En reunión virtual mandatarios, exmandatarios e intelectuales, en un renacer del progresismo en la región, plantearon convertir al Estado en proveedor de bienes públicos colectivos, en especial la salud

Cuando han transcurrido apenas dos meses desde el inicio de la pandemia, las perspectivas de superarla pronto parecen bastante inciertas. Como consecuencia del confinamiento de buena parte de la población, la economía global, que ya arrastraba problemas serios en los últimos años, se derrumbó, tal como lo hicieron los precios del petróleo.

No hay augurios sobre una rápida salida a la crisis. La OMS habla de la posibilidad de convivir con el virus durante años y la vacuna no aparece todavía en el horizonte. Las instituciones internacionales hacen pronósticos cadaás sombríos sobre crecimiento, comercio, empleo y pobreza.

América Latina vivía ya una situación bastante difícil antes de esta doble crisis. Después de una década de avances y de experiencias diversas en materia social de los gobiernos progresistas, empezó el espiral de su retroceso, por cuenta de las fuerzas enemigas del cambio de la región, apoyadas por Washington. La destitución de Dilma Rousseff, el juicio amañado y encarcelamiento de Lula, así como el triunfo electoral del fascista Bolsonaro, reflejan dicha tendencia. Como también lo hacen la intensificación del cerco a Venezuela, el golpe a Evo Morales en noviembre pasado y el cambio de rumbo en Ecuador con el mandato de Lenin Moreno.

Pero la región ya venía convulsionada. Recordemos las movilizaciones sociales de finales del año pasado, prolongadas y diversas, en varios países, pero en particular en Chile y Colombia. En ellas se exigía, entre muchos otros puntos, una modificación de fondo de las políticas públicas y del modelo económico depredador. En Bolivia los sectores populares resistían el desmonte del Estado plurinacional, emprendido por la élite racista y mafiosa que propició el golpe.

Como en el resto del mundo, los pronósticos económicos para la región tampoco son alentadores. No es fácil responder a las preguntas sobre lo que vendrá después de la emergencia: ¿Los países poderosos y las autoridades económicas del orbe que les sirven insistirán una vez más en volver a las fracasadas políticas excluyentes que destruyen el planeta y ocasionan semejante crisis? O, como esperamos tantos, ¿habrá por fin espacio y condiciones para sentar las bases de un modelo alternativo? ¿Podrá el Estado recuperar por fin su responsabilidad y su función para propiciar un mundo más justo?

_____________________________________________________________________________

¿Podrá el Estado recuperar por fin su responsabilidad y su función para propiciar un mundo más justo?

______________________________________________________________________________

En este punto se entiende la importancia del V encuentro del Grupo de Puebla, realizado de manera virtual el viernes pasado, con el lema de Paz, economía y pandemia. El Grupo fue conformado en julio pasado en la ciudad mexicana del mismo nombre por un núcleo de expresidentes, intelectuales y dirigentes políticos y sociales de avanzada de la región. En la tarea desempeñaron un papel crucial AMLO y Alberto Fernández, presidentes de México y Argentina, quienes nadando a contracorriente, llegaron al poder hace poco con una agenda progresista, aunque no exenta de contradicciones y problemas.

En la reunión, cuyo anfitrión fue Carlos Caicedo, gobernador progresista del Magdalena, participaron otros invitados, como Joseph Stiglitz, quien resaltó la gran concentración de recursos del Estado en manos privadas y llamó al multilateralismo para enfrentar la pandemia y el cambio climático.

Muy alentadoras resultaron las intervenciones sobre las perspectivas políticas de la región. Para el presidente argentino, los progresistas deben unir esfuerzos por alcanzar un sistema mundial más justo y la pandemia nos da una gran oportunidad de empezar a hacerlo. En el mismo sentido se pronunciaron Rafael Correa y Evo Morales, quien además insistió en la necesidad de concretar la integración de la región. Más que nunca se requiere hacer esfuerzos por la unidad de los pueblos para impulsar de nuevo una agenda alternativa frente al orden mundial, señaló.

Por su parte, Gustavo Petro, dirigente de la oposición en Colombia, planteó que la crisis debe aprovecharse para construir la salud como bien público global. Insistió en atender la crisis climática como punto esencial en la reactivación económica y planteó que debe forjarse un tipo de relaciones diferentes y emprender una planificación conjunta para enfrentar la pandemia y el desarrollo.

En cuanto a la paz en Colombia, Pepe Mujica fue contundente. Se refirió al fallido proceso reciente por falta de voluntad política de sus actuales gobernantes y señaló que no era un fracaso del país sino de toda la humanidad. En ese mismo sentido, Celso Amorim, excanciller de Brasil, se pronunció sobre la relación entre la paz de Colombia y la paz regional y rechazó, como lo hicieron otros, la intervención extranjera contra Venezuela.

La declaración final del encuentro recoge asuntos centrales como convertir al Estado en proveedor de bienes públicos colectivos, en especial la salud, y el cambio del modelo para enfrentar la crisis climática. Así, el Foro de Puebla emerge como alternativa al fracasado Grupo de Lima, coordinado por Pompeo. Renace el progresismo en la región y eso son buenas noticias. El V encuentro se compromete también con la Internacional Progresista, lanzada formalmente unos días antes.

Por Editor