Por Danilo Altamirano
Cambiar el paradigma de desarrollo para superar las asimetrías y el perfil de vulnerabilidad que la humanidad presenta, implica repensar en nuevos modelos de desarrollo, cambio conceptual, estilos de vida y medidas urgentes para frenar el aumento de la pobreza, el hambre, la desigualdad y la injusticia social. El enfrentar estos problemas estructurales conlleva la necesidad de plantear procesos de diálogo y acuerdos soberanos, objetivos, sensatos, coherentes y con sentido de innovación social.
La democracia requiere de una ciudadanía muy activa con circulación de ideas, porque lo esencial en la mente es descubrir un punto crítico de cada problema o situación, y convertirle en oportunidad en marco de calidad, innovación y sostenibilidad. De ahí que, desde la universidad y su dimensión en el cumplimiento de los principios y derechos consagrados en la Constitución y la normativa de educación superior el crear y gestionar programas y proyectos que fomenten la innovación social es una corresponsabilidad y compromiso permanente.
La innovación siendo un proceso dinámico de interacción puede surgir por una creatividad espontánea, pero requiere de conocimiento e información para potenciar la capacidad de procesamiento de la información para tomar decisiones sobre bases sólidas.
Por lo tanto, la academia con sus ópticas, instrumentos, bagaje teórico y esfuerzos individuales o colectivos aplica una estrategia de articulación para la captación de iniciativas innovadoras en proyectos de investigación y los territorios.
La dimensión sistémica de la innovación debe ser visto como un proceso de transformación social permanente, y pensamiento colectivo conectado, que promueva la incorporación de herramientas y de nuevas formas de educar, enseñar, aprender y comunicar generando redes de colaboración social. Surge la pregunta, ¿De qué manera la innovación social incide en la educación para las generaciones? El nuevo contexto educativo y sus nuevos procesos, implica una formación híbrida de renovación al proceso educativo denominado innovación educativa.
Una nueva forma de sociedad con nuevas concepciones sobre el mundo, conlleva fortalecer los procesos de educación formal y no formal, con la posibilidad de realizar un intercambio de saberes en el marco de la universalidad de los derechos y dimensión humana, donde el sujeto social como actor clave de los procesos aborda desde enfoques y contextos disciplinares, así como desde la literatura científica y la práctica social, proceso de cambio y transformación.
Entre comunes, divergentes y originales, los ecosistemas de innovación social y su vínculo con la sociedad se desarrollan y se relacionan en un marco de pluralidad y diversidad, donde la ciudadanía organizada toma protagonismo debido a su iniciativa y capacidad emprendedora, mientras tanto los actores de la administración pública alineados a sus competencias y atribuciones articulan visiones y criterios institucionales para fortalecer y sostener los procesos en los diferentes niveles de gobierno; sumado a ello, los actores productivos empresariales mentalizado en generar productividad y competitividad concentran sus esfuerzos por generar valor a sus procesos y sus inversiones.
Al relacionar la economía, lo social y la innovación habría que mencionar a Schumpeter quien emerge como propulsor de la innovación y describe como una secuencia holística integrada para comprender los procesos de desarrollo. No obstante, los procesos de innovación social, así como de la gestión asociativa difieren de un sector a otro, ya que es un fenómeno complejo y multidimensional que ha pasado en poco tiempo de ser emergente y marginal a ocupar una posición relevante en el discurso político-social a tal punto que se van convirtiendo en temas de especialidad u objeto de estudio.
Es así que, en los últimos años, la innovación social ha empezado a llamar poderosamente la atención del mundo académico por lo que existe un creciente volumen de estudios y la necesidad de profundizar la literatura y sus realidades. De ahí que, vincular sociedades, no es tarea fácil porque requiere de voluntad y compromiso individual y colectivo, y de la capacidad para generar gobernabilidad social en función de objetivos comunes. Mirar adelante y con visión de futuro implica conjugar el pasado, el presente y el futuro con escenarios en el corto, mediano y largo plazo para responder a los problemas socioeconómico y ambientales, al tiempo que contribuyen al desarrollo económico y a construir una resiliencia territorial.
Afrontamos la peor pandemia que ha vivido la humanidad, que ha conllevado valorar el ser humano en todas sus dimensiones, y desde la resiliencia a buscar soluciones con expectativa de renovación endógena basado en su propia dinámica de interacción social que incluye intensidad y magnitud de esfuerzos. Esta comprensión, conlleva a construir un diálogo progresivo y profundo para proponer nuevas orientaciones culturales a fin de mejorar la calidad y las condiciones de vida que enfrenta la humanidad.
Vivimos una reforma del sistema de desarrollo, que busca involucrar roles y recursos en todos los sectores de la sociedad, a fin de revitalizar la alianza global para el desarrollo sostenible. En consecuencia, apoyar el cambio social y fomentar la innovación social es tarea de todos, en especial de la academia por cuanto el intercambio de conocimiento, experiencia y tecnologías crean nuevos valores que impulsan la economía y ecosistema social.