Por Tamara Idrobo
Durante mi niñez, me era imposible imaginar que llegaría el día en que una mujer interpelando a todas las estructuras machistas y convencionales estaría disputando la posibilidad real de convertirse en PresidentA de mi pequeño país. Con inmensa ilusión, observo cómo Luisa González está a punto de convertirse en la primera mujer electa presidenta. A través de su historia, muchas mujeres en Ecuador nos sentimos representadas.
Somos numerosas las mujeres que anhelamos cambios. Luchando por nuestras vidas, familias y sueños, hemos enfrentado caminos complicados y desafiantes. A pesar de los obstáculos, muchas de nosotras hemos alcanzado lo que nos hemos propuesto, a menudo creyendo que nuestros anhelos eran imposibles.
Estos logros suelen ser aspectos de la vida de los hombres que alcanzan con facilidad: estudiar, tener una carrera, llegar a puestos de liderazgo, ser valoradas por nuestras capacidades y no por nuestro aspecto físico, y sostener a nuestras familias. Lo que aún resulta imposible en el Ecuador actual es vivir libres de todas las formas de violencias.
Históricamente, Ecuador ha sido liderado, manipulado y utilizado por hombres, mientras que el desarrollo del país se ha sostenido en el trabajo no remunerado, escondido y silenciado de las mujeres. Este trabajo se ha logrado a expensas de imponer normas de control y sometimiento, haciéndonos creer que el sacrificio y la entrega son lo que nos define como “verdaderas, buenas y decentes mujeres”.
La cultura que ha sometido a nuestras bisabuelas, abuelas y madres se rompe cuando las mujeres llegamos para problematizar, hablar, señalar, hacer y ser. Ese Ecuador está a punto de transformarse, estableciendo un camino que marcará el futuro de nuestras hijas y nietas, donde las mujeres sean y hagan lo que deseen, incluso convertirse en presidentas.
El momento de la transformación ha llegado
Las mujeres en Ecuador estamos viviendo un momento histórico: la posibilidad tangible de elegir lo que queremos ser y hacer, resultado de luchas históricas de denuncias y resistencias feministas. Gracias al camino labrado por mujeres que nos antecedieron, hemos llegado a espacios que antes estaban reservados solo para hombres, incluida la presidencia de la República.
Las mujeres llegamos para quedarnos y así seguir construyendo legados que cambian todo y para siempre: sepan que las mujeres nuestro poder, vamos a defender.
Porque cuando una mujer accede y ejerce cualquier tipo de poder —ya sea en nuestros hogares, trabajos, u otros espacios— se abre el camino para que lleguen más. Así, hemos roto moldes y expectativas de una sociedad profundamente machista que busca mantenernos calladas y escondidas.
Estamos a punto de elegir a una mujer como presidenta. En sus manos estará el ejercicio del poder que defenderemos frente a lo que venga. Sabemos que el poder ejercido por una mujer siempre se cuestiona de formas que nunca se utilizan para cuestionar a los hombres. Es evidente que cuando una mujer tiene más poder, aquellos que han vivido del sometimiento y control de mujeres reaccionarán con la única herramienta que poseen: la violencia.
Celebremos entre mujeres nuestro coraje y capacidades
Por todo esto, es imperativo que las mujeres ecuatorianas demos un paso colectivo para respaldar y defender el poder presidencial que Luisa está a punto de alcanzar. Debemos rechazar la cultura que nos ha hecho creer que es más importante atraer la atención de hombres poderosos que apoyar a otras mujeres en su ascenso.
Nos han inculcado la idea de que “debemos competir entre nosotras para captar esa atención masculina que garantiza empleo y bienestar”. Nos han convencido de que “entre mujeres no puede haber ninguna que sea más ni mejor”, porque cuando eso ocurre se transmite el mensaje de que “si ella llega, no llegas tú.” Y así nos han hecho creer que lo importante es captar la atención de los hombres, cuando lo verdaderamente transformador es reconocer nuestras diferencias y diversidades para elevar juntas a una de nosotras.
Nos han hecho creer que no podemos aceptar que una mujer tenga un rango superior porque esos espacios son solo para hombres. Nos han enseñado a obedecer y someternos a ellos, resistiendo a las mujeres que logran liderar.
Desde mi esencia feminista, invito a mujeres y hombres a rechazar estas construcciones del sistema perverso que promueve comportamientos que promocionan que las mujeres nos nos enfrentemos entre nosotras. Porque también nos han hecho creer maliciosamente que “el peor enemigo de una mujer es otra mujer”, lo que favorece a un sistema que nos quiere reprimidas y paralizadas, beneficiándose de nuestra inacción.
Porque a este sistema machista y violento no le interesa que una mujer llegue a ser presidenta, elevada y apoyada por más mujeres; saben que ese hecho es un mensaje poderoso para transformar una sociedad hacia la equidad en derechos e igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.
Llamado a la Acción: unámonos
Tener a una mujer como presidenta y ejerciendo el poder es un hecho transformador. En ese ejemplo, entenderemos que todas podemos llegar, impulsadas por otras mujeres que han abierto brechas, construido caminos y marcado pasos para que más mujeres accedan a posiciones de liderazgo con poder.
Por eso, Luisa González, al estar a punto de convertirse en la primera presidenta electa por voto popular en Ecuador, es solo la primera de muchas que alcanzaremos nuestros objetivos. El mensaje que enviamos de liderazgo es claro: si una mujer montubia, campesina, madre, hija y trabajadora, que ha luchado como todas y cada una de las mujeres ecuatorianas, llega a ser presidenta, ¡nosotras también podemos lograrlo!
Por ello, hago un llamado a apoyar y defender la candidatura de Luisa González, así como a las mujeres ecuatorianas a revelarse y rechazar todas las reglas que intentan mantenernos calladas, paralizadas y compitiendo entre nosotras.
También hago un llamado a que las mujeres en roles de liderazgo dejemos de disculparnos por ser quienes somos, por expresar nuestras opiniones, por atrevernos a disputar espacios donde no hemos sido bienvenidas, y por saber y ser capaces de hacer todo lo que hacemos, queremos y deseamos hacer y ser.
Porque a Luisa le cuestionarán su maternidad, como lo hacen con todas nosotras.
Porque a Luisa le cuestionarán sus decisiones sobre su cuerpo y su vida privada, como lo hacen con todas nosotras.
Porque a Luisa le criticarán sus formas de liderar, como lo hacen con todas nosotras.
Porque a Luisa la señalarán como ambiciosa por tener poder, como lo hacen con todas nosotras.
Porque a Luisa le dirán que es vengativa y no asertiva, como lo hacen con todas nosotras.
Porque a Luisa le calificarán de problemática cuando da órdenes, como lo hacen con todas nosotras.
Porque a Luisa la violentarán y agredirán, como lo hacen con todas nosotras.
Porque a Luisa le dirán que no es capaz, como lo han hecho siempre con todas nosotras.
Luisa González no es solo una candidata; es el símbolo de una nueva era. Necesitamos apoyarla y defender su candidatura. ¡Rechacemos la cultura que nos ha enfrentado, que nos ha programado para competir entre nosotras! El verdadero poder está en la solidaridad. Reconozcamos nuestras diferencias y elevemos juntas a quienes han trabajado para transformarlo todo.
No permitamos que el miedo a la competencia nos divida o que la violencia nos silencie. El sistema que nos oprime teme a nuestro poder colectivo. Por todo esto y más, necesitamos visibilizar que cada crítica que reciba Luisa será también un ataque para todas nosotras.
Porque ya es hora de que las mujeres lideremos sin miedos, dudas ni culpas, atreviéndonos a acceder a ese poder que históricamente nos ha sido vetado, a pesar de que las consecuencias de hacerlo incluyan la violencia de quienes temen vernos liderar.
En el coraje y la valentía de Luisa, necesitamos encontrar inspiración para guiar y liderar, para decir a otras mujeres que debemos ocupar esos espacios difíciles y hostiles donde nunca hemos sido bienvenidas, pero que, aun así, llegamos para quedarnos. Y así, atreviéndonos a llegar juntas, nos convertimos en más que una amenaza: nos volvemos la realidad de cambio.
Hacia un Futuro de Igualdad
La vida que vivo y en la que creo desde que soy niña la he decidido vivir con intensidad, desde mis convicciones y valores feministas hasta mi último aliento. Por esto, ver a una mujer convertirse en presidenta electa por primera vez en la historia de mi país es, sin duda, la demostración de que vale la pena seguir luchando. Luchando hasta que el poder de las mujeres no necesite ser defendido, sino simplemente ejercido para luego ser delegado.
Este es nuestro momento. No dejaremos que nos callen. Con cada paso que damos, transformamos la realidad. A medida que Luisa se acerca a la presidencia, nosotras también lo hacemos, empujando hacia un mundo donde todas podamos soñar en libertad y llegar a alcanzar nuestras metas.
¡Cuando llega una mujer, llegamos todas! Porque el poder en una mujer no es solo un logro individual, es un triunfo colectivo que vamos a defender.
¡Porque cuando llega una, nos quedamos todas!
Y con esa misma fuerza, poder, decisión y determinación: ¡Sigamos avanzando y transformándolo todo para todAs!