Getulio Américo
La expresión “todo termina en Pizza” es usada en Brasil para expresar la infelicidad con la política brasileña, que así se popularizó en el gobierno de Fernando Collor de Melo. Sin embargo, su origen remonta al fútbol. Las historias cuentan que en la década de 1960, el equipo paulistano Palmeiras vivía momentos conturbados y los dirigentes, después de catorce horas de reunión para decidir el futuro del equipo, decidieron pedir dieciocho pizzas gigantes. El editorial del día siguiente decía: “Crisis de Palmeiras termina en Pizza”.
El año 2018 fue marcado por acontecimientos inéditos en la historia de la democracia reciente de Brasil.
En orden cronológico, el primer gran acontecimiento del año que vale recordar es la intervención del gobierno federal en el Estado de Rio de Janeiro. Alegando aumento de la criminalidad, el presidente Michel Temer decretó en 16 de febrero la intervención federal en la seguridad. Ese recurso no había sido usado por el Estado desde la Primera República, en el siglo XIX. Si en un primer momento el decreto estipulaba el uso de las Fuerzas Armadas en la seguridad pública de Río de Janeiro, el 7 diciembre, la intervención fue más radical, cuando el presidente decreta el afastamiento de sus funciones de la gobernadora Suely Campos (PP) cuyo mandato terminaría el 31 de diciembre y la toma de posesión del nuevo gobernador, Antônio Denarium (PSL) de manera anticipada.
En marzo, el asesinato de Marielle Franco (PSOL) tuvo impacto en la política nacional. Se trató de un crimen planificado y profesional, que hasta ahora no es ni aclarado ni solucionado. Según estimativas del Ministerio Público de Río de Janeiro, los grupos paramilitares del Estado facturan alrededor de US$400 millones por año y controlan un área en la que viven aproximadamente dos millones de personas.
En 7 de abril el país vivió el drama de la prisión del expresidente Ignacio Lula da Silva, que, sin pruebas y sin llegar a últimas instancias, fue condenado por corrupción pasiva y lavado de dinero. Ese hecho le impidió de participar de las elecciones de octubre a pesar de la presión popular y de la solicitud del Comité de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas de su intervención.
El mes de mayo fue marcado por la huelga de los “caminhoneros” que pedían cambios en la política de precios de los combustibles en el país. El desabastecimiento de las ciudades y la falta de gasolina en aeropuertos obligó el presidente Temer a bajar el precio del diésel y sustituir el presidente de la Petrobras.
Como todo en Brasil termina en pizza o en fútbol, el primer semestre del 2018 terminó con acontecimientos no tan inéditos, como la derrota de Brasil en el Mundial. Una vez más no hemos logrado el inédito hexa-campeonato.
El segundo semestre, ese sí fue bastante inédito…
Tuvimos por primera vez en nuestra joven democracia, la elección de un mito fascista. Con discurso conservador, misógino, racista y anti-izquierdista Jair Bolsonaro (PSL) fue electo presidente del país con 57 millones de votos.
A pesar de que el cambio de gobierno en Brasil ocurra siempre el 1 de enero, todos los acontecimientos que siguieron a las elecciones son consecuencia de ello.
Tenemos astrólogos como gurús intelectuales, un ministro del medio ambiente condenado por haber cambiado mapas de delimitación del Área de Protección Ambiental, una agenda de política exterior de cambio de la embajada de Brasil en Israel de Tel-Aviv para Jerusalén y un vice presidente que si bien parecía al principio un loco, es hoy la esperanza de resistencia soberanista dentro del gobierno…
Según datos de la encuesta IPSO, Brasil es el 5º país en el mundo más ignorante acerca de su propia realidad, quedando atrás solamente de Tailandia, México, Turquía y Malasia (). A lo mejor, quizá sea por eso que en Brasil todo termina en pizza…