Por Luis Herrera Montero
La izquierda anticorreísta cree que puede liderar la oposición al neoliberalismo. No es así. Las ilusiones idealistas terminan siempre siendo reaccionarias. Ciertos marxistas o supuestos marxistas, sin duda, son hegelianos. Cuando se escucha a estos personajes hablar de la Pachamama, no hacen más que reproducir la propuesta hegeliana del espíritu absoluto, con una burda resignificación feminizada del mismo. Nada de feminista tiene esa apuesta política, pues no guarda mínimos rigores respecto de postulados del ecofeminismo (Vandama Shiva; pensadora de la India y uno de los referentes ecofeministas), ni del feminismo de la diferencia (Liderado por Rossi Braidotti) ni del feminismo decolonial (María Lugones, una de sus más representativas exponentes en América Latina). Cuando se escucha a Carlos Pérez, se constata una simplificación rotunda de los contenidos respecto de los saberes ancestrales de los pueblos kichwa, por no decir una ridiculización new age, bastante fetichista y propensa a caer en las garras de la globalización neoliberal y patriarcal.
La más clara demostración política, de lo recientemente mencionado, tiene evidencias en los resultados electorales que propiciaron el triunfo de oligarquías guayaquileñas; no en Guayaquil, sino prácticamente en toda la serranía. Si revisamos los resultados electorales de la primera vuelta, la votación por el nulo alcanzó un 9,55% y el apoyo a la candidatura de Carlos Pérez llegó a 19,39%. En la segunda vuelta lo votos nulos subieron a 16,26%; es decir, que la promoción para anular el voto, realizada por Pachakutik, fue un claro fracaso, ya que ni siquiera alcanzó el porcentaje de 19,39% que esta corriente política lograra el 7 de febrero. Además, que el 9,55% del sufragio nacional, que anularon el voto en la primera vuelta, pudieron mantener esa decisión en la segunda. Lo que si queda claro es que esa supuesta izquierda fue incapaz de evitar que un importante sector, que apoyara a Pachakutik, terminara otorgando el decisivo triunfo a Lasso-Nebot; la más reaccionaria vigencia del colonialismo patriarcal. Habría que tener cuidado, de que ese idealismo no provoque una recomposición conservadora en el pensamiento serrano y que termine actualizando históricos regionalismos del sistema de hacienda; la más nefasta de las colonialidades patriarcales; responsable incluso del fatal arrastre de Alfaro en 1912; sin con esto afirmar que el liberalismo alfarista haya sido anticolonial; simplemente se advierte sobre un colonialismo patriarcal de peores connotaciones.
Hoy pretenden, desde una maniobra encubierta de feminismo, proclamar la candidatura de una mujer para liderar a la CONAIE. El problema, como lo he señalado ya, está en que se haría juego al viejo conservadurismo patriarcal, bajo una peligrosa careta feminista. El objetivo real de tal tendencia no es más que impedir que Leonidas Iza logre ganar el proceso y asuma la presidencia de la CONAIE. Obviamente, si se hace un análisis profundamente feminista, no se trata tan solo de promocionar una candidatura femenina, sino de articular un proyecto que integre la superación del patriarcado. Las maniobras del sector de Carlos Pérez constituyen una reproducción conservadora, que intenta usar la imagen de una mujer indígena, cuando sus postulados no se equiparan mínimamente a todo el proceso liderado por Leonidas Iza, que sí conlleva contenidos feministas de mayor envergadura, sin duda alguna. Lastimosamente esa izquierda con fachada de radicalismo, hizo un fatal juego al machismo Lasso-Nebot, para atacar el machismo de Correa. Son incapaces de diferenciar procesos y correlaciones de fuerza. Sirven a las homogeneizaciones más conservadoras, con un radicalismo que termina siendo servil a las oligarquías más colonialistas y patriarcales de nuestra historia. Entonces, resulta que su propuesta en vez de proyectarse a un devenir emancipatorio, entendido como un complejo y largo proceso que incluya la igualdad de género, termina retrocediendo hacia un patriarcado colonialista, liderado por las recalcitrantes oligarquías nacionales y globales.
Así nomás el contexto. Apostar por paradigmas revolucionarios, sin perspectiva sobre las correlaciones de fuerza y mentalidad estratégica de lucha, hace juego al idealismo hegeliano, típicamente clasista; nada alternativo y nada alterativo. En los actuales momentos es claro que el progresismo es la vía para contrarrestar al neoliberalismo en el proceso coyuntural contemporáneo, conforme un análisis necesario sobre correlaciones de fuerza. Obviamente, no se trata de confundirlo con el paradigma u horizonte utópico, pero no verlo como un necesario proceso de transición, simplemente asegura la derrota, que desde visiones muy románticas de transformación social, no hacen más que permitir la manipulación oligárquica, colonial y patriarcal a nivel glocal.