Por Magdalena León T.

En tiempos de destrucción de la democracia y de la vida como el que nos ha tocado atravesar en estos años, cobran singular importancia las experiencias transformadoras, los asedios a lo imposible que han abierto caminos y condiciones para cambios inmediatos ligados a proyectos de largo plazo.  Son pautas que tributan a las síntesis históricas que se producen en el devenir de los pueblos, en sus búsquedas de igualdad, justicia, paz y cuidado integral de la vida.

Esmeraldas, un territorio ‘históricamente castigado por las élites’ como señala Raúl Chiriboga, afronta el más duro de sus momentos: asolado por las mafias de todo pelaje y la delincuencia organizada, inerme por la destrucción de lo público y la vulneración de derechos, por el saqueo y la contaminación ambiental, por la vieja lacra del racismo estructural.  Las dinámicas extractivas que padece no se limitan a los recursos naturales estratégicos, sino que incluyen las riquezas culturales y humanas, el potencial musical y deportivo que el país aprovecha y exhibe, pero dejando a sus pueblos empobrecidos y condenados al mal vivir

En este contexto se celebró en este mes de junio el centenario del nacimiento de Jorge Chiriboga Guerrero (1925-2010), el comandante Chiri, o don Chiri, un ecuatoriano inmenso, cuya trayectoria de vida es el testimonio de un empeño revolucionario capaz de detonar cambios inmediatos ligados a una visión y proyecto de futuro. Cuando la vida del pueblo está en juego los cambios no pueden esperar. Por eso desde la adolescencia optó por un compromiso político socialista que aplicó en todos los frentes de acción y presencia: deporte, educación, organización campesina y poblacional, luchas por el acceso al suelo urbano en Esmeraldas, Quito y Guayaquil, vasta obra pública impulsada desde sus funciones como concejal, alcalde, prefecto y diputado en distintos períodos entre los años 50 y los 80. Fue decisiva su intervención para que se concrete el Puerto de Esmeraldas, histórica aspiración frenada por intereses de las élites guayaquileñas.

En todo momento, a la par del desempeño de las diversas funciones para las que fue electo, mantuvo su militancia y liderazgo junto a las organizaciones populares. Explorar todas las formas de lucha fue su divisa y parte de su legado. Fiel al espíritu de su tiempo, sostenía que ‘la lucha es con los votos o con las balas’.

Esa determinación transformadora le llevó a acciones y logros que rozan el mito, la leyenda. La gente recuerda episodios en los que con su liderazgo rozaba lo temerario, logrando acciones colectivas que suponían transitar por donde no había camino, cruzar ríos embravecidos, evadir la represión y persecución. Todo esto sin eludir la necesaria presencia e intervención en instancias públicas para definir políticas, para disputar espacios en la endeble democracia nacional y local.

Nada de eso fue gratuito en términos personales. Fue una entrega que significó cárcel, tortura, exilio, clandestinidad, sacrificios familiares. Escapando de la prisión, lesionado por la tortura, se refugió en la Chile de Allende. El golpe fascista de Pinochet le obligó a buscar el exilio en Suecia. La de los 70 fue una década de lucha internacionalista, de trabajo de solidaridad con Cuba, Vietnam, Laos y Cambodia, con la OLP y con varios movimientos de Liberación Nacional de América Latina, África y Asia. Una etapa de articulación con redes de pensamiento y acción en el mundo, en torno a causas anti coloniales, anti imperialistas, humanistas y de paz. Experiencias y aprendizajes que retroalimentaron la amplia labor nacional y local a su regreso.

Se celebró este aniversario del natalicio en un vibrante acto lleno de dignidad, esperanza y alegría en la Casa de la Cultura Núcleo Esmeraldas. Una sala repleta de gente de todas las edades unida a él por múltiples causas y compromisos, entre las que se encontraban camaradas de militancia de distintos puntos del país. Fue recordado con sesudos análisis, con testimonios, con poesía, con música y danza.

Como suele suceder en estos actos, la voz de quienes compartieron con él en distintos campos tiene especial resonancia. Todos los testimonios dejaron ver la fuerza, la energía que aún emana su figura: nadie habla de él sin que en su semblante y su voz deje de aparecer algo de esa energía que debió trasmitir en presencia. Quedó claro que se puede ser esmeraldeño, ecuatoriano y ciudadano del mundo, ‘negro’, campesino, autoridad política y líder de causas revolucionarias integrales.

El de Chiriboga es un pensamiento envuelto en acciones, disperso, no sistematizado aún, reflejado en frases memorables en las que no faltó el humor o la ironía. Su fuerza está presente en un legado que puede resumirse en la integralidad de luchas para transformar el sistema, el compromiso con mejorar las condiciones de vida de un pueblo organizado y protagónico, la firmeza para encarar las adversidades, la creatividad sin límites para llegar a los objetivos.

Identificar y recuperar ese acervo de acciones e ideas de matriz socialista es una tarea necesaria, fundamental para cimentar los proyectos contemporáneos de resistencia y cambio, para develar su arraigo de más largo tiempo en la historia y en el pensamiento propio, para encontrar fortaleza y luces en medio de la adversidad.

Por RK