Por Xavier Flores

El gobierno de Lenin Moreno ha demostrado que el Estado del Ecuador es de una inutilidad suprema. Durante dos meses, el Presidente de una república estuvo convencido de que su ministro de salud (su subordinado) tenía un plan de vacunación, pero resulta que dicho plan únicamente estuvo en la cabeza del Ministro (?). Aun así, el Presidente dijo que ese ministro puso ‘todo el cuerpo’ (menos su cabeza, se entiende) en su gestión (‘Presidente Moreno reconoce que hubo discrecionalidad en plan de vacunación contra el covid-19’). Y ese ministro, Juan Carlos Zevallos, hoy se refugia en Miami.

Esta escena absurda ilustra todo lo que ha sido, es, y viene siendo, la aniquilación del Estado andino-tropical del orto del Ecuador. En dos figuras:

1) El Presidente ausente.- Lenin Moreno no existe. Es el momento más crítico de la historia del país, se muere gente por decenas cada día y el celo en la ejecución de sus órdenes podría salvar muchísimas vidas, pero al Presidente Moreno esto no le importó. Durante dos meses, un subordinado suyo, la persona a cargo del área más importante para enfrentar el momento más crítico del país, no tuvo un plan pero él creía, porque así le parecía por los medios de comunicación, que sí lo tenía.

 

Esto es lo más hijueputamente inútil que se ha escuchado alguna vez de una autoridad de este nivel: no hay un plan de vacunación, pero el Presidente ni se entera porque él cree que sí lo hay por lo que ve en TV. Es más un televidente que Presidente, estuvo más preocupado por Master Chef que por la vacunación de su gente. Su idea de ejercer el poder es ayudarse a sí mismo y a los suyos: con vacunarse él y vacunar a su círculo cercano y amiguetes poderosos, Lenin Moreno está cumplido. El resto de la población son personas borrosas, cosas ajenas, el pueblo ecuatoriano.

 

Si la cabeza del gobierno no funciona, los subordinados aprovechan para hacer cualquier huevada. Y como ejemplo de subordinado que hace cualquier huevada, lo tenemos al ministro Zevallos.

 

2) El ministro corrupto.- La crisis de salud más grave en la historia del Ecuador y el ministro de salud no tuvo un plan de vacunación. O mejor dicho, tuvo uno, pero secreto y perverso: discrecionalmente vacunar a familiares y amigos, utilizando los recursos públicos en beneficio particular. Lo decidor es que el ministro Zevallos no observó ningún problema en su conducta, pues él creyó haber hecho lo habría hecho otro en su lugar. Y en esto coincide con un representante de nuestra élite económica, el banquero Fidel Egas, que juzgó ‘ético’ el vacunar a la familia con recursos públicos.

Así, el Ecuador es un país en el que sus autoridades y sus élites naturalizan el abuso de los recursos públicos para el beneficio particular (ejemplos hay por montones, del reparto de los hospitales a los vacunados del club Rotario). Hoy, el Estado del Ecuador ha vuelto a ser un botín en manos de una facción depredadora, un escenario del sálvese quien pueda.

¿Cómo llegamos a esta aniquilación del sentido público del Estado ecuatoriano?

Creo que porque los últimos cuatro años hubo un único programa en el gobierno y fue uno de carácter político: eliminar la alternativa política llamada ‘correísmo’. Por este propósito, el gobierno de Moreno se olvidó de servir a la gente que lo votó (a los que, frente a algunos de sus amiguetes, admitió que había empezado a odiar). Moreno se entregó de cuerpo y nalgas a la facción ‘anti-correísta’, que es un amplio arco de personas de izquierda a derecha cuyo fin es impedir que el ‘correísmo’ vuelva a ocupar los espacios que en el gobierno de Moreno esa gente ha recuperado. A mayor número de espacios, más botín a repartir.

Uno pensaría que un Presidente que se olvidó de gobernar para la gente para perseguir a un grupo político, al menos habría sido efectivo en su persecución y habría eliminado al grupo ‘correísta’. Pero no ha sido así. La persecución de Moreno ha sido un fracaso.

Rafael Correa podría haber puesto a competir en las elecciones a un cactus y lo mismo lo tendría de ganador. Y más que por el mérito de Correa es por el gran demérito de sus opositores, que han fracasado en administrar un Estado mejor que su adversario y en cuyo período de gobierno los servicios públicos se deterioraron, las obras decayeron y la corrupción campeó. El Estado del Ecuador, hoy, ha vuelto a ser la entidad despreciable que tradicionalmente ha sido (v. ‘Retrato de un país roto’)

El saldo de estos últimos cuatro estúpidos años es que sus opositores, por acabar con Correa, aniquilaron al Estado.

Tomado del blog de Xavier Flores

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