Mario Ramos
El título hace alusión a un concepto, doctrina o estrategia que empieza a utilizarse de manera oficial en la Estrategia Nacional de Defensa estadounidense desde el año 2005, nos referimos a la noción de guerra híbrida. Ese modelo estratégico se encuentra íntimamente relacionado a la idea compleja conocida como: Operaciones No Lineales de Amplio Espectro. No podemos extendernos en su explicación, pero si señalar que dicho modelo estratégico, como ha quedado fehacientemente comprobado, se aplicó en la guerra siria, y podemos resaltar las siguientes características fundamentales: a) Hay un actor estratégico que cumple funciones vitales tras bastidores: dirección estratégica – coordinación operacional; b) Explotación de la asimetría, empleo a conveniencia de tácticas no convencionales, que permitan maniobrar con el menor costo político y militar posible; c) La guerra híbrida, en el caso de Siria, empezó como una operación encubierta, y dicha noción acoge mucho esa forma de operatividad; d) Justamente para encubrir al actor estratégico, se suele emplear compañías militares privadas y asociarse con la delincuencia organizada transnacional; y e) Se hace uso intensivo de operaciones psicológicas, el objetivo es manipular a la ‘opinión pública’ para viabilizar los objetivos que se ha propuesto el actor estratégico.
Por otro lado, para tratar de comprender qué puede estar sucediendo en la frontera norte, necesariamente tenemos que apuntar algunos elementos claves del contexto geopolítico/geoestratégico internacional. Los EE.UU. tienen que contrarrestar el desarrollo de poder geopolítico que ha logrado China y Rusia, básicamente, sin restar importancia a otros centros de poder mundial. Está en juego su hegemonía y la pérdida de control sobre determinados mercados y materias primas, por lo que, sostener su influencia en lo que llaman, su patio trasero, es un asunto de vida o muerte para EE.UU. Por ello, se emplean a fondo en la destrucción de los proyectos políticos de nueva democracia y gobiernos nacional-populares, y hacen supremos esfuerzos para que no vuelva a aparecer en Nuestra América una correlación de gobiernos de izquierda desfavorable a sus intereses. En ese marco aparece la estrategia de guerra híbrida, que se aplica profusamente en Venezuela, ya que, como lo señalan sus documentos, para atender varios y vastos frentes, esto no se lo puede hacer de manera convencional, se requiere el empleo de una doctrina sofisticada como la que ofrece la noción de guerra híbrida. Uno de los grandes objetivos que busca la estrategia de guerra híbrida es interrumpir, controlar o influenciar a través de generar conflictos en países, etnias, regiones o procesos políticos. Ya no es secreto el propósito siempre presente de cambiar o lograr ajustes en los regímenes que no son de su agrado.
Siguiendo con el análisis, después de descartar los ataques sucedidos contra nuestra Fuerza Pública como un asunto de terrorismo, que reveló una gran ignorancia de lo que es el fenómeno del terrorismo en nuestras autoridades, el principal argumento que esgrimen ahora es que se trata de una venganza por la efectividad del Ecuador en la lucha contra el narcotráfico. Explicación débil ya que el Ecuador ha sido relativamente exitoso desde hace mucho tiempo en lo que tiene que ver con incautaciones de droga y precursores, lo que no puede decir Colombia a pesar de tener siete bases militares estadounidenses en su territorio; adicionalmente, la delincuencia organizada no suele operar de esa forma, es decir, atacar con explosivos a la Fuerza Pública atenta contra la lógica del ‘negocio’, porque siempre está en sus cálculos, pérdidas por incautaciones o rutas logísticas malogradas. Atacar a la Fuerza Pública, como demuestra la reacción del Estado ecuatoriano, si fuera el caso, es una ‘estrategia’ torpe del crimen organizado.
EE.UU. a pesar de toda su tecnología, satélites incluidos y grandes recursos financieros e institucionales no logra impedir que las drogas ilícitas ingresen a su territorio, y a pesar de los golpes que han sufrido determinadas mafias, a éstas no se les ocurre vengarse asesinando a elementos de las fuerzas de seguridad. Cuando se asume nociones como ‘guerra contra las drogas’ como le ha sucedido a México, esto degenera, y son evidentes sus resultados.
La hipótesis de la injerencia híbrida en nuestra frontera norte se refuerza por la decisión de eliminar la Secretaría de Inteligencia, lo que tiene implicaciones: la presencia ‘sincrónica’ de altas autoridades estadounidenses –en la región y en el Ecuador- que hablan de reestablecer la cooperación en materia de seguridad; las voces internas que piden el regreso de instalaciones militares estadounidenses, entre otros.
Se debe recordar que el sistema de inteligencia militar cuenta con al menos 1000 efectivos, la Policía Nacional, igualmente cuenta con aproximadamente 400 elementos formados en inteligencia, sin contar con las UVP y UPCs del sector que de una u otra manera también realizan labor de investigación. O sea, responsabilizar totalmente a la Secretaría de Inteligencia de lo acontecido en la frontera norte, y convertir eso en el pretexto para su desaparición, a más de todo el discurso político-ideológico alrededor del tema, desnuda la clara intencionalidad de determinadas decisiones políticas. El escenario que se ha construido favorece el retorno de la influencia estadounidense en nuestras instituciones de seguridad, con todas sus derivaciones políticas y geopolíticas.