Ana Esther Ceceña y David Barrios*
Observatorio Latinoamericano de Geopolítica
La intensidad y variedad de movimientos, operativos, posicionamientos y acuerdos militares, policiaco-militares y económico-financieros con que se recolocan los poderes hegemónicos con fachada o entretelones norteamericanos y adherentes, aliados y voceros locales, no ha cesado de desplegarse en los días posteriores al 20 de mayo, fecha de las elecciones en Venezuela. Para mantener el cerco y el agobio sobre Venezuela, sin duda, pero para avanzar en una escala mucho mayor.
Si bien Venezuela es un indudable epicentro de la estrategia de recuperación y disciplinamiento continental, no deja de ser, en otro sentido, un pequeño teatro de operaciones que se replica en todos los otros países o regiones, adecuándolo a las condiciones específicas. De esta manera, no sólo dentro de Venezuela ocurren simultáneamente una gran cantidad de ataques, intervenciones o provocaciones de distinto tipo y en sectores y geografías diferentes, sino que puede observarse una situación similar desde una perspectiva macrocontinental. La combinación de mecanismos, ritmos, intensidades y sectores implicados en una ofensiva de esta naturaleza no tiene freno; siempre puede agregarse algo más para potenciar los resultados deseados, y para complicar la comprensión del fenómeno y la capacidad de respuesta del pueblo afectado. La idea es ocupar espacios al ritmo y de acuerdo con las características y condiciones de cada uno y, a la vez, no dejar resquicios desde donde la resistencia a esta intervención pueda levantarse.
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