Jorge Jurado

Enero es un mes curioso, a momentos fatídico, quizá esta condición resalta más por las festividades religiosas de la natividad y las paganas del cambio de año que generalmente obnubilan mentes y dispersan tensiones, pero enero el primer mes del año en el calendario gregoriano hace que vuelvan las tribulaciones a sus estados críticos y generalmente de desesperanza anteriores.

Cabe así recordar dos hechos aciagos que cambiarían rumbos en dos países distintos y alejados entre sí, Ecuador y Alemania. En ambos hace ya una centuria que en enero se cometieron asesinatos políticos espantosos cuya vileza busca parangón. Cronológicamente, el primero sucede en Quito en 1912 cuando la turba ignorante azuzada por dos poderes fácticos, la prensa y el clero católico, ambos obedientes a una oligarquía terrateniente y serrana pero quiteña principalmente, induce al asesinato de Eloy Alfaro fundador del movimiento liberal ecuatoriano, presidente de la república y transformador del país en el mejor sentido de la acepción. La historia de la traición habría de continuar entonces y hasta nuestros días, precedida por la felonía que cobraría otra centuria atrás, las vidas de los libertadores Antonio José de Sucre y Simón Bolívar.

Siete años más tarde, también en enero, en otra capital, en Berlín, un grupo disciplinado de fuerzas paramilitares derechistas y precursores del nazismo alemán, los denominados “Freikorps” capturaban a una mujer cuyo desarrollo intelectual y su posición crítica y libérrima traspasaba las fronteras del norte europeo y la asesinaban arrojando su cadáver a un gélido canal, ramal del río Spree en el distrito de Tiergarten, era Rosa Luxemburgo. Mujer pequeña de tamaño, pero de magnífica estatura política y moral dentro de la izquierda socialista alemana. Rosa Luxemburgo fue capturada junto a Karl Liebknecht quien también sería asesinado. Ambos políticos formaron la Confederación Espartaco que unía al ala marxista de la socialdemocracia alemana.

Hay varias facetas que enlazaban el interés de eliminar a ambos seres humanos, al ecuatoriano Alfaro y a la polaca y alemana Luxemburgo. Alfaro había combatido permanentemente a los representantes del conservadurismo clerical y terrateniente que denostaba el poder político y económico del país desde el inicio mismo de la república en 1830. Luego de una guerra civil asume el poder y será presidente por dos períodos durante los cuales realiza una serie de innovaciones políticas que transformarían radicalmente al Estado y a la sociedad ecuatorianos. El poder político y el económico establecidos entonces se convertirían en los enemigos fundamentales que conseguirían finalmente la eliminación física de Alfaro.

Rosa Luxemburgo pregonó siempre un pacifismo radical con el que enfrentaría a los gobiernos alemanes, polacos y rusos para lograr el fin de la Primera Guerra Mundial, al tiempo que lideró la revolución de noviembre 1918 en Alemania la que provocaría la caída de la monarquía prusiana. A la sazón, hubo intereses varios que al sentir en peligro su status quo amenazado por el trabajo político de la Luxemburgo no dudaron en atentar contra su vida. Su honestidad intelectual y política la llevó inclusive a cuestionar varias acciones que se habían puesto en marcha en el reciente gobierno bolchevique en Rusia liderado por Vladimir Ilich Uljanow mejor conocido como Lenin. Rosa Luxemburgo dedicó su vida a la lucha contra el capitalismo, el imperialismo y el militarismo.

Alfaro un revolucionario liberal, lo que a la época y por estas tierras dominadas por un conservadurismo a ultranza que en la actualidad podría ser equiparable a la más rancia tendencia derechista, representaba el absoluto cambio de época al haber puesto en marcha en un país retrasado, una revolución trascendental en lo que al desarrollo económico, social, político y cultural se debería referir.

Mientras en Europa se habían puesto en marcha revoluciones socialistas que trataban de mejorar la calidad de vida de la población y luchaban contra los más crudos procesos de explotación capitalista desde mediados del siglo XIX, en Ecuador se trataba recién de poner en marcha los beneficios de una ideología aperturista que cimentaría al Estado dándole las atribuciones que hasta entonces habían sido regentadas por la institucionalidad clerical. No obstante ello, la revolución liberal se adelantó a varios países de la región al abrir las puertas de la educación y del servicio público a la mujer. Se estableció el Estado y la educación laicos, finalizando un poder hegemónico eclesiástico que había continuado desde la colonia, un sistema que en muchos casos podía compararse con el de las prácticas feudales del medioevo. La transformación fundamental iniciada por Alfaro se basó en la apertura a un sistema económico capitalista comercial que en aquel tiempo significó un importante avance al impulsar la ruptura de otra hegemonía, la del latifundio agrícola que mantuvo captado el poder político hasta entonces. Se promovió así un cambio en las relaciones sociales de producción.

El contexto en el que vivió Rosa Luxemburgo fue diferente, una Europa del norte desarrollada ya en un sistema capitalista industrial especialmente en Alemania que había dejado atrás las relaciones sociales y económicas de la producción agraria feudal y mercantil y que desarrollaba los avances tecnológicos en la producción aplicada de maquinaria, en dónde se habían establecido unas relaciones laborales de dependencia mutua, por un lado la producción industrial que necesitaba de una mano de obra mejor calificada para asegurar su plusvalía, mientras que por el otro, un ejercito de obreros dependía de la oferta de su esfuerzo laboral para ganar apenas un salario de supervivencia.

En una discusión político-académica de la época, Luxemburgo argumentaba que la reproducción capitalista, el crecimiento capitalista en última instancia se daría siempre ampliando los mercados y esto gracias a formas de producción no puramente capitalistas como la destrucción de formas económicas naturales, tanto internamente como en el exterior. Como ejemplo establecía desde la historia colonial, cuando al introducir la propiedad privada sobre el suelo se habían destruido las formas de intercambio directo de productos o con la introducción de la economía mercantil, pero también con la producción capitalista masiva en las colonias gracias al capital de las potencias coloniales. Ponía ella también como ejemplo para el crecimiento capitalista la expropiación resultante de los sangrientos conflictos coloniales como las guerras del opio, la colonización de Sudáfrica; la imposición de cargas tributarias luego de la guerra de secesión. Indudablemente, Rosa Luxemburgo fue una pensadora que pudo establecer con precisión las interrelaciones existentes entre mercado, capital y expansión imperial.

En una de sus obras fundamentales “Reforma Social o Revolución”, Luxemburgo explica la capacidad de adaptación del capitalismo y el importante papel que en ello juega el crédito. El crédito, según su análisis, al permitir al capitalista operar con capitales ajenos no solo que le posibilita ampliar su producción, sino que también constituye un incentivo a la especulación con lo cual este instrumento es también un vehículo para propiciar las crisis del capitalismo. Es sumamente interesante como Luxemburgo previó con claridad el origen de las crisis sistémicas, por ejemplo, el crack de la bolsa en 1929, o la crisis financiera del 2008, pero para refrescar la memoria criolla, también la crisis financiera local de 1999 que llevó a la desaparición de la moneda nacional, el Sucre, reemplazándolo con el dólar estadounidense, a la quiebra fraudulenta del 75% de la banca y a la migración forzada de casi dos millones de compatriotas.

Alfaro como incansable hombre de lucha y gestor puede ser considerado como el modernizador del Ecuador en el siglo XX, su obra permitió el establecimiento de un capitalismo incipiente que apuntaba a la industrialización y a unas relaciones laborales de mayor eficiencia, pero con sentido social. Al reconocer que el comercio interno sería un pilar fundamental de desarrollo puso énfasis en la creación de una infraestructura de transporte hasta el momento no conocida en el país, el ferrocarril transandino. En sus gobiernos el sistema bancario privado pudo establecerse definitivamente lo que se considera también como otro de los elementos de una transformación modernizante.

Ambos revolucionarios cada uno en su circunstancia y contexto específicos ofrendaron sus vidas por la concreción de sus ideales, ambos absolutamente leales a sus principios, ambos asesinados por la barbarie retrógrada.

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