Por Silvia Arana
El 22 de octubre se cumplieron diez años de la publicación de los Registros de Irak, documentos que revelaron los crímenes de guerra perpetrados en el país de Medio Oriente. Sin embargo, nadie fue llevado a juicio por las decenas de miles de civiles muertos. Los únicos enjuiciados por las autoridades estadounidenses fueron los soldados que denunciaron los crímenes y el editor de WikiLeaks que los publicó.
Entre fines del siglo XVIII y mediados del siglo XIX los africanos fugitivos de la esclavitud en las plantaciones del Caribe llevaban consigo hierbas y hongos tóxicos para ingerirlos en el (probable) evento de ser capturados y así morir antes de sufrir los tormentos brutales que los amos coloniales les infligían como preludio de la muerte. Aún así muchos fugitivos eran apresados con vida. Quizás el más legendario de todos fue Mackandal, líder de los cimarrones de Haití, a quien le atribuían poderes sobrenaturales; se aseguraba que su cuerpo poseía el don de la metamorfosis que lo hacía invisible a las hordas de cazadores de esclavos y sus perros sabuesos. Sin embargo, fue capturado en 1758, y llevado a Cabo Haitiano donde lo quemaron en una hoguera, en un macabro espectáculo público preparado con esmero por las autoridades coloniales para escarmiento de los esclavos. Alejo Carpentier recrea la escena en El Reino de este Mundo. El cuerpo del líder rebelde arde en la hoguera según los colonialistas franceses, pero según los esclavos Mackandal se transforma en ave, vuela y se salva permaneciendo en el reino de este mundo. Mackandal sauvé!, claman los esclavos alrededor de la hoguera.
En nuestros tiempos no son comunes las hogueras porque hay otras formas de martirio más sutiles, pero no menos perversas. La persecución despiadada de Julian Assange es un ejemplo de cómo destruir a un opositor usando formas modernas de martirio: tortura psicológica, tribunales secretos, testigos a los que se les otorga inmunidad si declaran en contra de él, acuerdos con gobiernos de terceros países para que irrespeten leyes internacionales en perjuicio del perseguido -como fue el caso del gobierno de Ecuador que entregó un refugiado político asilado en su consulado en Londres-, juicio de extradición donde la jueza británica actúa en coordinación con el equipo legal estadounidense para perjudicar a la defensa del acusado, etcétera, etcétera.
Julian Assange es un Mackandal australiano de piel blanca, un cimarrón contra el cual todo está permitido puesto que se ha atrevido -como editor de WikiLeaks- a revelar al público crímenes de guerra cometidos por el gobierno de Estados Unidos y sus aliados en países del Medio Oriente y otras partes del mundo. WikiLeaks publicó más información secreta que todos los demás medios de prensa combinados. Las revelaciones informaron al público sobre las cláusulas secretas de tratados comerciales, vigilancia masiva, ataques contra civiles, torturas y asesinatos.
En este mes de octubre se cumplió el décimo aniversario de que WikiLeaks publicara los documentos conocidos como Registros de Irak, que exponen los sangrientos efectos de la invasión estadounidense en ese país. Los documentos fueron proporcionados por soldados del Ejército de Estados Unidos y abarcan el periodo del primero de enero de 2004 al 31 de diciembre de 2009. Los documentos revelados fueron la primera y única información genuina sobre una guerra que el gobierno de EE.UU. había mantenido totalmente secreta, y sobre la cual, por ende, el público no sabía absolutamente nada. Los soldados denunciantes de conciencia entregaron reportes que detallan la muerte de 109.032 personas en Irak -de las cuales 66.081, más del 60 %, son muertes colaterales, es decir civiles. Murieron asesinados un promedio de 31 civiles por día durante seis años consecutivos en Irak…
Desenterrar la historia que ha sido ocultada
En una videoconferencia -cuando todavía se hallaba en la embajada ecuatoriana- Julian Assange distinguió tres tipos de historia. Primero, la historia ‘subsidiada’, que es difundida para beneficiar intereses económicos, y construida sistemáticamente a nivel mundial usando todo tipo de publicidad y propaganda. Segundo, la historia ‘no subsidiada’, que ha perdido el respaldo del poder económico. Tercero, la historia que ha sido suprimida de manera deliberada. Dijo: “En este tercer tipo de historia he invertido toda mi vida adulta; en la historia que ha sido suprimida, ocultada para evitar que sea conocida. Este tipo de historia no existiría si no se hace un gran esfuerzo para exponerla, como ha sucedido, por ejemplo, con la historia de las guerras de Irak y Afganistán… al revelar los hechos ocultos se ha podido reconstruir la historia de esos países, de esos pueblos. Todos los documentos revelados por WikiLeaks son un aporte para dar a conocer la historia que ha sido deliberadamente ocultada. Al recolectar este tipo de documentos, hemos construido una gran biblioteca de la rebeldía…”
Sin el trabajo editorial de WikiLeaks jamás se hubiera hecho público el altísimo costo humano infligido por la invasión estadounidense de Irak. Fue una masacre, incluso mayor a la cometida en Afganistán, y un crimen de lesa humanidad que aun sigue impune. A pesar de ello, no hubo una sola persona llevada a juicio por los cientos de miles de crímenes de guerra revelados por WikiLeaks. Los únicos que fueron enjuiciados y condenados (en presencia o en ausencia) fueron los denunciantes de conciencia -Chelsea Manning, Jeremy Hammond y Edward Snowden entre ellos- y el editor Julian Assange.
Jennifer Robinson, abogada de Assange, afirmó el 20 de octubre que Julian está decidido a poner fin a su vida si es extraditado a Estados Unidos, donde le tienen preparado un «agujero negro» dentro del infame sistema penitenciario de ese país.
La posibilidad de que Julian Assange se quite la vida antes que sufrir los tormentos del encarcelamiento en EE.UU. me recuerda que entre la década de 1970 y principios de 1980 numerosos militantes montoneros tomaron una pastilla de cianuro justo antes de ser detenidos para quitarse la vida y evitar la feroz tortura a la que iban a ser sometidos por la dictadura argentina. Como otrora los cimarrones se quitaban la vida antes de que los cazadores de esclavos los apresaran…
La mentalidad de plantación que castiga la rebeldía con la hoguera, la horca y el ritual previo de salvajes tormentos ha mudado de ropaje, pero sigue viva cada día que Julian Assange permanece confinado en una prisión de alta peligrosidad y su estado de salud física y mental se deteriora alcanzando un punto de máxima fragilidad, que terminará con su muerte. El 4 de enero de 2021 el tribunal británico decidirá si da lugar a la ilegal extradición solicitada por Estados Unidos. Quedan pocas esperanzas, y algunas preguntas: ¿Cómo es posible que se les permita hablar de democracia cuando castigan la libertad de expresión y el periodismo con la complicidad de los llamados medios de comunicación? ¿Conservan alguna relevancia los organismos internacionales de derechos humanos cuando ha quedado expuesta su impotencia para defender al refugiado político más famoso del mundo?
Si el mensaje es que todo denunciante de conciencia y periodista comprometido con la búsqueda de la verdad será perseguido y destruido, entonces la tarea pendiente será resistir el oscurantismo del siglo XXI y persistir en la tarea de desenterrar la historia que ha sido ocultada, como señalaba Assange.
«En el Reino de los Cielos no hay grandeza que conquistar… Por ello, agobiado de penas y de tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el ser humano solo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo». -Alejo Carpentier
Tomado de América Latina en movimiento