Por Danilo Altamirano

El reparto del poder por parte del “establishment conservador” ha generado desigualdad, inequidad e injusticia social en el pueblo ecuatoriano. La agenda conservadora -creando oportunidades- con énfasis neoliberal en lo político, económico y social ha fracasado, por cuanto las promesas -del Ejecutivo- de atracción de inversión extranjera y crecimiento económico han sido incipientes en términos de desarrollo. Sumado a ello, las tensiones políticas a causa de la ausencia de liderazgo y la limitada capacidad para conducir el país enmarcado en principios de gobernabilidad ciudadana, ha desencadenado en el empobrecimiento del pueblo ecuatoriano.

En el Ecuador el descontento social es generalizado, sin embargo, el “establishment conservador” aún continúa con la esperanza de mantener el poder político debido al auge de nuevas opciones de derecha con principios de mercado y concentración de riqueza, quienes enfrentan los resultados positivos de las últimas elecciones seccionales que configuró un nuevo escenario, tablero y mapa político.

Los ecuatorianos hemos palpado y somos conscientes que la administración pública difiere de la administración privada, por cuanto rebasa el accionar de crecimiento económico medido por el producto interno bruto (PIB) y la visión rentista que en muchos casos tiene énfasis de acumulación o concentración del capital y que se desconecta con los problemas reales de la sociedad. Mientras tanto, la administración pública requiere de un conjunto organizado sostenible y dinámico de los sistemas económicos, políticos, socio-culturales y ambientales que garanticen el desarrollo integral del ser humano. Sin embargo, la ciudadanía ecuatoriana presenta un desencanto por la política, inseguridad, corrupción, planteamientos demagógicos, falta de resultados concretos, saturación de mensajes políticos, desinformación y sobrecarga de información, que llevan a la apatía de los votantes, polarización y desconexión política, en detrimento de la voluntad y del bien común.

La política irresponsable -ideología residual-, la falsa prosperidad y demagogia del Gobierno -del Ejecutivo- y su “establishment conservador”, han provocado un estallido ciudadano, que amenaza con socavar los principios democráticos, la seguridad ciudadana y la dignidad del pueblo ecuatoriano.

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