Por Danilo Altamirano
Carlos Fuentes, uno de los más grandes intelectuales de América Latina, comprendió que la política no es solo el arte de gobernar, sino también el escenario donde se enfrentan las emociones colectivas. En su análisis, el odio y la esperanza emergen como fuerzas antagónicas que determinan el rumbo de las sociedades. “El odio une más que la concordia, pero la esperanza es más fuerte que el odio”. Históricamente el odio ha sido el recurso de quienes buscan dividir y perpetuar privilegios, mientras que la esperanza ha guiado los grandes movimientos de transformación. Sin embargo, en tiempos de crisis y polarización, la gran pregunta es si la esperanza logrará imponerse sobre el odio para dar paso a una política de cambio.
La lucha de clases en América Latina ha sido el eje central de los conflictos políticos y sociales. Durante décadas, la derecha ha utilizado el miedo y la exclusión para mantener el statu quo, fortaleciendo la polarización y alimentando el resentimiento de las masas. La izquierda, cuando asume su papel con responsabilidad y visión de futuro, representa la posibilidad de un modelo más justo, cimentado en la igualdad y la inclusión. Pero la esperanza en la transformación no puede ser ingenua, debe convertirse en una fuerza política organizada, capaz de superar los intentos de dominación y romper con la manipulación de las élites. En este contexto, la esperanza no es solo un anhelo, sino un acto de resistencia y construcción colectiva.
Desde una perspectiva marxista, el odio ha sido un mecanismo de dominación utilizado por las clases dominantes para deslegitimar los movimientos populares, presentándolos como amenazas al orden social. La izquierda latinoamericana ha demostrado históricamente su capacidad de transformación, cuestionando las estructuras de poder y empoderando a los sectores más vulnerables de la sociedad. A través de procesos de cambio social, ha consolidado principios fundamentales como la justicia social, la expansión de derechos y la defensa del Estado como garante de bienestar. No obstante, su historia también ha estado marcada por fracturas internas que han debilitado su impacto. En Ecuador, la gran oportunidad del momento radica en la posibilidad de construir una unidad de izquierdas que trascienda las divisiones del pasado y se inspire en los logros de la región. Esta unidad no debe ser una mera alianza electoral, sino una plataforma sólida que priorice la reconstrucción de la democracia, la reducción de la desigualdad y la creación de un modelo económico inclusivo y sostenible.
Desde la esperanza se puede construir en Ecuador un nuevo orden social que rompa con las estructuras de desigualdad y privilegio que han marcado su historia. La urgencia del cambio no radica solo en corregir errores pasados, sino en imaginar un futuro donde la justicia y la equidad sean principios inquebrantables. Como señala Noam Chomsky, “La tarea de los pueblos es construir una sociedad donde la justicia sea la norma, no la excepción.” Esta reflexión subraya la importancia de transformar las instituciones y las relaciones sociales, de redistribuir el poder y garantizar que las decisiones políticas respondan al bienestar colectivo, no solo a los intereses de una élite privilegiada.
Ecuador se encuentra en un punto de inflexión crucial. La crisis política y social, sumada a la desconexión entre las élites y las necesidades de la población, abre un espacio propicio para un proyecto progresista basado en la unidad. Sin embargo, la izquierda solo podrá aprovechar esta oportunidad si deja atrás la fragmentación, el voto nulo ideológico, los intereses individuales, y construye un frente común cimentado en principios democráticos y de bienestar colectivo.
En definitiva, la esperanza no es un concepto abstracto, ni un simple optimismo sin fundamentos, sino una fuerza activa que impulsa el cambio, la organización y la movilización social. La historia demuestra que la esperanza, cuando se convierte en acción colectiva, es capaz de vencer al odio y redefinir el futuro. En Ecuador, la oportunidad de consolidar una izquierda unida y transformadora está más presente que nunca para convertirse en una estrategia política articulada, orientada a la justicia, la emancipación y a cimentar una nueva era política.