas elecciones (dos mayores al 47% y un empate técnico alrededor del 50%) no puede desmerecerse y provocar rupturas que nos perjudicarían de la peor manera, retrocediéndonos a las décadas de los 80 y 90, caracterizadas por la constante división de las izquierdas y centroizquierdas. Una recomposición purista de la izquierda también afectaría los trayectos y perspectivas a futuro, por su inconveniencia en materia de correlación de fuerzas y relaciones de poder, aspecto que debe siempre tenerse muy en cuenta, con base en los aportes de Foucault (1980) y Deleuze (1987). Se caería inevitablemente en una ilusión revolucionaria; el concepto de ilusión ha sido fuertemente cuestionado por contribuciones filosóficas desde Spinoza, hasta pensadores contemporáneos de la talla de Deleuze (2004) y Hardt (2004).
Apelando a la memoria, en los años noventa, la centro izquierda e izquierda fueron incapaces de pasar a segundas vueltas electorales, a causa de vanguardismos no unitarios. Obviamente, los triunfos oligárquicos devinieron en la instauración de un marco constitucional neoliberal en 1998, como también en la instalación de una base militar estadounidense y en salvatajes bancarios y su consecuente desastre-feriado financiero; es necesario resaltar que inmediatamente después se produjeron insurrecciones del movimiento indígena y una insubordinación militar, provocando la caída gubernamental y posteriormente una alianza electoral entre el Partido Sociedad Patriótica (PSP) y Pachakutik (PK), que alcanzaría el respectivo triunfo en el 2005. Sin embargo, dicha alianza duró demasiado poco, porque el PSP teatralizó su supuesto izquierdismo, cuando en realidad sintonizaba con la derecha neoliberal, otorgando a PK una participación sumamente minoritaria en el ejecutivo y en el legislativo. Afortunadamente, en un corto plazo, se consiguió revertir esta situación, por las contundentes y multitudinarias movilizaciones de la ciudadanía de Quito, que exigieron la salida presidencial del PSP y la instalación de una Asamblea Constituyente. Entonces, fue posible lograr un indiscutido triunfo electoral en el 2007, una nueva Constitución en el 2008 y una estabilidad social de 10 años.
En el contexto actual, el neoliberalismo apunta a eliminar la Constitución de 2008, considerada como una de las más democráticas, ecológicas, interculturales y plurinacionales del mundo. Urge en consecuencia impedir la repetición de la historia acaecida en 1998. Se debe sostener la unidad social y popular en el qué hacer sociopolítico de todo el país. Se tiene muy malas experiencias con gobiernos funcionales a las políticas imperialistas del FMI y al saqueo nacional de parte de oligopolios. La dictadura oligárquica-oligopólica destruirá al país y a su propia perspectiva de gobernabilidad, por la adicción a enriquecimientos desmedidos a corto plazo, seguramente la popularidad de Noboa entrará crisis a poco tiempo. La unidad garantizaría una fuerza opositora a nivel nacional, aunque ciertos legisladores se hayan distanciado del proceso unitario. Lo contrario nos sumergiría todavía más en la trágica realidad neoliberal y de narcoviolencia, que coloca en riesgo incluso a integrantes del ejército, que en los últimos días sufrieron el asesinato de once de sus miembros en un territorio cercano a una de las fronteras amazónicas con Colombia y cuyo develamiento, al igual que otros casos, no está garantizado.
BIBLIOGRAFÍA
Agamben, Giorgio. (2005). Estado de excepción. Homo Sacer II. AH.
Arendt, Hannah. (2004). El origen del totalitarismo. Santillana Ediciones Generales.
Balandier, George. (1969). Antropología Política. Ediciones Península
Deleuze, Giles. (1987). Foucault. Paidós
Deleuze, Giles. (2004). Spinoza: filosofía práctica. Fábula
Foucault, Michel. (1980). Microfísica del poder. Las Ediciones de La Piqueta.
Habermas, Jürgen. (1988). Teoría de la acción comunicativa, I. Racionalidad de la acción y racionalización de social. Taurus Humanidades.
Han, Byung-Chul. (2024). La sociedad del cansancio. Herder
Hardt, Michael. (2004). Deleuze. Paidos
Hegel, George. (2009). Fenomenología del Espíritu. Pre-Textos.
Herrera, Luis y Vera, Juan. (2020). Ecuador en movilización contra el totalitarismo neoliberal. En Camila Parodi y Nicolás Esticotti (Eds.), Ecuador: la insurrección de octubre (pp.260-270): CLACSO.
Herrera, Luis. (2023). Pandemia y totalitarismo neoliberal-global. En Stalin Herrera. Coor. Las distintas aristas de un Ecuador en crisis, pp. 127-154
Luhmman, Niklas. (2007). La Sociedad de la sociedad. Herder.
Marx, Karl. (1972). Manuscritos: Economía y Filosofia. Alianza Editorial.
Marx, Karl. (1977). El Capital. Fondo de Cultura Económica
Mbembe, Achille. (2011). Necropolítica. Editorial Melusinas
Ranciere, Jacques. (1991). Breves viajes al país del pueblo. Ediciones
Nueva Visión
Saint-Simon, Conde de (2004). El nuevo cristianismo. Biblos
*Artículo publicado por CLACSO (Julio-2025)
** Co-coordinador del Grupo de Trabajo CLACSO: Territorialidades, espiritualidades y cuerpos. Coordinador de publicaciones de la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad de Cuenca-Ecuador
[1] Para el balotaje del 13 de abril de 2025 se concretaron alianzas con mucho más eficacia y sonoridad pública
[2] Hegel consideraba que la simple constatación material impedía el acceso a lo verdadero, que se lo contrasta en la fenomenología del espíritu. La materia es enajenante. Hegel concebía su epistemología del espíritu desde el método dialectico, como dinamismo progresivo y, al mismo, tiempo contradictorio. Así, por ejemplo, la existencia del pueblo tiene una condición material, pero lo que interesa es su conciencia en sí y para sí, por tanto, su espiritualidad reconstituyente del espíritu inicial, pero en un estado de síntesis progresiva o superior. Marx (2011), por su parte, consideraba que la verdad se la descubre por esfuerzos de abstracción inicial, pero que debían retornar a lo concreto en calidad de hallazgo científico y praxis revolucionaria, mediante la cual la conciencia social se libera de la dominación ideológica y enajenante de las clases en el poder, que falsean lo real para su propio beneficio y privilegio. La diferencia con Hegel consiste en la comprensión sobre la dialéctica, pues para Marx el idealismo hegeliano la comprendió al revés, desde el espíritu, mas no como debería ser: desde la materia.
[3] César Piechestein, un sacerdote que advierte que votar por el socialismo de Luisa González, atentaría contra nuestra libertad religiosa
[4] Resulta indispensable recordar los evangelios, según los cuales Jesús con látigo en mano expulsó a mercaderes de la casa de Dios padre. De igual manera, Jesús formuló la conclusión de que más fácil es que pase un camelo por el ojo de una aguja que un rico entre al reino de los cielos. Así también, priorizó la opción por pobres, de amar al prójimo como a sí mismo, de tener hambre y sed de justicia y, sobre todo, de dejar al César lo que es del Cesar, un pronunciamiento que incluso ha inspirado a diversidad de utopías revolucionarias.
[5]Le acusó de ser condescendiente con criminales de izquierda
[6] Deleuze define a la sociedad del control más allá del panóptico de la sociedad disciplinaria de vigilar y castigar.