Por Daniel Kersffeld
Elon Musk, el todopoderoso empresario que, con una fortuna personal valuada en 241.300 millones de dólares es hoy la persona más rica en todo el planeta, planea desembarcar en Argentina en el segundo semestre de 2024. Sería uno de los principales beneficiarios externos del plan económico neoliberal de Javier Milei a partir de dos recursos clave: el litio y el internet satelital.
A nivel político, Musk ha sido, cuanto menos, ecléctico en cuanto a sus gustos e intereses. Si bien hasta hace un par de años se reconocía como un tradicional votante demócrata, que incluso votó por Joe Biden, su identidad está mucho más marcada por el pragmatismo y por una ideología reaccionaria que lo acerca a determinadas corrientes de la extrema derecha del partido republicano.
Se mantuvo cerca de Donald Trump cuando fue presidente, pero la resistencia del exmandatario a apoyar la producción de autos eléctricos, y por ende, sin la utilización de recursos convencionales como el petróleo, fue el factor determinante que marcó la ruptura entre ambas figuras.
Con sus idas y sus vueltas, Musk se mantuvo desde entonces dentro del universo republicano, cercano a dirigentes de derecha con ambiciones presidenciales, como Ron DeSantis, el actual gobernador de La Florida, no sin calcular también sus propias chances electorales en caso de que en algún momento cercano se decidiera dar el salto para ingresar de lleno a la actividad política.
Mientras tanto, y como buen apostador (la política puede ser entendida por los empresarios como un gran casino), Musk también ha sustentado financieramente tanto a candidatos republicanos como demócratas. Lo importante para él ha sido tener un buen número de personeros en el poder legislativo o, incluso, en la Casa Blanca, según sus aportes a George W. Bush o a Barack Obama.
Pero más allá de sus variados apoyos, lo cierto es el principal empresario en los Estados Unidos nunca necesitó realmente de la vida partidaria para hacer política.
La posición dominante en el mercado gracias a empresas como Space X y Tesla, con sus amplias derivaciones financieras y políticas, le posibilitó a Musk construir un perfil público cada vez más amplio, aunque también controversial. Además, su avidez global por el litio, elemento esencial para la fabricación de autos eléctricos, le proporcionó una influencia internacional de primer orden.
Pese a su irreverencia y a sus críticas al poder político, se trata del empresario que, finalmente puede competir contra China, por lo que es considerado como un protegido del establishment, con una incidencia internacional apreciable.
En este sentido, y en busca del codiciado litio, todavía hoy es señalado como uno de los responsables de la crisis que en 2019 puso fin al gobierno de Evo Morales en Bolivia, tras lo cual afirmó, sin filtro alguno, que para la obtención de recursos vitales, Washington era capaz de favorecer golpes de Estado en cualquier lugar del mundo.
La pandemia fue aprovechada por Musk para incentivar el debate sobre las medidas sanitarias, apostando a la desinformación y a las tesis conspirativas y anticientíficas, no sin llamar, además, a la rebelión contra el confinamiento y la vacunación. El empresario se ubicó así en la primera línea de una ultraderecha en ascenso dispuesta a poner en duda la existencia del Covid 19.
Reconvertido en una suerte de emprendedor, visionario e influencer, Musk terminó por consolidar su poder en la opinión pública a través del manejo de “X”, anteriormente Twitter, empresa que no sin controversias terminó de adquirir en octubre de 2022 en 44 mil millones de dólares.
Desde entonces, el perfil público de Musk no ha dejado de crecer, en gran medida, por la eliminación de las restricciones que permiten que en Twitter cualquiera se exprese sin limitaciones. Una condición que, naturalmente, es utilizada de manera discrecional por el poderoso empresario para brindar su opinión sobre cualquier asunto, sin medir sus consecuencias, y como si se tratara de un usuario más, amparado en su propia libertad de expresión.
Uno de los primeros gestos políticos de Musk como propietario de Twitter fue restablecer la cuenta de Donald Trump, quien había sido sancionado por la plataforma a raíz de la toma del Capitolio el 6 de enero de 2021 y, especialmente, por la incitación a la violencia atribuida al expresidente.
Las declaraciones violentas y ofensivas, a estas alturas un sello personal de Elon Musk, no hicieron sino acrecentarse, tanto para difamar como para promover teorías conspirativas, siempre con el objetivo de denunciar a todos los que supuestamente buscan perjudicarlo. En este contexto, una de sus obsesiones en Twitter han sido sus declaraciones antisemitas y contra la comunidad judía.
Con algunos antecedentes como la comparación que Musk estableció en Twitter, en febrero de 2022, entre Justin Trudeau y Adolf Hitler, cuando el primer ministro resolvió la vacunación de todos los transportistas que ingresaran a territorio canadiense y que detonó una fuerte protesta de la ultraderecha en su contra, las opiniones contra los judíos tendieron a incrementarse.
Musk tampoco pareció preocuparse frente a la denuncia de la Liga Antidifamación (ADL), una entidad judía de derechos humanos, por el creciente números de mensajes antisemitas en X, publicados principalmente por entidades supremacistas y de ultraderecha.
De hecho, a principios de septiembre de 2023, culpó a la ADL por lo que consideró una operación para alejar los auspicios de distintas marcas y disminuir así en un 60% los ingresos publicitarios de Twitter. Musk sugirió que presentaría una “demanda por difamación” contra la ADL al tiempo que la responsabilizó por ser “el mayor generador de antisemitismo en esta plataforma”.
Una respuesta similar tuvo luego contra la organización de izquierda Media Matters for America, que señaló la aparición de símbolos nazis en distintos anuncios de marcas publicados en X.
El 16 de noviembre, en un clima cada vez más agresivo marcado por la guerra en Gaza, y por el ascenso de los discursos de odio, Musk pareció cruzar todos los límites cuando afirmó que era una “verdad real” el posteo en el que se criticaba a la comunidad judía por promover el odio “contra los blancos”, una idea central de las tesis conspirativas a favor del “Gran Reemplazo”.
La simple declaración del propietario de X generó apoyos, pero también múltiples condenas de organismos de derechos humanos, pedidos de retractación por parte del gobierno y abandono de publicidad en la red social por distintas empresas como Apple y Disney.
Con un oportuno viaje a Israel a fines de noviembre, el empresario pretendió calmar los ánimos y dar vuelta la página, aunque varias demandas por violación de contratos laborales de exdirectivos de la red Twitter volvió a empeorar su imagen de por si negativa apenas un mes más tarde.
Elon Musk es visto desde el gobierno de Javier Milei como la panacea frente a todos los males atravesados por la Argentina. Pero la lectura puede no ser las más ajustada a la realidad. No es casual que, en noviembre de 2023, la Comisión Europea instara a suspender todas las campañas publicitarias en X debido a sus recurrentes discursos de odio y de desinformación. Una gestión que en poco más de un año, ya ha devaluado a la exTwitter a la mitad de su precio original.
Tomado de Página 12