Así lo dice Noam Chomsky sobre EE.UU. ¿Y se equivoca si se aplica la misma sentencia para Ecuador y Brasil, por solo mencionar dos países de América Latina? Hay otros como Chile, Colombia y Bolivia que han asumido esta pandemia como una oportunidad para la represión y el negocio, aunque no han llegado a niveles de sociopatía.
Donald Trump, Jair Bolsonaro y Lenín Moreno han desnudado su condición política en la pandemia del Covid-19. Salvando las distancias de las economías de cada uno de sus naciones, hay algunas coincidencias: tienen la enorme capacidad de subestimar la vida de la gente, las advertencias de los científicos y ni qué decir de la colaboración ofrecida por sus adversarios políticos. Más allá de las diferencias de orden ideológico o partidista, en los tres países la oposición ha sido mucho más sensata y responsable a la hora de proponer medidas urgentes e inmediatas para evitar decenas de miles de muertos.
Pero su mala gestión no es de ahora. Habría que recordar que Trump, hace dos años, disolvió la unidad para pandemias dentro del Consejo Nacional de Seguridad; el gobierno brasileño de Temer congeló el gasto social (incluido ahí el de salud) por veinte años, le puso un techo y con eso pretendía ahorrar dinero para otras cosas, lo cual no ha sido modificado por Bolsonaro; Moreno redujo el presupuesto en salud para los años 2019 y 2020, botó a la calle a doce mil funcionarios del sistema de salud, expulsó a la brigada médica cubana y, con la pandemia ya instalada en Ecuador, pagó 324 millones de dólares de los compromisos de los bonos de la deuda externa.
Pero, además, los tres mandatarios, parafraseando a Chomsky: son una máquina de mentiras. Trump dice una cosa hoy, mañana cambia la versión y al día siguiente acusa a los medios de cometer fake news con sus declaraciones. Ya suman más de veinte mil mentiras de su parte. Y en Brasil no hay una sola duda de que la supuesta agresión a Bolsonaro, en plena campaña electoral, las cifras que da sobre su economía, además de todo lo que han hecho contra Lula, forma parte de un modo de mentir sin vergüenza alguna. Y Moreno, si hubiese verificadores de informaciones (así como hay operadores de la Usaid para buscar supuestos troles correístas), ya suma muchas mentiras, entre ellas, la cifra real de la deuda externa, la supuesta cámara espía en su despacho y el número de muertos por coronavirus, y sin contar sus afirmaciones propias de la superchería, o sus aberraciones sexistas y machistas. Como dice Chomsky: cuando “no paras de decir mentiras, lo que ocurre es que el concepto de verdad simplemente desaparece”.
A diferencia de todo esto países como Venezuela, Cuba o Nicaragua afrontan con menos recursos (de hecho el bloque se agudiza para los dos primeros) y con cifras por debajo de lo que advertían algunos medios de la región. No olvidemos cómo pronosticaron la catástrofe en Venezuela y ahora es el país que menos contagios tiene en relación con su número de pobladores. Para ello no han tenido que mentir ni exagerar, simplemente demostraron que los sistemas de salud, en función de la gente, son el blindaje para epidemias de esta dimensión.
Los presidentes Trump, Bolsonaro y Moreno, que subestimaron la pandemia, ahora se vanaglorian de ser los primeros en advertirla, cerrar fronteras y atender a la gente. Pero, según la cronología de los hechos y sus declaraciones, ocurrió todo lo contrario. Ya no basta con elaborar una lista de sus falacias porque sus voceros y los medios que replican todo lo que dicen se han encargado de ocultar los engaños y de destacar lo que ahora hacen, sin importar que ya hay decenas de miles de muertos en EE.UU., más de cinco mil en Ecuador, según las cifras que no se expresan en los informes oficiales sino en los registros de defunción de las entidades públicas y en Brasil podrían superar los cinco mil en menos de un mes y el ritmo crece, al momento de escribir este artículo.
¿Por qué se comportan así estos mandatarios y sus equipos gubernamentales? ¿Son solo exabruptos y una demostración de su escasa preparación para gobernar? ¿Hay en ellos un gramo de responsabilidad ética y moral para entender que en sus manos está la vida de miles de personas y de procesos sociales?
Díficil responder desde el análisis político, pero hay dos o tres explicaciones. La fundamental es que no conciben al Estado como un aparato público de enormes obligaciones y con una dosis muy alta de urgencia, sin importar el cálculo político. Lo ven como un estorbo para sus negocios particulares y miden cada paso en función del impacto que puede tener en sus fortunas o en la de sus amigos y financistas. Pero se podría aventurar otra: hay una enorme incapacidad intelectual y política para leer la realidad más allá de sus narices. Los tres “mandatarios” han dado más de una prueba de ello y, evidentemente, son sus pueblos los únicos responsables de que estos sociópatas se mantengan al frente del Estado, ellos y una oposición política que no ha podido demostrar la capacidad de reacción ante el peligro, ya no solo de los seres humanos sino de la humanidad misma.